San Perón: crónica de una marcha sindical
Por Jorge Giordano. Foto de Josefina Figueroa.
Bombas sonando desde la mañana en el epicentro del país, una tras otra, todo el tiempo. Te regalo ser turista extranjero que vino a buscar tango y lagos patagónicos. El día arrancó con laburantes subiendo contentos a un micro desde el conurbano, sacándose fotos durante el viaje. O un día antes, con trabajadores saliendo desde pueblos y ciudades de todo el país.
Todo el mundo abrigado mientras circula una imagen de Héctor Recalde, Leo Grosso y Facundo Moyano ("traidor, ¿por qué te fuiste? podríamos haber sido tan felices..." piensan algunos). Una radio vuelve del corte y empieza con un apocalíptico "no vengan para el microcentro hoy porque está tomado..." pero baja un cambio y sigue "... por una histórica movilización de las cinco centrales obreras que se manifiestan contra las políticas del gobierno nacional". Si marchan todas las centrales obreras juntas, algo pasa. Una bomba atómica de trabajadores que inhabilita todo el centro de la ciudad, corta las calles y camina por donde quiere.
El promedio de oficinistas sueltos por cuadra, altísimo en un día normal del microcentro, disminuye progresivamente al acercarse al bajo porteño. Aparece una marea de cascos blancos y uniformes de trabajo, algunos azules, otros verdes. Los niveles de oficinismo recién se recuperan al distinguir las columnas organizadas de trabajadores bancarios, estatales, y de comercio.
"No marcha hace 25 años, siempre fue oficialista... mirá que malo es Macri que lo hace marchar a Cavalieri", exagera un poco un empleado de comercio bajo programa de protección de testigos. Están todos. Todos. Camioneros de La Rioja, empleados de Comercio de Neuquén, trabajadores de Luz y Fuerza de Córdoba, estatales de UPCN, estatales de ATE, lecheros de General Rodríguez, los trabajadores de la economía popular de la CTEP. Obviando el cálculo frío y concreto de asistentes a la marcha, la organización y el poder del movimiento obrero emociona y hace inevitable preguntarse qué hubiera pasado "con todos adentro siempre". Muchos kirchneristas subestimaron -subestimamos- a una pata fundamental que, a la hora del ajuste y los despidos, puede defender puestos de trabajo y conquistas clave.
Todos están, las intendencias peronistas también. Verónica Magario dice "el peronismo está acá", mientras el matancero Espinoza, y Menéndez, de Merlo, luchan contra sánguches de lomito. La Matanza de Magario, provincia en sí misma, tiene ahora un gabinete de ex ministros y figuras nacionales y provinciales: Débora Giorgi, Alejandro Collia, Roberto Feletti. Es una buena oportunidad para probar la fortaleza de la aplicación de las políticas de la última década planteadas desde lo exclusivamente municipal. Una de las realidades paralelas bonaerenses, un oasis industrial peronista-kirchnerista que intenta olvidar que el amarillo pintó municipios y provincias enteras.
Antonio Caló, líder de la UOM, mete la mano en el bolsillo y lo muestra vacío. En un amontonamiento le robaron 700 pesos pero no cambia en nada su convencimiento: "¿No escuchaste lo que dije en mi discurso? El 22 de agosto las tres CGT se unen, no tengas ninguna duda".
A pesar de las circunstancias adversas, una movilización como esta se parece a un día de fiesta para gran parte del movimiento obrero. Hay mucho de subsuelo sublevado del 17 de octubre en estas movilizaciones, con su también particular forma de ocupar el espacio público. A algunos les parece un horror que se coma y se tome alcohol, pero no que se ajuste sobre el conjunto de los trabajadores. No entienden que cualquier organización política seria requiere de micros para movilizarse. No les gusta la organización seria, les gusta que nadie tome.
Parado de frente al palco se distinguen los oradores, las banderas y los globos gigantescos con tres o cuatro letras cada uno. En el fondo de la foto asoma el viejo escudo de la CGT del edificio de Azopardo. Hacia la derecha aparece la Facultad de Ingeniería, antigua sede de la Fundación Eva Perón. De su techo cuelga un trapo gigantesco con la bandera argentina, obra del gremio de panaderos. Desde la multitud un hombre levanta un cuadro, no logramos verlo de frente. ¿De quién es? ¿Un dirigente sindical, una ex presidenta? Ante la inquietud se da vuelta y muestra una imagen blanco y negro del General Perón.
La mayoría de los Camioneros aplaude fuerte cuando termina de hablar Hugo, otra parte no tanto. Al terminar la marcha tradicional, siguen de largo y terminan con el famoso "junto a Néstor y Cristina, la gloriosa JP". Hubo realmente de todo. Kirchneristas que se mordieron los labios al tener que estar atentos a Moyano, de vuelta, después de sentirse cagados. “¿Por qué te fuiste? ¡estábamos bien juntos!", piensa un sector. Estoy seguro.
"¿Qué es lo popular?", se escucha como pregunta en algunas facultades. Cuando termina de sonar la marcha peronista arrancan los Redondos y nos preguntamos si va a pasar lo que queremos que pase. Las banderas sindicales antes quietas empiezan a ondear alrededor de un círculo que se abre y el pogo de “Ji Ji Ji” mezcla a los señaleros ferroviarios con los camioneros de Misiones.
Los gremios estaban todos, juntos pero con diferentes estilos de conducción, magnitudes e historias. Diferentes también a la hora de irse. Los Moyanos se alejaron del lugar rodeados por un grupo numeroso de muchachos. Varios líderes de la CGT se mostraron sueltos, abiertos a responderle preguntas al que quiera preguntar. Otros dos dirigentes de la CTA se fueron solos a comprar cremonas a la panadería.
En dos semanas el macrismo sufrió dos movilizaciones masivas en su contra, ambas con tintes históricos. A sólo cinco meses de asumir su mandato, sumaron alrededor de 350 mil personas en la calle entre las dos marchas. Una nucleada por su principal rival político, otra que expresa la base social sobre la que está ajustando. Parece que de la suma de ambos factores no sale nada bueno para los sectores que apoyan las políticas de ajuste. Y el día que aparezca la burguesía nacional poné los fideos que estamos todos. Va a ser "San Perón".