Alejandro Finisterre: el anarquista que inventó el metegol
Paseando por el centro de Madrid dimos con el local de la CNT – FAI. La histórica central sindical anarquista (Convención Nacional de Trabajadores – Federación Anarquista Ibérica). Dos compañeros nos reciben con amable curiosidad. Pronto surge el tema del fútbol: Maradona, Messi. Se debe haber notado nuestro orgullo de argentinos. Como réplica nos apuran.
̶ ¡Pero al futbolín lo inventamos nosotros! ¡Es español y anarquista!
Y así nos cuentan esta historia que no conocíamos.
El metegol, llamado futbolín en España, fue inventado en 1937, en plena guerra civil española, por el militante anarquista Alejandro Finisterre. Como se sabe, Hitler apoyó de entrada, en forma decidida, al golpe de Franco, colaborando con sistemáticos bombardeos de la aviación alemana sobre Madrid. En noviembre de 1936 Finisterre cae gravemente herido por una bomba. En un primer momento lo trasladaron a Valencia, pero finalmente, para su mejor atención, fue llevado a un hospital en Monserrat, Cataluña, donde pasa convaleciente muchos meses. Aunque lograron salvarle la vida quedó cojo para siempre. Lo que impidió que pudiese volver a practicar fútbol, su deporte favorito.
Fue allí donde conoció a muchos niños, heridos como él, condenados a esa incapacidad. Entonces desarrolló la idea del metegol inspirándose en el tenis. Así como hay un tenis de mesa, de la misma manera podría haber un fútbol de mesa. Y así nació nuestro metegol, llamado futbolín en España.
Alejandro Finisterre le confió a un amigo, Francisco Javier Altuna, un carpintero vasco, la fabricación del primer metegol, según sus instrucciones. Aun así, no pudo conseguir que su invento fuese fabricado y distribuido a nivel industrial porque en ese momento todas las fábricas de juguetes se dedicaban a producir armas para la guerra. Poco tiempo después patentó su invento en Barcelona.
En realidad Finisterre es un seudónimo. Su verdadero nombre es Alejandro Campos Ramírez, nacido en Finisterre, Galicia. Como muchos perseguidos por el franquismo cambió su apellido, en este caso en homenaje a su terruño natal.
Ante el triunfo del franquismo Finisterre logra huir a Francia. Cruza la frontera a pie luego de un azaroso periplo. Una lluvia torrencial arruina los papeles de la patente de su invento. No obstante logra años después que una empresa de Paris, que lo estaba fabricando, le reconociera en parte sus derechos. Con el dinero recaudado, Finisterre se traslada a Ecuador primero, y luego a Guatemala, donde edita una publicación cultural junto a otros republicanos exiliados. Finisterre aprovecha su conocimiento de las artes gráficas, adquiridos en sus trabajos adolescentes en este gremio, para potenciar sus actividades editoriales. Conoce, entre otros, al gran poeta León Felipe, se transforma en su editor, y terminará siendo su albacea testamentario.
En Guatemala mejora su metegol y logra empezar a fabricarlo realizando un buen negocio. Pero allí lo sorprende el golpe militar del coronel Castillo Armas quien lanza una cruel persecución contra los republicanos españoles exiliados. Finisterre es secuestrado y, en connivencia con el franquismo, el dictador intenta mandarlo a España. Apenas decoló el avión, Finisterre simula poseer una bomba, fabricada con una pastilla de jabón envuelta en papel de aluminio, con la que amenaza a la tripulación. La picardía tiene éxito, la tripulación cede y el vuelo se desvía a Panamá donde lo dejan bajar. En reportajes posteriores Finisterre se jacta, divertido, de haber protagonizado el primer secuestro aéreo de la historia, metodología que luego se hiciera tan frecuente en las décadas posteriores.
A partir de la transición española, Finisterre regresa a su patria, donde sigue desarrollando hasta su muerte en 2007, una intensa labor cultural lo que lo lleva a integrar la Real Academia Gallega.
El exilio republicano español en América Latina significó un aporte cultural y literario inestimable. La sombra franquista en España se correspondió con las luces republicanas que florecieron en la Patria Grande, sobre todo en México. Gran parte de la rica tradición obrera anarquista en Argentina se incorporó al peronismo. Todo eso lo sabíamos. Lo que no conocíamos es que el metegol, tan presente en nuestra niñez y adolescencia, proviniera de la misma fuente.