¿El infierno está encantador?
Por Matías Zalduendo*
El presidente electo Mauricio Macri cumplió un mes y días en sus funciones en el poder Ejecutivo. El calor de diciembre y enero vino acompañado de una devaluación que generó pérdida en el poder adquisitivo, despidos de trabajadores, intervención de instituciones, represión y el comienzo de una nueva etapa cultural en la Argentina que pretende borrar algunas discusiones ganadas estos años.
Todo lo que se ha vivido en estos días cuenta con el mayor blindaje mediático que se puede ver desde el retorno de la democracia: es difícil encontrar una voz que pueda expresar, difundir gran parte de las medidas que se están tomando y afectan a los trabajadores. Mientras todos los medios de comunicación estaban en vilo bajo un policial con detalles de tragedia y comedia denominado “la persecución más grande de la historia” el macrismo comenzaba a instalar sus primeros pasos en el gobierno. ¿Será cierto el consejo del mandatario español Rajoy a Macri “todo lo que tengas que hacer, aunque sea duro, hazlo ahora”? En su campaña electoral las distintas hipótesis que se imaginaban sobre lo que podía realizar una restauración conservadora en el poder han sido confirmadas y en algunos caso han tomado por sorpresa hasta a los más pesimistas.
Uno puede preguntarse qué punto de contacto hay entre modificar los próceres por animales en los billetes y los despidos, o las intervenciones en instituciones como la Afsca y la respuesta que podemos encontrar es : la desideologización del Estado. Un Estado “neutral”. ¿Existe el Estado neutral? En distintos momentos de la historia nos hicieron creer que sí, pero no y tampoco tenemos que creer que no hay Estado o lo que alguna vez se denominó Estado ausente. El Estado actual existe con el objetivo de intervenir para los sectores más poderosos y elegir a qué sectores de la sociedad beneficiar. Durante los 12 años que se han vivido una de las grandes conquistas que podríamos pensar como el motor de los cambios fue la recuperación del Estado. Un Estado que intervino para redistribuir la riqueza, para que los sectores más vulnerables obtengan derechos, para que existan paritarias. Como gran conclusión de estos días el campo popular tiene que defender el Estado pero no cualquier Estado, el Estado “ideologizado” porque si algo hemos aprendido es que el Estado no es neutral ni nunca lo fue. El Estado es la herramienta de los trabajadores para garantizar los derechos básicos como la salud, el trabajo, la educación, la cultura para nuestro pueblo. Un Estado que hoy más que nunca está en disputa, un Estado que hoy puede ser un factor que termine resultando en detrimento de los que más lo necesiten.
En estos días estamos viviendo las primeras reacciones de parte de la sociedad que no puede aceptar las medidas que toma el ejecutivo. Este sector de la sociedad que está indignada y llamamos “los empoderados” llenan plazas, se encuentran e inmortalizan un canto de esperanza que contiene a todos los que están presentes. La pregunta es si son estas plazas multitudinarias en algunos casos y muy diversas la única respuesta que podemos dar como pueblo organizado ante un gobierno que avanza con un manual elaborado por el sector financiero. Las plazas son un punto interesante de encuentro, de contención en muchos casos, de respuesta ante la indignación pero el pueblo organizado, la historia reciente, y las conquistas obtenidas merecen un salto organizativo más grande y definiciones políticas más claras. Las organizaciones sindicales van a cumplir un rol central frente a las demandas que surgen. La única posibilidad de impedir el avasallamiento de nuestros derechos es con la unidad del campo popular.
Dentro de la pluralidad del campo popular, el peronismo -como marca su historia- cumplirá y debe hacerlo un rol protagónico. Se buscará discutir nuevos liderazgos pero si eso implica desconocer lo hecho en estos años, desconocer los liderazgos de Cristina Kirchner o de Daniel Scioli y buscar personajes que tienen actitudes oportunistas y mezquinas se terminará abonando a la consolidación de un gobierno que encontrará más fácil el terreno. Un peronismo fracturado puede ser el símbolo de muchas plazas sin capacidad de construcción política y de resistencia a las medidas que afectan a nuestro pueblo. El momento histórico demanda un peronismo unido, con liderazgos que convivan, dirigentes y organizaciones que con humildad construyan la unidad donde podamos interpretar nuevamente a las grandes mayorías de nuestro pueblo y defendamos lo conquistado. Las próximas respuestas que demos como campo popular serán muy importantes para los meses que se aproximan. Cuanto mayor grado de organización tengamos mayor dificultad tendrá el gobierno en imponer su agenda. El infierno está encantador siempre y cuando seamos responsables en el rol que tenemos para defender a nuestro pueblo y no volver a ese infierno de los 90 que fue eterno para muchos.
* Secretario Nacional de Juventud CTA de los Trabajadores