Salando las heridas: Skay/Pergolini/Indio
Por Juan Ciucci
El novelón suma un nuevo capítulo, de una serie ya desafortunada que tiene a sus espaldas una de las experiencias culturales más trascendentes de nuestra historia reciente. Se invoca a Patricio Rey y todos sabemos ya de qué estamos hablando, y de quienes: los ricoteros.
Como aquella burla que dice que alguien se convierte al judaísmo para poder contar chistes de judíos con impunidad, me siento como ricotero en condiciones de poder expresar algo de lo que a muchos nos produce toda esta basura televisada. Justamente a nosotros, que aprendimos de aquel fuego que las noticias siempre eran de ayer, y que los medios construyen un ojo idiota.
Aquella tríada particular que cocinó las palabras, músicas e imágenes que constituyen parte fundante de nuestro ser (y no sólo ellos tres, claro está) hoy se pelea en público de un modo vergonzante. Vuelven a tirarse frases desde los medios, recurriendo en el caso del Indio incluso a las marcas de aquella prosa que estará siempre conectada con nuestro modo de ver y entender el mundo. Realmente, un papelón.
Y si le faltaba algo al asunto, es que justamente Pergolini sea el que los llame a la cordura. Ya está, cierren todo, no creo nos quede mucho más por ver. Salvo que la pelea llegue a tribunales y los veamos responder las sagaces preguntas de Paulo Kablan, o que la reunión de Los Redondos se dé en el show de Tinelli con los gomas de fondo gritando “INCREÍBLE”. Pero sería un poco excesivo, ¿no?
En tanto quedamos nosotros, fieles guardianes del legado. El único heredero es el Pueblo ricotero, podríamos decir. Nos veremos en algún recital de Skay, en el ¿último? del Indio, en el Luna Park para ver su película, en alguna muestra, recital de banda tributo, en los shows de Dawi/Bucciarelli, en calles, bares, plazas…
Todo esto lastima, hiere una historia demasiado intensa como para tener un final así. Pero Los redondos no son ellos, es muchísimo más que esas tres personalidades que no lograron comprender lo que para tantos significa el arte que nos compartieron. Será esto tan sólo una anécdota menor de aquello que aún nos conmueve, nos convoca, nos hermana. A brillar, mi amor, volvamos a brillar.