Alika Kinan y un juicio histórico en la lucha contra la trata
Por María Sofía Genovese
El sol iluminó desde Capital a Tierra del Fuego, sin escalas. A pesar del calor de las cuatro de la tarde del miércoles 30 de septiembre, la casa de Tierra del Fuego en Buenos Aires de a poco se iba poblando: banderas, redoblantes y cantos apoyando a Alika Kinan. Ella es la primera en denunciar y ser querellante de sus proxenetas y lograr la condena. Antes del juicio, Alika fue amenazada, y gendarmería cuidaba su casa; también, a lo largo del proceso judicial fue hostigada y acusada de mentir en las declaraciones. Los imputados se defendieron diciendo que las mujeres que estaban ahí eran socias y lo que hacían era con consentimiento. En la tercera jornada del juicio, Alika manifestó que “si bien es un daño irreparable, este juicio es una manera de empezar a reparar algo. No quiero que haya más trata. No quiero que haya más prostitución. No quiero que haya más hombres que crean que pueden ir y elegir consumir un cuerpo como si fuera un pedazo de carne. La libreta sanitaria que requería la municipalidad para ‘trabajar’ en los cabarets es igual al control del Senasa para la carne. Eso era yo y son muchas mujeres: carne humana apta para ser consumida”.
Ese mismo miércoles, Pedro Montoya, de 57 años, antes del veredicto, declaró: “soy una persona limpia, honesta. Hace mucho que estoy en la isla. Juro por dios que nunca abusé de ninguna mujer”. Montoya y su mujer, Ivana García, fueron acusados por ser los dueños del prostíbulo. Montoya fue condenado a siete años de cárcel y una multa de $70 mil, responsable del delito de trata con fines de explotación sexual; García fue condenada a tres años de cárcel y una multa de $30 mil, acusada de partícipe secundario. “Creo en la justicia divina. Juro por dios que tengo la conciencia tranquila. Desde que tengo uso de razón trabajé y nunca torturé a nadie. Somos personas totalmente transparentes”, se excusó ella ante los jueces. La encargada del prostíbulo, Lucy Alberca Campos, eligió no declarar; fue condenada a tres años de cárcel, acusada también de partícipe necesaria. Además, se responsabilizó al gobierno municipal, al cual se le imputó una “reparación económica” para Alika.
El apoyo y la compañía de miles de mujeres a todo lo largo y ancho del país, desde el comienzo del juicio hasta ese miércoles, compensaron el dolor: “todas somos Alika”, se repetía en la mayoría de los carteles. En muchas de las movilizaciones y actividades que hubo entre el inicio del juicio y la sentencia, las compañeras de Alika se encargaron de que no se sintiera sola. En la marcha del Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer del 25 de noviembre, aparecieron esos carteles, como así también en el “gritazo” contra los travesticidios del día anterior, el 24, en charlas contra la trata y también en la ronda de Madres Víctimas de Trata que se realiza el último viernes de cada mes en Plaza de Mayo. Alika no está sola y, gracias a esa compañía, muchas mujeres van a animarse a denunciar y a luchar por sus derechos.
A la espera de la sentencia, los redoblantes sonaban cada vez con más fuerza, pero todavía no había novedades. “Yo también estoy muy ansiosa” publicó Alika en su cuenta de Facebook. Una vez desconcentrados, comenzó a circular un audio de Alika en el que, eufórica, contaba que habían logrado la condena: “chicas, salió condena y somos un montón. Gracias, gracias a todas, y vamos a seguir adelante porque son miles las víctimas y son miles las demandas que vienen de acá en adelante. Esta es la primera”.
Alika Kinan estuvo 20 años en “El Sheik”, un prostíbulo en Tierra del Fuego. Ella, con otras chicas, vivían al lado. Si se piensa en el lugar más hostil e inhumano, ni siquiera alcanza para lo que realmente era ese lugar. En el baño sólo entraba un bidet y era todo lo que tenían. Las habitaciones estaban conectadas con El Sheik, entonces les tocaban el timbre y ellas tenían que estar ahí al instante. Los inviernos duros de Tierra del Fuego para ellas se multiplicaban, los techos estaban rotos y con pérdidas de agua en todas partes. En octubre de 2012, Alika fue rescatada junto con otras seis mujeres y clausuraron el espacio.
La sentencia marca un antecedente muy importante, no solo porque se logró condenar a los proxenetas del Sheik, sino porque se expresó y quedó en evidencia la responsabilidad del Estado en la explotación sexual.