La Nación contra TeleSur y su “nefasta política editorial”
Por Juan Ciucci
Editorial del día, y una vez más La Nación elige operar sobre la realidad apuntalando una decisión del macrismo que fuera repudiada continentalmente: retirar su participación de la cadena suramericana TeleSur. Un diario que nace de la mano del genocida Mitre como la continuación de la política por otros medios, y que en pleno Siglo XXI sostiene su capacidad de coacción y construcción ideológica.
“El problema esencial de Telesur no es su ideología, sino su rancio primitivismo panfletario para procesar las noticias”, nos anuncia. Queda claro que también es esa ideología, pero el foco eligen ponerlo sobre ciertas “verdades” del periodismo. Así acusan a la cadena internacional, donde nos dicen que “la interpretación y la valoración de los hechos es más relevante que la noticia en sí”, se “rompe la lógica y la buena fe en aras de un fin determinado”, se “distorsiona los factores para que las causas que defiende con ardor militante salgan airosas sin excepción alguna”, o donde “a los adversarios siempre (se) los presenta deslucidos y demonizados”.
Esta lista que parecería definir perfectamente el accionar de “la tribuna de doctrina”, es sin embargo un inventario de acusaciones contra una señal que subvirtió las lógicas de los medios hegemónicos del continente, y su alineamiento automático con los intereses de los EEUU en la región. Que le dio voz a los movimientos populares americanos y denunció el accionar de la derecha continental.
No parece casual que este editorial sea publicado un día después de la votación contra Dilma en Brasil, donde el blindaje comunicacional presenta como un avance democrático lo que es un nuevo golpe de baja intensidad en la región. Ni que sea luego de la defensa que realizó Cristina Fernández de Kirchner en una breve nota con la señal internacional. “La señora de Kirchner pagó con creces esos halagos: fue Telesur el único medio que contó con una entrevista exclusiva de su parte y lo llenó de alabanzas”, dicen, recelosos.
“Con estos procedimientos tan oprobiosos con que se maneja Telesur no era posible que el Estado argentino siguiera avalando tan nefasta política editorial, y por eso ha decidido acertadamente dejar de pertenecer al consorcio de países que contribuyeron a su fundación y sostenimiento”, sostiene como defensa a la decisión macrista.
Siguiendo con sus teorías comunicacionales, La Nación anuncia que “como la neutralidad absoluta no existe, Telesur podría haber elegido distintos caminos editoriales posibles que le sirvieran de marco para desarrollar los temas: conservador, progresista, confesional o iconoclasta, entre otros”. Pero estaba signada por la desgracia, según parece: “la cadena noticiosa con sede central en Caracas tuvo la desgracia de nacer en la Venezuela de Hugo Chávez”.
Al analizar su línea editorial, anuncia que “en estos días dedicó gran atención a la crisis política en Brasil, donde tomó partido por la presidenta Dilma Rousseff, y alentó en sus reportes la descabellada tesis de la confabulación y el golpe de Estado”. Decir que es descabellado, claro está, no es un “primitivismo panfletario para procesar las noticias”.
Los ejemplos que pone para demostrar su “nefasta política editorial” no serían los mejores para apoyar su punto. “Sobran los ejemplos para demostrar su malicioso modus operandi: "Más políticas neoliberales: la Argentina aumenta tarifas de gas y agua en más de 300%", tituló días atrás”, nos cuenta. Claro, La Nación eligió presentarlos como algo ineludible, y con consejos para ahorrar energía…
En el final, destila aún más doctrina: “lo peor de Telesur no es, pues, su ideología si así pudiese definirse su estilo de populismo errático y ramplón”. La objetividad, ante todo. “Sino su intrínseca mala fe para informar, que mientras llena de alabanzas obsecuentes al régimen que asfixia a Venezuela, dedica a sus enemigos inexactitudes, exageraciones y omisiones extremadamente burdas”.
Un editorial que bien podría servir como manual de estilo para los periodistas de La Nación, para superar desde sus notas la “nefasta política editorial” que el diario mitrista viene llevando adelante desde 1870. Y que encontró una saludable reacción en el repudio de sus periodistas al editorial progenocidas del año pasado. No les faltará oportunidad para nuevos repudios, ciertamente, será cuestión de ver si vuelven a expresarlo públicamente.