Yanina Azucena: ¨Hay una academia de la lengua guaraní que intenta imponer una lexicografía que nadie usa en los hechos¨

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ENTREVISTA

Yanina Azucena: ¨Hay una academia de la lengua guaraní que intenta imponer una lexicografía que nadie usa en los hechos¨

25 Agosto 2024

Yanina Azucena es una poeta paraguaya radicada en Capital Federal. Participó de distintos festivales, como el Festival de Poesía de Rosario, o el Festival Internacional de Bahía Blanca. Publicó recientemente su libro Voy a ir a venir por la editorial Arandurã, que se convirtió en la primera editorial paraguaya en ser parte de la FED. La autora, además, en su carácter multifacético, se dedicó también a la difusión de poesía paraguaya contemporánea, como se puede apreciar en los podcasts Lengua roja de cebú y Jovarái. Su tarea de difusión está atravesada por una investigación del guaraní como lengua heterogénea, cotidiana y paraguaya antes que indígena. En la siguiente entrevista con AGENCIA PACO URONDO, tuvimos la oportunidad de conversar sobre todos estos tópicos.

Agencia Paco Urondo: Voy a ir a venir es un libro de borde, de fronteras, en donde el "yo" poético establece un diálogo con distintas regiones en el quela reflexión sobre el lenguaje ocupa un lugar importante ¿Cuál es el origen que da fuerza a los mundos posibles que aparecen en estos poemas?

Yanina Azucena: Hay una frase que se repite mucho entre paraguayes que dice “hay expresiones que sólo se entienden en guaraní”. Como si sólo ese idioma tuviera la fuerza, la atmósfera, y el ritmo de las palabras necesarias para expresar tal o cual cuestión. Iba a decir sentimiento, pero no se trata sólo de eso. Por esto creo que el origen está en el guaraní paraguayo -que no es el indígena- y en la imposibilidad de traducirlo. Porque si se logra, se pierde alguno de los sentidos que ofrece el idioma en su uso original. Creo que mientras escribía estos poemas esa imposibilidad de traducir invadió la imposibilidad de hablar de algunos temas vedados por la sociedad o las “buenas costumbres”, como el dolor de un niñe, no sentir amor por los padres, o habitar dos mundos paralelos que se dan la espalda, aunque estén muy cerca el uno del otro.

APU: ¿A qué te referís cuando hablás de imposibilidad de traducir? ¿Cuál es el fenómeno, además, que te hace diferenciar guaraní paraguayo y guaraní indígena?

Y.A.: Me refiero a que son idiomas con un origen antropológico muy diferente. El español tiene un origen latino y podríamos decir con incrustaciones que provienen del árabe, o de las lenguas sajonas. Mientras que el guaraní proviene de los cariocá, otra gran familia indígena que habitaba toda la zona sur de Brasil, que migraron hacia la zona del Paraguay y norte argentino. Por lo tanto, la génesis de las palabras en guaraní tiene que ver con concepciones espirituales muy diferentes a la europea. Un guaraní pasa un año desde el nacimiento de su hijo hasta que elige su nombre. Por lo tanto, lo que más define al idioma es la observación meditativa.

En ese sentido, algunas palabras son difíciles de traducir porque literalmente significan algo que no se corresponde con el español que conocemos. Un ejemplo concreto podría ser la palabra hetū. Mi poema diglosia habla de ello. Hetū significa literalmente oler, olfatear, sin embargo es una palabra que se usa para decir besar o saludar.

APU: ¿Se pierde lo que se escapa a la superficie textual?

Y.A.: Exacto, cuando digo que algo se pierde me refiero a esa dimensión de lo no dicho, pero que está presente por la historia de la palabra o por el significado de sus prefijos, o quizás, simplemente por el sonido y el ritmo del guaraní, ese tono casi musical que rememora y reubica a uno en el espacio guaraní-paraguayo.

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tapa voy a venir

APU: ¿Cómo impacta ese no reconocer en el mercado editorial?

Y.A.: Retomando también la pregunta anterior, el fenómeno que me hace diferenciar el guaraní paraguayo del indígena tiene que ver, justamente, con el mercado editorial paraguayo. Es algo muy charlado en el argot callejero que el guaraní que hablamos en la calle no tiene mucho que ver con el de la academia de la lengua guaraní. A medida que avanzaba con mis investigaciones y mi trabajo editorial, fui descubriendo que los libros traducidos a ese guaraní académico no se vendían. Porque los guaraníparlantes lo abren y no lo pueden seguir, no lo entienden. Sin embargo, cuando sale una novela de TV en guaraní paraguayo (hace poco salió) se transforma en un éxito rotundo.

Entonces, ahí empecé a investigar más y a probar, y fui notando cómo cuando se trata del guaraní que hablamos todos los días enseguida engancha. Comencé a notar está diferencia entre lo que llamo un lenguaje prescriptivo y un lenguaje descriptivo. Es decir, la diferencia entre decirnos cómo tenemos que hablar, y la otra que más bien explica lo que ya sucede, es decir, cómo estamos hablando aquí y ahora.

APU: La academia, en su afán normativo, deja por fuera de los estudios lingüísticos a la lengua en uso ¿Cuál es tu posición a ese respecto?

Y.A.: Bartomeu Melià era un lingüista paraguayo-español, etnógrafo y, en definitiva, la referencia más directa que tenemos en los estudios lingüísticos del guaraní. En su libro El guaraní conquistado y reducido (1986) hace mención a este tema en pocas líneas: "Las interminables discusiones en los ambientes paraguayos sobre lo que sería o tendría que ser un ‘guaraní puro’ o el ‘guaraní verdadero’, no son sino otro reflejo de la relación diglósica”.

Para mí, Melià está hablando de la teoría lingüística de Chomsky sin saberlo (o sin querer mencionarlo). Chomsky afirma que existe una capacidad creativa inherente de quien maneja su propio lenguaje.

La sociedad no incorpora una palabra porque una academia así se lo indique, sino que inventa una propia; es el tiempo, el uso y la costumbre lo que la impone. Sucede así con palabras como “chatear” o “scrollear” en el español rioplatense, pues ocurre exactamente lo mismo con el guaraní paraguayo. Hay una academia de la lengua guaraní que intenta imponer una lexicografía que nadie usa en los hechos, a excepción de los abogados, ya que al ser un idioma oficial, todo lo legal debe estar en guaraní y español.

Como investigadora de literatura paraguaya, mi posición es la de abogar por la existencia de un guaraní paraguayo, diferente al guaraní indígena y al de la academia. Y creo que es en la literatura y en el arte en general en donde se puede comprobar la existencia de éste. Como te decía antes, apareció una telenovela, una biopic de Marilina, una cantante de cumbia paraguaya, y como ella casi sólo se comunicaba en guaraní, los primeros capítulos son solo en esa lengua, con subtítulos. Una genialidad. Ese guaraní, el que los actores hablaban era, sin duda, el guaraní paraguayo del que hablaba Melià en 1986 y yo, cuando me refiero a lo que sucede realmente en la calle.

“Mi posición es la de abogar por la existencia de un guaraní paraguayo, diferente al guaraní indígena y al de la academia”.

APU: Venís empujando una serie de procesos que tienen que ver con la revalorización de la lengua, de su puesta en uso, pero también de la escritura ¿Cuál es tu búsqueda fundamental y cómo es llevar esa tarea desde Argentina?

Y.A.: Mi búsqueda tiene que ver con aclarar un poco la confusión que hay con respecto al guaraní, ya que automáticamente se lo define como un idioma indígena, y a mi entender esto es un error. El guaraní que hablan los paí tavytera, ache, ava, mbya, karapé, etc. es, sin dudas, indígena, pero ese guaraní no es el que se enseña en las universidades y mucho menos en el centro universitario de idiomas, acá en Argentina. Y esto lo digo con mucho respeto y amor hacia el trabajo que realizan aquellas personas, ya que es muy valioso y necesario.

En este sentido hay que saber que todas estas comunidades que mencioné habitan no sólo Paraguay, sino también el norte argentino, el sur de Brasil, y una pequeña parte de Bolivia. Lo importante de este detalle es saber que las políticas del estado argentino, boliviano y brasilero son muy diferentes a las políticas del estado paraguayo. Y aquí se involucran las condiciones de vida de los indígenas en territorio paraguayo, de lo que no se habla, por estar un poco perdidos con el romanticismo que implica que los paraguayos hablemos un idioma indígena. Por su historia de pueblo colonizado, su genealogía criolla, su religión judeo cristiana y por su normativización, el guaraní que hablamos los paraguayos no es indígena, sino que es eso: paraguayo.

Llevar esta tarea en Argentina tiene que ver con esa frase tan repetida y que vivo muy al pie de la letra: lo personal es político. Soy descendiente de indígenas, paraguaya y también argentina. Ver a mi pueblo paraguayo e indígena ser explotado sexual y económicamente me produce un dolor que me motiva a la acción, y esto es consecuencia de mi cultura argentina. Por supuesto, es difícil, del otro lado se encuentra la frase: no te podes meter con el trabajo del otro. No le diríamos lo mismo al que quiere vender órganos. Creo, entonces, que los paraguayos y los indígenas tenemos derecho a pedir que no confundan nuestra historia y nuestras culturas.

APU: Hay un punto en el que tu tarea como investigadora se complementa en la divulgación de literatura paraguaya ¿Cómo se vive ese proceso? ¿Cuáles son los desafíos de traer una editorial de literatura paraguaya a Buenos Aires?

Y.A.: En un punto comprendí que el motivo de esta confusión es la falta de divulgación y acceso a la literatura paraguaya de expresión guaraní. Después, comprendí que esto estaba intrínsecamente relacionado con la profesionalización de los actores que intervienen en el mercado editorial paraguayo y las políticas estatales relacionadas con el libro y la lectura. Al final me di cuenta que si la montaña no iba a Mahoma, tenía que ir Paraguay a la montaña. Esto fue hace varios años atrás, cuando en la edición de la FED en el Konex noté que no había ninguna editorial paraguaya. Así empezó un lento trabajo de investigación y mucha gestión. Ese fue el momento en donde ambas actividades se unieron.

Para explicar por qué un poeta paraguaye o argentine que escribe en guaraní no está escribiendo en un idioma indígena fue necesario comprender la genealogía lingüística del idioma, y así vinieron las entrevistas a poetas y escritores paraguayos, que después se tradujo en un podcast (Javorái). Los resultados de mi investigación me permiteron llegar a este punto final, o si se quiere al inicio de esta aventura, que fue lograr que Arandurã, una editorial con treinta y dos años de existencia, tenga una mesa en la FED y así se inaugure un momento, la oportunidad de que sean los mismos paraguayes los que hablen por su historia, su literatura y su cultura. El desafío es que no hay un gran público para la literatura paraguaya, es decir, nos tiene que ir conociendo, y eso implica trabajar: conversar, investigar, escribir y militar la formación de lectores, no sólo dentro de Argentina, sino también en Paraguay.