Dora Barrancos: "La desigualdad era estrepitosa antes del virus; el coronavirus la puso en evidencia"
Por Martin Massad y Juan Cruz Guido | Foto Daniela Morán
APU: ¿Cómo nace la idea de fundar este nuevo espacio llamado “Comuna Argentina”, integrado por intelectuales de mucho prestigio y mucho reconocimiento en la Argentina, y cuáles son sus objetivos?
Dora Barrancos: La genésis se debe al grupo más joven y en este sentido quiero reconocer el esfuerzo de Roco Carbone, que ha hecho un trabajo enorme de ligar, de hacer amalgamas con un resultado muy bello y que tiene en este momento una impactante adhesión de muchísima gente. Sería bueno que se supiera que si bien somos un grupo de gente que trabajamos con la cabeza, de trabajadores y trabajadoras del intelecto, en realidad, por su propia expresión de principios, este es un movimiento que debe estar extendido a la ciudadanía en general, más allá de por dónde nos ganamos la vida hegemónicamente. Me gustaría mucho que Comuna Argentina fuera un movimiento de la comuna argentina y creo que va a ocurrir eso porque hay muchísima gente que me escribe al respecto; es muy fácil hacer la adhesión, así que en algún momento tendremos alguna reunión de tala física, por ahora todo es telemático.
En lo particular, deseo que sea un movimiento que permita acumular energías, fuerzas, reflexión y nuevos pactos. Estas sociedades nuestras necesitan democratizaciones profundas, que haya una riqueza paritaria en lo posible, que se desmantelen las fórmulas brutales de acopio de concentración y demás. También se necesitan saltos muy importantes para garantizar paridad de género, reconocimiento de las otredades sociosexuales, en fin, necesitamos una vida democrática intensa, la cual está lejos de ese panfleto republicano encomillado, sino que tiene que ver con la verdadera victoria y distribución, haciéndola mucho más apacible. No creo que el capitalismo esté averiado de agonía, más bien ha tenido muchos estropicios y ustedes saben que se recompone bastante bien.
Me parece que este es un momento muy particular para hacer una reflexión general sobre si efectivamente se vuelve hacia una cierta soberanía del Estado nación respecto del flujo de recursos, sobre todo si es que va a existir un plan que impida esa suerte de alienación planetaria que tiene el capitalismo con esta fundamentación financiera internacional que ha hecho una corrosión de los caracteres nacionales.
APU: ¿Cuál es su opinión respecto al grupo de intelectuales macristas que asemejan el aislamiento social, preventivo y obligatorio dictado por el gobierno de Alberto Fernández a “una infectadura?
D. B.: Hay una homogeneidad que está relacionada con ser “anti” (antipopulismo, antikirchnerismo, anti Alberto); es decir, todo lo que forja un sentido de contrariedad acerca de algo, que en realidad es lo que, tal vez, debería estar en la espesura del pensamiento. Es muy poco republicana la vida republicana que han propugnado y que defienden.
Siempre dije que las derechas neoliberales en América Latina son absolutamente singulares, si se las compara con el ejercicio europeo, por ejemplo. Acá hay una propugnación clarísima de modelos muy conservadores, muy restrictivos, de Estados muy esmirriados, que están vinculados con cierto resentimiento. Es decir, me parece que en algunas mentalidades de ese grupo al que te referís hay un resentimiento duro, hosco, con la posibilidad justamente de una profundización, sobre todo de la redistribución de bienes y riqueza. Me parece, entonces, que habría que hacer diferencias dentro de la expresión “infectadura”.
Hay una cosa muy hosca, en el sentido general, de que el populismo es autoritario, y el problema que tienen para confundirnos más es la fórmula no autoritaria que ha venido teniendo la extensión populista, sobre todo en la Argentina. Esto los confunde más, los hace más hoscos y por eso están resentidos, porque en realidad este repertorio podría ser un poco más interesante pero, al contrario, cuando más pruebas existen de que hay una cierta integración, entonces eso produce un efecto de frustración porque efectivamente no existe lo que denuncian, y ese es el problema.
Creo que están tan enceguecidos que yo no atino a entrever si pueden, por ejemplo, dar cuenta de lo que ha significado nada menos que el estropicio republicano de esta red de espionaje. Me parece que creen que es un cuento más que forma parte de la narración.
APU: ¿Cómo ve el panorama de la desigualdad social en América Latina antes y durante la pandemia?
D. B.: Hace poco escribí sobre la paradoja de la universalidad de lo planetario que tiene el virus; entonces, en todo caso todo, el mundo está en riesgo, pero sus efectos son especularmente más graves si no componen la universalidad de la aceptación. El virus afecta universalmente, pero sus consecuencias dejan claro lo que estaba antes del virus.
Obviamente hay que sumar la propia parálisis económica, el hecho de que dentro de nuestro país el IFE ha tenido que asistir a casi 9 millones de familias, cuando la Argentina tiene alrededor de 17 millones de familias; entonces hay que calcular lo que es la escala del descampado social. En otras palabras, la desigualdad era estrepitosa antes del virus, ahora lo que el virus hizo es ponerla absolutamente en evidencia.
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