El campo de concentración de la Isla Martín García, y las Masacres de Napalpí y Rincón Bomba
Por Juan Ciucci
APU: En un artículo del libro Historia de la crueldad argentina. Julio A. Roca y el genocidio de los Pueblos Originarios analizan el caso de la Isla Martín García y al campo de concentración que funcionó allí.
Alexis Papazian: El trabajo sobre la Isla Martín García surgió también un poco desde la Red, guiados en el inicio por la doctora Diana Lenton que nos dijo que algo había allí sucedido, y que buscaramos archivos de ese lugar. En algunos libros, ya Enrique Maza lo mencionaba y otros historiadores, y junto con Mariano Nagy que es un compañero de la Red y profesor de Historia, empezamos a hacer archivo. En un inicio, fuimos al Archivo General de la Armada, porque la Isla Martín García durante más de un siglo dependió específicamente de la Armada. Si bien era parte de la Provincia de Buenos Aires, era un enclave que estaba administrado y controlado por la Armada. Ya era una prisión previamente a esto que vamos a mencionar ahora que es la idea de campo de concentración, era una prisión con presos políticos y después va a seguir siéndolo y va a ser muy conocida por algunos ex presidentes que van a ser llevados allí en carácter de presos. Tardamos en entrar al archivo, pero es público, y finalmente nos abrieron el espacio y nos sorprendimos porque encontramos más de quinientos documentos sobre Martín García. Lo que hicimos en el Archivo General de la Armada fue relevar más de doce años de historia documental de esa época. En el caso de los indígenas cuando son enviados a la Isla no lo hacen en calidad de presos, sino en calidad de indígenas.
Entonces, lo que vamos a trabajar es un poco de teoría sobre los campos de concentración, qué es un campo de concentración, que no necesariamente es un campo de exterminio, y observamos grandes contingentes, entre 1876 y 1886, de indígenas que son enviados a la Isla Martín García. ¿Por qué? Porque es un espacio de fácil control, porque es un espacio donde se pretende civilizarlos, se los separa en la isla en grupos entre los que son útiles y los que son inútiles, los que son mujeres y niños. En un principio, en los relatos, parecería ser que las familias se mantienen pero luego son separadas, en muchos casos las mujeres y los chicos son enviados a Buenos Aires a casas de familia que piden indígenas. Algo que también ya se hacía, se hacía en muchos casos sin pasar por la isla, llegaban al Retiro y desde el cuartel de Retiro se distribuían. Veíamos también que los indígenas eran incorporados a la Armada o se creaban batallones o piquetes de indígenas que eran enviados al continente y luego a la conquista.
Un montón de prácticas que uno podría considerar “civilizatorias”, en el sentido más terrible del término, en la cual lo que hacen es perder la identidad y la posibilidad de seguir reproduciéndose como sociedad, como cultura. Generando la situación de aislamiento, con un cambio de espacio físico al que ellos estaban acostumbrados, se les cambia los nombres, se los bautizan y notamos una cantidad de mortandad hacia fines de 1878 e inicios de 1879 a causa de la viruela. Con Mariano siempre la discusión era: acá hay exterminio o no. Entonces veíamos también como el esfuerzo por el Estado en vacunarlos, y ahí veíamos entonces el proceso no tan vinculado con el exterminio físico sino con el exterminio en tanto cultura y de modificar sus pautas culturales y sociales para incorporarlos a la vida civilizada, y eso es parte de las prácticas genocidas. Sobre todo hay que tener en cuenta que iban niños, mujeres, iban a veces familias enteras, contingentes que llegaban en muy mal estado, se menciona todo el tiempo el racionamiento de comida y la problemática que esto trae, hay quejas constantes de los oficiales que no alcanzan. Si uno tuviese que decir una cifra moderada de cantidad de indígenas, tiene que estar por arriba de los cinco mil que han pasado por la isla, y eso no es menor, es altísimo. Tengamos en cuenta también que no es el único centro, después había otra compañera, Pilar Pérez, que está trabajando sobre un campo de concentración en Valcheta, que está en el centro de la meseta de Rio Negro y que tiene distintas connotaciones porque de allí se les hacía hacer largas caminatas en las cuales morían una gran cantidad de indígenas. También en algunos lugares en Puan, algunos cuarteles de Chacarita donde también había indígenas reducidos.
Lo que tiene Martín García, si se quiere, es que encontramos un corpus documental mantenido. Luego, también trabajamos en el Archivo del Arzobispado de Buenos Aires, donde figuran todas las misiones, los intentos de los misioneros por ir y convertir a los indígenas al cristianismo, que también es parte de las prácticas de imposición de la época. Los que van, en ese caso, son sobre todo misioneros lazaristas, que es una orden religiosa que luego va a estar en una situación muy crítica con el Estado nacional por los maltratos que ven y se separan de su labor con los indígenas y ahí entran los salesianos. Pero bueno, uno de los datos centrales es pensar en los cambios de nombre, en la distribución de indígenas, en la distribución de las mujeres para entender esto que nosotros llamamos genocidio y en eso Roca, obviamente, es parte. Hay cartas que son enviadas al Presidente Roca y el Presidente Roca las envía a Martín García pidiendo indígenas, en muchos casos sus hermanos piden indígenas, Rudecindo Roca pide indígenas para las estancias en Misiones, una estancia que él tenía en Misiones que era todo terreno conquistado. Y Roca también se hace de sus grandes campos, pero no son los únicos; hay personas “del común” que también tienen y piden indígenas.
APU: En un plano de continuidad, también trabajan la cuestión de las reducciones ya en el Siglo XX.
Marcelo Musante: Sí, Napalpí y las reducciones, que estamos trabajando con Valeria. Si se quiere, creo que como Red también lo que nos ha pasado es que todos estos trabajos individuales que vamos haciendo permitió casi, no digo que sin querer, hay que entenderlo como un proceso, pero que aparezca mucha documentación. Y cuando digo documentación es porque muchas de estas cosas que fuimos descubriendo, todos estos espacios concentracionarios de personas como fue Valcheta, como fue Martín García, como fueron las reducciones que hubo en Chaco y Formosa durante cincuenta años en el Siglo XX, es toda documentación que nosotros encontramos en el Estado, en archivos del Estado, así como aparecen entrevistas, es toda documentación estatal que había. Me parece que en todos los casos lo que nos pasó es esto que decía Alexis de que siempre el Estado, cuando el grupo social al que tuvo que referir en particular fue el grupo étnico indígena, el colectivo indígena, siempre estuvo esta posibilidad de represión. Siempre hay una mirada donde la posibilidad de represión, y esto uno lo puede pensar hasta ahora en La Primavera, va a estar siempre, que me parece esa es la diferencia con muchos colectivos sociales a lo largo de la historia.
En el caso, por ejemplo, de Napalpí es en 1924, en un gobierno democrático, en el gobierno de Marcelo T. de Alvear, ya para ese momento la reducción de Napalpí funcionaba hacía trece años, estaba visto si se quiere como un espacio de civilización. Por ejemplo el Estado lo planteaba -uno cuando encuentra documentos en la memorias del Ministerio de Interior lo puede ver- como el paso superador a las campañas al desierto del Chaco. Sin embargo después nos aparece documentación en otros lugares en donde veíamos que seguían funcionando los fortines a lo largo de toda la zona. Por lo cual, si uno lo piensa por el lado de las víctimas, no era una invitación a formar parte de la reducción para civilizarlos a través del trabajo o la escuela. Era: si no van a formar parte de la reducción, con quienes se van a encontrar en el terreno va a ser con tropas militares que van a estar patrullando y van a ser vistos como los sujetos que no quieren civilizarse, y esto nos va a aparecer un montón de veces.
Esa reducción indígena en Napalpí era planteada hasta poco antes del año 1924 como un ejercicio que podía ser pensado para llevarse a otros lugares de la Argentina. El indígena va a ser visto fundamentalmente como mano de obra esclava, Chaco está en su apogeo de la cosecha de algodón, era visto como el oro blanco, era visto como el lugar donde la producción industrial del algodón estaba creciendo muchísimo y se exportaba muchísimo. Todos los colonos de la zona –muchos de ellos extranjeros- le piden al Gobernador que no permita salir a esos indígenas que estaban en la reducción para que no vayan a trabajar a los ingenios de Salta y Jujuy, una práctica que era habitual desde hace cincuenta años. Las comunidades indígenas que estaban en esos lugares, tobas y mocovíes, cuando se sublevan, se juntan, para ponerse en contra de esta política del gobernador Centeno. Y eso termina con un avión que sale de Resistencia y va a tirar balas hacia las comunidades, y uno cuando va a la zona es muy impresionante porque el lugar donde estaban las comunidades indígenas que planteaban estas demandas era campo abierto, era una gran pampa donde si pasa un avión no hay manera de protegerse de nada.
El Estado, cuando se encuentra con mucho indígena junto, ese indígena que empezaba a ser visto como la posible nueva incorporación a la mano de obra o hasta como el indígena folclórico o el pobrecito, se vuelve a transformar en malón y peligroso. Esto vuelve a aparecer en todos los medios de comunicación de la época, la semana anterior todos los medios empiezan a hablar de la peligrosidad de posibles malones. Esto termina con una represión feroz que dura varios días, con persecuciones a indígenas por diferentes lugares de Chaco y nuevamente con el desmembramiento familiar de muchísimas comunidades. Desmembramiento que se produce nuevamente porque ya las comunidades que estaban recluidas ahí habían sido corridas de las campañas al desierto, ya eran comunidades que habían sido forzadas a ir de un lugar del Chaco al otro, de un lugar de Formosa al otro. Eso hace que ahora uno se encuentre un sobreviviente de la reducción o de la masacre de Napalpí viviendo a 300 kilómetros del lugar.
APU: También trabajaron una masacre quizás menos conocida, la del ’47, que estuvo mucho tiempo oculta.
Valeria Mapelman: Claro, porque además el proceso se dio al revés, no empezó en los archivos sino que empezó con la recopilación de memorias de los sobrevivientes en Formosa. En el año 2006 yo empiezo a grabar estos testimonios, me vengo para Buenos Aires con cuarenta horas de grabación y al desgrabar eso estaba todo hablado en pilagá, porque no usamos traducción simultánea para no interrumpir a la gente, aparece esta historia en toda su dimensión. Me refiero a que no nos imaginábamos que hubiera sido de una magnitud tan enorme, geográfica y temporal, como lo que terminó apareciendo después a partir de la traducción de los testimonios.
A la primera entrevista fueron alrededor de veinticinco personas con testimonios que coincidían perfectamente entre ellos, se armó esa historia como en un rompecabezas. Ellos contaban que estaban en una manifestación de tipo religioso, había un líder religioso, un sanador que se puede entender no como un curandero, sino como un sanador de todo tipo de dolencias: las psicológicas, las cósmicas, las que venían también como resultado de la destrucción ecológica del lugar donde vivían, como resultado de la reducción. Todo eso había provocado ya en las comunidades Qom y Pilagá en Formosa, después de tanto tiempo de devastación y de reducción. Me refiero con reducción al hecho de haber sido reducidos en colonia tanto religiosas como estatales, las estatales por lo menos ya habían pasado como cincuenta años en donde la gente estaba en un espacio controlado militarmente y era enviada a trabajar a los ingenios azucareros de Salta y Jujuy desde Formosa, primero a pie y después en trenes.
Esta reunión religiosa que dura varios días, probablemente un mes, termina en una violentísima represión llevada a cabo por la Gendarmería Nacional, que había reemplazado a los antiguos regimientos de caballería que habían estado instalados en toda la línea fronteriza de Formosa. Formosa era territorio nacional, era como que la Nación terminaba ahí y esa frontera era algo diferente. Esta represión se produce el 10 de octubre, dura por lo menos veinte días en donde los sobrevivientes son perseguidos a través del monte, las familias son perseguidas en distintas direcciones, estoy hablando de cien kilómetros hacia el norte y por lo menos 60 kilómetros hacia el este, por lo menos con el grupo de gente con la que yo estuve trabajando. Y a lo largo de ese éxodo en el que las familias trataban de salvarse hubo más capturas, más fusilamientos, se utilizó la violación como arma contra las mujeres y hubo muchas personas que fueron muriendo en el camino porque no se atendieron las herida de bala.
Es decir que el número de personas que desapareció en el monte formoseño en el año ’47 no se conoce y es muy difícil que lleguemos a saber ese número. Cuando se termina este período se termina con las capturas, este periodo de masacre concluye en la captura de los grupos que son llevados nuevamente a las colonias indígenas, en este tiempo las colonias indígenas estaban a cargo de la Dirección de Protección al Aborigen, eran las colonias de Bartolomé de las Casas y Francisco Muñiz que están en Formosa. Ahí fueron llevados los capturados y en esos lugares se los puso a trabajar, también se separó a las familias de los niños porque había escuelas que estaban dirigidas por religiosos, estaba la Iglesia trabajando dentro de las reducciones. La idea era la de separar esos niños de las familias para que no reprodujeran culturalmente sus pautas familiares que continuaban presentes en el año ’47. Entonces estos chicos la semana pasaban separados de su mamá y su papá, y la gente era puesta a trabajar dentro de las colonias hachando árboles, destroncando, plantando algodón, cosechando y también eran llevados a Ledesma y Tabacal por el Estado argentino.
Esa creo que es una de las cosas más impresionantes de ver, el caso de la Masacre de Rincón Bomba porque el Estado, a través de la Dirección de Protección al Aborigen, continúa el trabajo de la Comisión Honoraria de las Reducciones de Indios de la época de Roca, ahí se ve perfectamente la continuidad de la reducción y la explotación dentro de las colonias indígenas. Octubre Pilagá, que es la película que resultó de todo esto, me obligó a ir a buscar archivos porque no se podía trabajar todo el material solamente con memorias, entonces es como una segunda etapa en el trabajo. Existen archivos que prueban que tanto el Ministerio del Interior, que estaba a cargo de Ángel Borlengui, como el Ministerio de Guerra, a cargo de Sosa Molina, estaban no solo enterados sino que están movilizando ellos las tropas de Gendarmería para llevar a cabo toda esta represión. Es decir, no fue un tipo que se le escapó un tiro, acá hay un Ministerio de Guerra que queda a cargo de la Gendarmería Nacional, en casos de conflicto la Gendarmería Nacional pasaba al Ministerio del Interior a recibir órdenes del Ministerio de Guerra. Y la represión está orquestada desde ahí, de hecho hay un avión que vuela desde Buenos Aires, desde el aeródromo militar del Palomar, se le coloca una ametralladora en Resistencia y de ahí vuela a Formosa para colaborar en la represión del año ’47.
Este hecho se ocultó completamente, en esa época existía la Subsecretaría de Informaciones, que enviaba cables de prensa a los diarios. Entonces se ve que hay una coincidencia increíble en todos los diarios para decir primero que se produjo un malón en Las Lomitas y que la Gendarmería se había propuesto repeler este malón indígena. Y estas noticias salen, sorprendentemente, el día después que se inicia la represión, entonces está claro que son noticias que sirven para justificar la masacre que ocurrió el día anterior, que se había desatado el día anterior. Las noticias aparecen el día 11 y 12, el día 13 se desdicen, entonces empiezan los diarios en simultáneo a decir que en realidad no pasó nada, que en realidad muertos no hay y se silencia todo. El día 14 y el día 15 no encontrás ninguna noticia más, se acabó la historia, excepto por un diario salteño, un opositor a Perón, un político radical llamado David Michel Torino en Salta, que va y se pone a revolver un poco más de cerca la cosa. Estaban muy cerca Salta y Lomitas, manda un corresponsal y el tipo va y ve restos humanos quemados, porque le prenden fuego a los restos humanos que habían quedado de la represión y ese es el único dato periodístico que hay, que confirma y coincide exactamente con lo que cuentan los abuelos. En los años que estuve trabajando ahí se inició una demanda contra el Estado Nacional y se encontraron fosas comunes.