Caso Antillanca: La hora del pueblo
Por Juan Francisco Gentile
“Hallaron muerto a un joven de coma alcohólico”. El titular fue publicado por un periódico local de Trelew apenas horas después de que vecinos se encontraran en plena calle con el cadáver de Julián Antillanca, un joven de 20 años de edad que había salido a bailar con sus amigos la noche anterior. Era el 5 de septiembre de 2010, y en el desarrollo de aquella nota, publicada sin firma, se dejaba en claro que la versión de muerte por consumo excesivo de alcohol era la ofrecida por la policía local como toda explicación ante lo que parecía una tremenda paliza: múltiples traumatismos en la cara, cabeza y cuerpo de Julián hicieron pensar a su familia y sus amigos que lo habían matado a golpes. Una testigo clave aportó el testimonio que cerraba la escena: Antillanca había sido brutalmente golpeado por cuatro agentes de la policía local en un descampado, y luego arrojado desde un patrullero junto al paredón donde lo hallaron sin vida. Los cuatro policías de Trelew señalados por la testigo como los autores del hecho fueron absueltos durante un juicio en marzo de 2012. Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictaminó que deberá realizarse un nuevo juicio por el caso Antillanca por haber sobrados elementos que señalan a los agentes como los responsables materiales por la muerte de Antillanca. El juicio se espera para este año.
“La voz de la policía es la que prevalece habitualmente, la que más se escucha siempre en los medios. Era hora de que hablen sus víctimas”, dice el periodista y escritor Daniel Riera, guionista y uno de los directores de Un paisaje de espanto, el documental recientemente estrenado que reconstruye el caso de Antillanca y deja expuesta la responsabilidad de la policía local en su muerte, así como también la complicidad judicial y política para encubrir a los asesinos. El largometraje muestra además, desde la óptica de los sectores populares de la ciudad chubutense de Trelew, cómo la policía local instauró una suerte de estado del miedo en los barrios pobres a través de una serie de golpizas, asesinatos y desapariciones arbitrarias. Entre el material que revela Un paisaje… aparecen imágenes de poderosa carga simbólica y narrativa, como el estado del cuerpo de Antillanca horas después de morir asesinado –imágenes sorprendentemente tomadas por César Antillanca, padre de la víctima, que buscaba material para sustentar su oposición a la hipótesis del coma alcohólico- y las declaraciones de los acusados en el juicio que terminó absolviéndolos.
Agencia Paco Urondo: ¿Por qué pensaste en contar la historia a través de un documental, siendo vos un periodista de gráfica?
Daniel Riera: No tengo idea. Quizá porque me pareció muy pero muy importante y una película es algo, por así decirlo, “imponente”: tiene más llegada y es más duradera que una nota en un medio. Lo decidí en la misma noche, en la misma cena en la que me interioricé sobre el caso. Y felizmente encontré con el tiempo a Mauro Gómez, un amigo cineasta con el cual formamos la dupla que codirigió esta película.
APU: ¿Cómo fue el proceso de filmación? Durante ese tiempo, ¿qué pudiste ver de cómo se da la relación entre el pueblo y las fuerzas de seguridad?
DR: El rodaje fue muy intenso y muy frenético, en cuatro días a full desde la mañana a la noche. En Trelew, como en todas partes, hay una parte de la clase media que pide más policías, mientras que hay pobres que están aterrados y tienen miedo de ser las próximas víctimas. Por supuesto que esto no es tan “químicamente puro”, que seguramente hay una parte sensible de la clase media preocupada por estos casos y seguramente también hay pobres que piden mano dura.
APU: ¿Buscaron fuentes más allá de las familiares –policiales, políticas, judiciales-?
DR: Policiales, no. Los policías hablan en los juicios y dicen que no estuvieron allí la noche del asesinato de Julián. ¿Para qué íbamos a entrevistarlos? Judiciales, más o menos. Los jueces hablan por sus fallos, así que en ese sentido estaba también todo dicho. Sí quisimos hablar con la fiscal Moreno, que nos dijo que estaba muy ocupada, también con el doctor Corach, que nos filtró, y sí hablamos con el perito forense Herminio González, que aparece en la película. Lo ocurrido está a la vista y además las escenas del juicio son muy contundentes. Por otra parte, también es cierto que la voz de la policía es la que prevalece habitualmente, la que más se escucha siempre en los medios. Es hora de que hablen sus víctimas.
APU: ¿Por qué, inicialmente, los medios locales hablaron de un caso de coma alcohólico y taparon algo que claramente fue había sido una tremenda golpiza?
DR: Compraron la versión del comisario Sandoval sin chequear demasiado. Pero César Antillanca tuvo el coraje enorme de sacarle fotos al rostro desfigurado de su hijo y desbarató así la coartada.
APU: ¿Cuál es la responsabilidad que le cabe, desde tu óptica, al poder político provincial?
DR: El Estado tapa estos casos. No exonera policías, no impulsa justicia. Los pocos policías condenados que aparecen mencionados en la película, los tres que confesaron haber participado de la violación al chico Almonacid (N del R: se trata del caso de Maximiliano Almonacid, quien fuera golpeado y violado por policías de la comisaría segunda de Trelew en enero de 2012) fueron condenados a penas de prisión en suspenso y siguen prestando servicio en la policía.
APU: La comisaría de Trelew donde ocurrieron varios de los hechos es señalada por los vecinos como la “comisaría de la muerte”. ¿Considerás que se trata de un caso aislado, particular, de los policías de ese lugar? ¿O los asesinatos son producto de algo más profundo y arraigado en las fuerzas de seguridad provinciales?
DR: No es la única provincia en donde ocurren este tipo de casos, pero digamos que el estado de impunidad facilita que ocurran nuevos casos constantemente. Nada casualmente, a la semana de la absolución de los acusados de matar a Julián, violaron al chico Maxi Almonacid. Al mismo tiempo, la instrucción de solo seis meses, al cabo de los cuales un policía sale con un arma en la mano, es una especie de bomba de tiempo. Y seguramente hay un desequilibrio psíquico: los policías suelen provenir de la misma extracción social a la que reprimen, pero con el arma en la mano sienten que tienen un pequeño poder. No deja de asombrarme que estos no sean casos de “gatillo fácil”, en el sentido de que no se usan armas de fuego: a estos jóvenes se los mata con las manos, a golpes como a Julián, a puñaladas como a Bruno Rodríguez Monsalvez, ahorcados como a Ángelo Vargas. Es como si hubiese además una suerte de placer morboso en el acto de provocar la muerte.
APU: ¿Tenés esperanzas de que se haga justicia en el juicio que debe abrirse este año?
DR: No lo sé, francamente. En el tribunal nuevo hay dos jueces que absolvieron a los policías que violaron a Maxi Almonacid. Más que plantearlo en términos de esperanza o desesperanza, te diría que creo que la movilización popular, la gente en la calle haciéndole notar a los jueces que los está observando, la prensa cubriendo el caso, podrían ayudar a que esta vez sí haya justicia.
APU. ¿Cómo evalúan la recepción que está teniendo Un paisaje de espanto?
DR: Muy bien. La gente, en general, está muy conmovida y muy movilizada. Las críticas han sido muy buenas y además en Trelew la Comisión contra la impunidad y por la Justicia decidió tomar el documental como una herramienta de denuncia y de militancia. En Buenos Aires sirvió para visibilizar el caso: que hayamos podido estar 15 minutos en Canal 7 junto a Mauro Gómez –el otro director de la película- y César Antillanca, el padre de Julián, es un hecho importante en sí mismo, ya que nunca se había hablado de estos casos en la tevé abierta.
Funciones de Un paisaje de espanto: ArteCinema, de Constitución (Garay y Salta), todos los días a las 17.10.