Un poeta de todos los tiempos
Por FerKan
En los últimos tiempos abundan las publicaciones de obras reunidas de poetas con una trayectoria amplia. Es una tarea saludable porque, si bien se puede haber leído la obra completa de un escritor, muchas veces el paso de los años provoca la pérdida de perspectiva o la conciencia sobre su evolución. En otras ocasiones sirve para encontrarse con textos difíciles de conseguir porque, se sabe, los libros de poesía circulan en tiradas muy pequeñas.
En el caso de Ramitas permite comprobar que Battilana atravesó indemne el paso del tiempo (casi tres décadas), los cambios geográficos y los encasillamientos de la crítica, hasta ser reconocido como un gran poeta. Encontró su lugar literario sin que importe que sus primeros libros, Unos días (1992) y El fin del verano (1999), fueran editados en los noventa. Eso es en él, apenas una huella biológica y no una etiqueta indeleble. Además, aunque es correntino de origen, su poesía no lo identifica de esa manera, no hay rastros o referencias recurrentes a su tierra. De todas maneras es innegable que el entorno de la infancia influye para siempre. En Battilana, la naturaleza y la calma de pueblo, le ha permitido desarrollar un sentido agudo de observación, con grandes aptitudes para describir paisajes (campestres o urbanos) y plantear reflexiones con mucha profundidad. Y ese entorno de infancia le sigue marcando su percepción, a pesar de que, desde hace muchos años, habita en el conurbano de la ciudad de Buenos Aires. Esto último puede advertirse en No tengo manos para hablar… de su primer libro: “No tengo manos para hablar/los dedos de la garganta/sólo nombran/–como potros domados–/palabras/que he aprendido/en la gran ciudad”. O en Ciudad: “Es la zona/donde los desechos/acumulan/como en un ritual/el conjunto de las/moscas”.
Precisamente, en sus versos está siempre el ambiente donde prima el verde, el aire de campo y el tiempo ralentizado. Fin del verano: “Con alguna imperfección/atrasada de calma/por azar/y búsqueda/el cielo/se parece/a la única espera”, es una muestra pequeña de esa modalidad.
Otra de las características que destaca la obra de Battilana es el estilo despojado en la construcción de sus versos, con descripciones precisas, sin excesos retóricos ni grandilocuencias líricas. Pero entre esas descripciones-reflexiones también hay lugar para lo emocional, que no surge de palabras impactantes, sino de un dejarse estar, dejarse llevar por el contexto hasta sentir que fluye lo que de verdad somos, como en Hilos (3): “(…) Ramo sobre ramo/la cara/de mi ancestro/reúne/un cierto fervor./Dedos/amarillos/–claros profundos y transparentes–/no lastimen/lo que de mí/entrego. (La demora). La mirada poética de Battilana hace percibir mejor la conexión entre el mundo que nos rodea y lo más íntimo del ser, un ser natural cada vez más colonizado por paraísos artificiales.
En este punto es preciso dejar una advertencia. En Battilana, la potencia de sus versos no se agota en lo que narra o describe, también está en lo no dicho, en lo que proyecta lo no escrito” (…) los indios de la llanura/venían a refrescarse,/a distraerse antes de cazar/(…) entre el agua profunda del mar/y el desierto/ que allí/nomás,/a sus espaldas, habitaban”. El uso del verbo en pretérito hace pensar en por qué esos indios ya no están allí, qué fue de ellos, qué o quiénes los apartaron de su tierra, la huella de un genocidio acallado durante mucho tiempo. Y entonces allí se manifiesta la fuerza política de los versos de Battilana, porque se expresa sin nostalgia, con el espíritu apacible de quien está a la orilla de un lago, sin que el viento transforme sus palabras en un torbellino de denuncia, pero la reflexión sincera que impulsa sus versos hace que el pensamiento sea más profundo y duradero, como su obra reunida.
*
Los pájaros se acercan
al jardín: sobre todo
gorriones, pero también
calandrias, jilgueros,
cabecitas negras, algún
hornero. Caminan
por el pasto
mueven sus cabezas
absorben
los minerales de la tierra
están preparados
ante el menor descuido.
Los pájaros
se demoran
en el conurbano
profundo
husmean
los beneficios del jardín:
¿padecerán el recuerdo
de un bosque
oscuro?
Como un resto
de otro resto
la tierra
mezcla
o articula
el residuo
de lo civil.
Velocidad de Crucero (2015)
Carlos Battilana nació en Paso de los libres, Corrientes, 1964. Es autor de libros como Unos días (1992), El fin del verano (1999), La demora (2003), El lado ciego (2005), Materia (2010), Narración (2013), Velocidad crucero (2014) y Una mañana boreal (2018), incluidos en Ramitas (Caleta Olivia, 2018), entre otros. Además se desempeña como docente de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Buenos Aires y coordina talleres literarios.