Cuatro puntos para entender el Acuerdo Nuclear
Por Ezequiel Kopel
Una primera aclaración es necesaria: el pacto nuclear no es el fin del camino, sí el comienzo de otro muy distinto. Arabia Saudita está furiosa; el Estado de Israel, los republicanos estadounidenses, los conservadores iraníes, también. Aquí, un esbozo del estado de la cuestión.
1. Arabia Saudita comenzó a responder. Ayer, el Financial Times publicó que los saudíes están extrayendo la mayor cantidad de petróleo desde 1980. Y no es causalidad: un Irán sin sanciones va a colocar un millón de barriles en el mercado por día, y se va a convertir en un actor más que importante en el mercado petrolero mundial; uno que, si bien, no va a poner de rodillas a los sauditas (actualmente nadie puede extraer petróleo de forma más barata que ellos), debilitará su influencia. Debido a esto, Arabia Saudita no sólo piensa utilizar su arma predilecta -el petróleo- si no que planea profundizar todos los frentes abiertos con Irán (Siria, Irak, Yemen, El Líbano), apoyando a los rivales de los chiítas en esos países. Esta acción sólo puede augurar una cosa: mucha más sangre. Otra posibilidad es que comience una carrera nuclear propia -como lo indican los arreglos que lograron con los franceses en junio pasado- por 12 mil millones de dólares. Sin embargo, esa decisión solo podría alejar aún más a Estados Unidos como uno de sus grandes aliados del Golfo. Arabia Saudita, quien ha hecho toda su "carrera" cerca de los norteamericanos con una alianza sellada a principios del reino, que ni la crisis del petróleo de 1973 ni los atentados de las Torres Gemelas en 2011 (15 de los 19 secuestradores eran sauditas) han podido quebrar, difícilmente tome el camino nuclear que le traerá más sinsabores que victorias.
2. Israel confiaba que sus lobbystas y emisarios hicieran el trabajo sucio y convencieran a Barack Obama respecto del "peligro iraní". Pero el presidente norteamericano tiene otras prioridades y una de ellas es el Estado Islámico -una amenaza que tiene todos los componentes para seguir creciendo- e Israel no va a pelear esa guerra pero Irán sí. La Republica Islámica, como actor central del Islam chiíta, es un enemigo militante de movimientos sunitas radicales como el EI, los talibanes y Al Qaeda, y si Estados Unidos está decidido a luchar contra estos grupos, Irán es su más que lógico aliado. Tampoco Obama olvida la vergüenza que el primer ministro israelí, Benjamin Nethanyahu, que desde que volvió al poder en 2009 ha hecho a Irán el centro de su política interna y externa, le hizo pasar en el Congreso estadounidense cuando lo criticó frente a los legisladores de su país, en una actuación inédita en la historia de ambos estados. Si bien el arte de la geopolítica mundial es no tener enemigos inamovibles, ese día se selló el acuerdo nuclear. Igual que Arabia Saudita, Israel espera que el tiempo de Obama como presidente se termine lo más pronto posible. Pero, mientras tanto, la estrategia post-acuerdo será tratar de afectar la votación del Congreso y descubrir posibles violaciones por parte de Irán. Pero Netanyahu no la tiene fácil: si el Congreso destruye el acuerdo, Obama se verá obligado a utilizar su veto y, si luego el Senado anula el veto presidencial, ya nada se interpondrá en el camino de Irán hacia la bomba nuclear. Netanyahu tendrá que elegir entre ir a la guerra solo, sin su aliado más fiel, o un Irán nuclear. Si Netanyahu hubiera optado por esa primera iniciativa, ya la hubiese utilizado hace tiempo, a pesar de la oposición de todo su alto mando militar y de la inteligencia israelí. Debido a todo esto, la confrontación Irán-Israel se encuentra muy lejos de apagarse.
3. Los republicanos norteamericanos perdieron una batalla importante pero todavía falta mucho y las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina. A los republicanos les haría bien un baño de humildad y un chapuzón en su propia historia: así, podrían recordar lo que hizo en el pasado su admirada referencia, Ronald Reagan, cuando fue presidente y posibilitó la entrega de armas a Irán, mediante el escándalo Irán- Contras durante su guerra con Irak. Por esa época, y pesar de bloquear toda condena a los iraquíes en la ONU por su uso de armas químicas en la cruenta guerra contra Irán (que se extendió por una década y fue iniciada por Saddam Hussein a principios de los 80 con la intención de apoderarse de yacimientos petrolíferos iraníes), Reagan no vio contradicción alguna en "robar" cientos de misiles antitanques de los depósitos militares del Pentágono para enviarlos ilegalmente a Irán (por ley estaba imposibilitado de hacerlo; Irán se encontraba en la lista de países que promovían el terrorismo). Como la otrora estrella de Hollywood ambicionaba apoyar militarmente a los derechistas en Nicaragua en su conflicto contra los sandinistas -también una enmienda prohibía el uso de dinero del estado para invertirlo en milicias de Centroamérica- utilizó el dinero que el Ayatollah Khomeini le depositó en un banco suizo a cambio de armas para financiar a los Contras nicaragüenses. Por lo tanto, antes de criticar a Obama por negociar con Irán, deberían recordar la actuación de su presidente más venerado y sus ilegales movidas.
4. Los conservadores iraníes, personificados en la voz del gran líder Ali Khameini –quien, al fin de cuentas, controla todo lo que pasa en Irán- felicitaron a su equipo negociador en Viena. A pesar de las declaraciones de apoyo, deben tomarse las palabras de Khameini con extremo cuidado: el mismo líder ha permitido que se ataque durante meses al acuerdo desde los sectores más "duros" de la sociedad, como son los medios afiliados a la Guardia Revolucionaria. Un sitio de noticias de línea dura, el Rajanews, criticó sin más el pacto, argumentando que Irán había entregado demasiado: "Irán ha aceptado limitaciones integrales a cambio de la suspensión de algunas sanciones". Lo cierto es lo opuesto: si Obama logró el acuerdo que quería, Irán obtuvo uno aún mejor. A cambio de armas nucleares, que todavía no posee, Irán obtendrá miles de millones de dólares por el alivio de las sanciones, la satisfacción de humillar tanto a Arabia Saudita como a Israel y el compromiso de Estados Unidos de tolerar el apoyo de Irán a Bashar al-Assad, Hezbollah y otras milicias chiítas iraquíes que participan en la sangría de Medio Oriente. Al fin y al cabo, Irán conservará una cantidad suficiente de infraestructura nuclear por si todo fracasa. No obstante, Khameini reconoce que el acuerdo les dará un importante "capital político" a los moderados iraníes encabezados por el primer ministro, Hassan Rouhani, y el canciller y jefe de las negociaciones con el P5+1, Jaraz Zarif. El temor es que estos últimos usen la popularidad que les da el acuerdo para realizar cambios estructurales en la represiva República Islámica de Irán. No obstante, es más que probable que Rouhani reciba presiones de todo el arco político, moderados y conservadores, para que materialice sus "agendas" específicas. En la esfera doméstica, los más liberales buscarán una sociedad más abierta y democrática, mientras que los conservadores de línea dura temen que cualquier apertura ponga en juego su poder. Por el momento, vale prestar atención a las palabras que el mismo Khameini pronunció en un discurso del pasado 11 de julio ante estudiantes universitarios (sus discursos siempre son un buen indicador que resalta hacia dónde se dirigen las políticas generales de Irán): "El dinero norteamericano está detrás de la influencia marxista en las universidades de Irán. Dividir a los estudiantes universitarios es una gran bendición para ellos y una de esas divisiones es hacer que el marxismo esté vivo de nuevo".