Carlos Ulanovsky: "¿De qué hablamos cuando hablamos de radio?"
Por Carlos Ulanovsky | Foto Daniela Morán
Especial para la Agencia Paco Urondo
Primera mala noticia: estoy en condiciones de informar, claro que, con pesar, que estos primeros 19 años del nuevo siglo demolieron e inutilizaron muchos pisos del edificio de la radio, tal como lo conocimos, en mi caso desde 1970 que soy un inquilino agradecido, y cómo lo habitamos.
En esa demolición hubo distintos responsables. Pasó el tiempo, se modificaron costumbres y hábitos de consumo, llegaron imbatibles e irremplazables novedades tecnológicas, se verificó la acción destructiva de empresarios que sin vocación radial alguna llegaron a adueñarse de frecuencias con el único propósito de hacer negocios veloces o para acumular poder, y por eso, y mucho más signos de la época, de a poco la radio se fue convirtiendo en la hermanita pobre de los medios, flaquearon las inversiones, cambiaron los pactos entre emisor y receptor y no siempre, nosotros, los emisores tomamos debida cuenta de ello refugiándonos en zonas de confort.
Por todo esto, y seguramente por varias cosas más, en estos días previos a mi viaje a Paraná me puse a escuchar las casi veinte radios AM y las más de veinte FM’s que se identifican y sintonizan en Buenos Aires. Quería escuchar sonidos, voces, programas, contenidos ; recordar quienes eran los responsables de las primeras mañanas; fisgonear en distintos horarios. Y, para ser honesto, para comprobar si todavía existían. Y también, en importante proporción, para poder honrar con alguna competencia el sub título de esta mesa: ¿DE QUE HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE LA RADIO?.
La información que en términos de sonido llegó a mis oídos fue decepcionante y lo que puede expresar hoy mi corazón es desánimo. Entre 1935 y 1960 la radio argentina no solo se convirtió en el centro del entretenimiento de cada hogar, sino que completó lo que, sin exageración, llamo la época de oro de la radio. En esos años hubo tres emisoras que juntaron arte, espectáculos y cultura popular en partes iguales. Por el aire de LR1 Radio El Mundo, LR3 Radio Belgrano y LR4 Radio Splendid pasó lo mejor de este medio: creatividad, inteligencia, emoción, innovación técnica y sonora, diversión, en una proporción tan significativa que le permitió a la radio disimular algunos de los feroces vaivenes políticos del país durante el siglo 20. Pero algo pasó para que a la nunca mal ponderada magia de la radio se le empezaran a descubrir todos sus trucos.
Hoy, la que fue gloriosa Radio El Mundo está fuera del aire desde hace poco más de tres meses; Radio Belgrano está en manos de la transnacional CNN y Splendid hasta su lustroso nombre perdió porque ahora se identifica como AM 990. Todo esto después de muchos años de inestabilidad, en los que estas frecuencias fueron alternativamente del Estado y de sucesivos e interminables pasamanos privados. Radio del Plata y Radio Rivadavia atraviesan emergencias permanentes, pero nada peor que la condena del silencio para una radio: la que desde hace un par de años enmudeció a la 1190 Radio América, vaciada por sus inescrupulosos dueños.
Otros fenómenos castigan la eficiencia de la radio actual. Continental, La Red, Mitre dependen de respectivos multimedios: tienen audiencia (desde hace años la emisora del Grupo Clarín encabeza las mediciones), pero no son otra cosa que pequeñas unidades de negocios dentro de gigantescos armados empresarios a los que, ampulosamente, denominan multiplataformas. Por eso en sus contenidos abundan los parentescos con la telefonía celular, con proveedores de Internet o con organizaciones de espectáculos. No son pocas las emisoras que para sobrevivir apelan al expediente de lotear sus espacios, generando una grilla caracterizada por la incoherencia y una diversidad de intereses que para nada es pluralismo. El caso de la AM 710, conocida como la 10 , es significativo. No solo porque desde hace tiempo sus dos principales directivos están presos; especialmente por los volantazos ideológicos que se advierten en su ruta de programación. Al espacio de primera mañana, conducido por Gustavo Sylvestre, claramente opositor al actual gobierno le sucede el programa de Baby Echecopar, que entre otras cosas apoya a la idea del que se vayan todos, y especialmente todas. Al rato sucede algo similar entre Oscar González Oro y Pablo Duggan. Las radios públicas (Nacional en AM, sus tres FM’s capitalinas y sus filiales provinciales, y en menor medida, la radio de la Ciudad) padecen las consecuencias de un Estado en retirada, lleno de conflictos y deudas. Se reiteran casos de radios quebradas o a cinco segundos de la inexistencia, que mantienen en su programación a figurones que llegan sostenidos por un rol de auspiciantes importantísimo. Ellos son los verdaderos dueños y las radios sus socios pobres. Otra cuestión es la de las frecuencias, la 740 (Radio Rebelde), la AM 750 y la 770M (Radio Cooperativa), las tres de perfil opositor al actual gobierno ven perjudicados sus objetivos y valiosos contenidos porque en la escucha ciudadana se enciman.
Por lo que sé y escuché, en la frecuencia modulada el panorama es similar. Mientras unas pocas flotan (Metro, Vorterix, La Cien, Radio con vos, Pop) emblemas del dial modulado como la Rock and Pop y Blue siguen al aire, pero con enormes conflictos laborales y con una sangría de personal muy importante. La modalidad de contratación más común es la cesión gratuita o con facilidades del espacio y que los conductores y colaboradores lleguen con sus apoyos publicitarios. Muchas radios optaron por la colectora más previsible: radios pasadiscos durante 24 horas, un locutor por turno y a otra cosa mariposa. Otras como RQP, KSK y Uno salieron del aire.
Ahora que ya los abrumé con las noticias regulares y también con las malas intentaré, como se dice en los noticieros de televisión, cambiar por completo el ángulo de la información.
Las nuevas tecnologías deben ser bienvenidas. Los teléfonos celulares, verdaderos equipos móviles de transmisión, aunque se sigan cortando en lo mejor de cada entrevista, salvaron la tarea de los movileros. Los monitores de televisión y las computadoras encendidos en los estudios, invitan a la pereza creativa, pero también sirven de momentánea inspiración y reaseguro para conductores y productores. Y a todos juntos, incluídos los oyentes, les facilitaron la tarea y la vida Internet y los buscadores de información. Gracias a Internet desde cualquier lugar del país podemos escuchar hasta la radio más distante. Y lo mismo les pasa a argentinos habitantes de Berlín, Ciudad de México o Tokio que, a través de la radio, pueden saber que temperatura y humedad hace en Buenos Aires o Tucumán o a cuánto cerró el dólar.
Entre las ofrendas tecnológicas más recientes es que es posible escuchar radio en dispositivos no convencionales como celulares, tablets, computadoras. Y que, las emisoras, hasta las más humildes, establecieron su página web, como para no quedarse afuera del dogma informático actual. En la jerga radial ya no se habla de emisoras sino de aplicaciones. Ya casi nadie se preocupa por aumentar la sintonía: sí, en cambio, se procura consolidar la cantidad de descargas. Y así como hay una exitosa televisión por demanda, hay una radio a la carta, con menúes capaces de saciar el apetito radial con cualquier gusto y en el horario que el consumidor disponga. ¿Te lo perdiste en el horario que fue al aire?: vas a la página y casi seguramente lo recuperás. Si no, desde hace poco contamos con esa plataforma notable que es Radio Cut, una herramienta que permite volver a creer en la magia de la radio.
En 1959 el escritor Truman Capote quedó sensibilizado por el asesinato, sin móvil aparente, de una familia completa en Holmcomb, Kansas. Ese crimen estremeció a los Estados Unidos y el libro de no ficción que Capote escribió, inspirado en ese cruento suceso, estremeció al mundo y aún está vigente. Creo firmemente que el podcast podría ser heredero de trabajos como A sangre fría, el libro de Capote publicado en 1966. Ese formato, que junte cultura e historia, información con recreación, puede marcar el nuevo, futuro camino de la radio. El paraíso mediático digital está en plena gestación, a la búsqueda de una radio más personal, menos efímera y pasatista, más cercana a cuestiones temáticas e intereses específicos, menos masiva y más de comunidades interesadas en un tema afín.
Hace unos días, en otro encuentro sobre la radio me enteré de varios datos que comparto:
- Ya existe una Academia Argentina de Podcasteros y también una Cámara Argentina de Medios On Line, que cuida los intereses de las radios denominadas on line nativas.
- De esta última Cámara surge el dato de que un 61,4 por ciento de los hogares argentinos cuenta con acceso a Internet y que el tiempo de consumo de radio por Internet asciende en promedio diario a 3 horas 15 minutos.
- Así como cada 27 de agosto se evoca el nacimiento de la radio en el país (atentos porque en menos de un año la radio cumplirá 100 años y como amante de los números redondos que somos seguro esa efeméride probablemente nos vuelva a reunir), las on line también tienen su día: 19 de agosto.
- En un ratito me familiaricé con términos no tan frecuentados: radio híbrida, transmedia, plataformizada, radio sin frituras, radio sin fronteras, radios que prefieren ser llamadas contrahegemónicas antes que alternativas.
En esa charla escuché las experiencias, muy novedosas y muy positivas, de Radio Congo y de Radio Futurock, ambas con un punto de partida similar. Al equipo de Clemente Cancela que hacía por FM Blue el programa Gente sexy le cancelaron el ciclo de un día para el otro, de la peor manera. En lugar de ir a llorar a la iglesia, se juntaron y armaron una radio por internet a la que irónicamente llamaron Congo en donde pudieron continuar con el programa Sexy Pipol. Por su parte la gente de Futurock proviene del proyecto de Nacional Rock, desplazado con el cambio de gobierno en el 2015. Instalaron una emisora desde cero. En ambos casos, el de Congo y Futurock crearon vías de financiamiento alternativo basadas en el sistema de comunidad. Y ¿saben qué?: les va bien. Les va muy bien. No son las únicas, pero Congo y Futurock son paradigmáticas de medios que funcionan a través de los aportes de sus oyentes. Congo también acerca marcas, organiza fiestas en tanto Futurock además de sostenerse con el aporte de 8 mil oyentes, también edita libros, produce discos, promueve charlas, encuentros y festivales de música.
También en estos días recibí un informe que me envió el profesor Oscar Bosetti, que identifica a los integrantes de una red interuniversitaria de comunicación comunitaria, alternativa y popular. Allí figuran los casos de 289 medios de fronteras, rurales, campesinos, sindicales, villeros, religiosos, cooperativos, de pueblos originarios, educativos, barriales, universitarios que son muy importantes en sus zonas de alcance e influencia pero que sufren los mismos flagelos que castigan a los medios más establecidos. Vale decir: consecuencias de la concentración mediática, incumplimientos oficiales, suba feroz de las tarifas de servicios, limitación de la publicidad privada y oficial, cuando no, además, clausuras, decomisos de equipos, vaciamientos diversos, censura, persecuciones políticas. No dejen de ver esta investigación.
Entonces, queda la pregunta: ¿De qué hablamos cuando hablamos de radio?.
- Hablamos de un sector trascendente de la industria cultural del país.
- Hablamos de un medio con un lenguaje reconocible y único.
- Hablamos de un medio en transición, con un pie todavía en el viejo sistema analógico y con alguna que otra mano y ojos puestos en el nuevo mundo digital.
- Hablamos de un medio que, de la mañana a la noche, anda a puro magazine y tiene débil vínculo con lo artístico, lo ficcional, eso que volvió inmortal a Orson Welles cuando con el único recurso de la arquitectura de voces y sonidos fue capaz de aterrorizar a media ciudad.
- Hablamos de una actividad informativa y cultural precarizada como pocas.
- Hablamos de un medio al que muchas veces dieron por muerto pero, con todos los cuestionamientos que se le pueden hacer, sigue vivo, entretenido, variado.
- Hablamos de la radio, sobreviviente de un tiempo que llegó a fastidiar con la idea de que una imagen vale más que mil palabras.