Carlos Gorostiza: el teatro como resistencia
Por Analía Ávila
“Goro, se está incendiando el Picadero”, fue el llamado que recibió el dramaturgo, director y novelista Carlos Gorostiza en la madrugada lluviosa del 6 de agosto de 1981. “Nos habían puesto una bomba, los organizadores de Teatro Abierto nos juntamos en el bar La Academia, sobre Callao, y lloramos como chicos”, recordaba el autor en una entrevista. El 28 de julio de 1981 el grupo de Teatro Abierto había realizado la primera función en el Teatro del Picadero, en Pasaje Santos Discépolo (ex Pasaje Rauch) de la Ciudad ; este movimiento de resistencia cultural tenía unos 250 integrantes entre autores, directores, actores y técnicos que querían visibilizar la dramaturgia argentina aislada por la censura en las salas oficiales. Las obras eran cortas y los temas tenían que ver con la represión, el autoritarismo y los desaparecidos.
El atentado con bombas incendiarias realizado por un comando de la última dictadura destruyó el teatro pero no el espíritu del grupo de artistas, entre los que, además de Gorostiza, había autores como Osvaldo Dragún, Griselda Gambaro, Roberto Cossa, Aída Bortnik y Eduardo Pavlovsky. Al día siguiente recibieron el apoyo de todo el ámbito cultural y las funciones pudieron continuar con gran éxito de público en el Teatro Tabarís, hasta la finalización del ciclo en 1985. “Los años que tuvimos de dictadura militar han dejado un sedimento tremendo que llevará mucho tiempo corregir. En los momentos más graves de la humanidad es cuando aparecen las cosas fuertes del arte. Cuando la ética está tambaleando aparece la estética, compensa la ausencia de los valores éticos”, señaló Gorostiza en una entrevista para Canal Encuentro.
El autor nació el 7 de junio de 1920 en una casa humilde del barrio de Palermo; autodidacta, tuvo su primer acercamiento a la lectura con las revistas El Tony y Leoplán que le prestaba el kiosquero de Santa Fe y Anchorena. A los 14 años empezó a trabajar, escribía poemas, iba semanalmente a leer a la Biblioteca del Palacio Pizzurno y le gustaba crear personajes; fue titiritero en hospitales y escuelas públicas locales. Amante de la literatura rusa y norteamericana, aún no había leído obras teatrales cuando estrenó la primera obra de su autoría, "El puente" (1949) en el teatro La Máscara. “Nació de una realidad que me dolía, en la que había grandes diferencias entre las clases sociales”, reveló el dramaturgo. Esta pieza fue considerada la iniciadora del teatro moderno argentino; con lenguaje popular y habla rioplatense construyó una fuerte tragedia cotidiana.
En 1984 Gorostiza fue designado Secretario de Cultura de la Nación en la presidencia de Raúl Alfonsín; durante su gestión eliminó el Ente de Calificación Cinematográfica, valioso aporte a la libertad de expresión. Obtuvo premios nacionales, municipales, el Konex y el de editorial Planeta, entre otros. Fue autor de treinta obras teatrales, además de "El puente" las más representativas son: "El pan de la locura" (1958), "Los prójimos" (1966), "¿A qué jugamos?" (1968), "El acompañamiento" (1981), "Hay que apagar el fuego" (1982), "Aeroplanos" (1990), "El patio de atrás" (1994) y "Vuelo a Capistrano" (2011). En narrativa se destacan: Los cuartos oscuros (1976), El basural (1988) y Vuelan las palomas (1999). El año pasado estrenó su última pieza, "Distracciones", que sigue en cartel, con jóvenes actores que la interpretan en versión clown.
“Casi en lo único que creo es en el instinto de conservación del hombre, por eso no creo que el hombre muera por voluntad propia. Creo en la supervivencia del hombre así como pienso en la supervivencia del teatro. Creo que si el hombre pierde la imaginación es una forma de suicidio, porque la imaginación es lo que alimenta el acto humano”, señaló el maestro, coherente con su vida y obra.