Volkswagen y la depilación femenina: ¿liberación o mandato social?
Dime qué quiere y te diré qué debes (hacer)
Por Julia Pascolini
El discurso mediático acerca del papel de los géneros según los esquemas socio-culturales es bastante transparente, pero la rama de la comunicación que explota con mayor impunidad el imaginario acerca de dichos roles es la de la publicidad. Volkswagen es una de las empresas automotrices de origen alemán más desarrolladas del mundo, lo que la convierte, naturalmente, en reproductora (y creadora) de sentidos del primer nivel.
Tal es así que el último spot difundido por la empresa deja el terreno librado para el análisis: una joven maneja el auto acompañada por un perro caniche cuando un chico la llama al celular conectado al estéreo del vehículo y la invita a salir. Una vez terminada la conversación mira a su acompañante canino, sonríe y agrega “llamar a la depiladora”.
¿Cuáles son las normas a seguir para que la femineidad de la mujer no se esfume y la belleza siga tiesa? Depilación, pelo largo y figura esbelta pueden ser algunos de los puntos, aunque también los más evidentes. Escondidos detrás llegan los menos atados a lo superficial y más demandantes para la psiquis: no gustás al natural; depilate, sé sumisa y sé para él.
No tenemos dudas acerca de la existencia de matrices patriarcales y hetero-normales que exigen un compromiso constante con la mirada ajena, social. Publicidades similares sirven como radiografía de las imposiciones culturales a las que están sometidas las mujeres y cada uno de los géneros. El macho que no llora, el puto con caniche, la torta rapada, la mujer entre cremas y productos de limpieza, la trava que en realidad es puto, lo biológico y genital como determinante del género.
Hacia un feminismo de masas
Por José Cornejo
Mi papá no hizo una carrera universitaria. Hijo de campesinos, policía después, se formó en una cultura muy autoritaria. Las últimas dos décadas se dedicó al comercio. Transitó una evolución del sentido común de esos sectores que fueron la base social de la dictadura a los que ahora son la base del macrismo. Migró del conservadurismo al neoliberalismo, si sirve la síntesis.
De casualidad, nos encontrábamos mirando televisión y pasan la publicidad de Volkswagen que menciona Julia en el texto anterior. Se sonríe con malicia y dice “¡Mirá! La piba se va a coger”. Reflexiona un instante y agrega: “no puede ser que pasen (léase: promuevan) estas cosas por la TV”. Ahí estaba mi viejo, indignado con el libertinaje femenino.
Esto no invalida la posición de Julia. Y los publicistas podrán sentirse justificados con que su producto sea criticado por izquierda y por derecha. Encontrar dos extremos es una cantinela que puede justificar casi cualquier cosa. Pero lo llamativo son los distintos sentidos comunes que conviven. Comprenderlos ayudaría mucho a pensar con qué sectores se pueden construir una política de género que sea de masas y simultáneamente, no sea desautorizada como “feminazi” o “trosca”.
Alarma machismo: mostrá el culo, pero no hables de sexo
Por Julia Pascolini
“No puede ser que pasen estas cosas por la TV” es la radiografía ideal para entender este conflicto. ¿Acaso es que el público se conmueve y moviliza ante la presencia de quien decide hacer de su cuerpo lo que desea (tener relaciones sexuales, por ejemplo) más que por la cosificación de la que son víctimas las participantes del show Tinelli en el Trece?
¿Es alarmante que una mujer hable de sexo mientras que es natural la voracidad de las cámaras de Tinelli cortando polleritas y enfoque culos o tetas sin escrúpulo? Incluso el alias de las víctimas pasa a ser “la de las tetas”, “la que se coge tal” y otros de tono más elevado.
Entonces, siguiendo el doble discurso al que refería José Cornejo anteriormente, por un lado nos encontramos ante la construcción que hace de la mujer un objeto de uso público, mediático. Que permite con toda la impunidad quebrar su privacidad, juzgar su forma de vida en general y posicionarla directamente por debajo de la figura del varón viril, macho.
Por otro lado aparece la otra arista de la historia: la mujer nace para ser madre, esposa, ama de casa, prudente. Las conversaciones deben indefectiblemente esquivar cuestiones sexuales, ya que es tabú, y en lo estético y personal corresponde, según los esquemas patriarcales y hetero-normales a los que referíamos al principio, que se subsuma a los gustos del varón, la religión y la institución conservadora. Aunque, no nos confundamos, el machismo no es reproducido por un género únicamente. Es una lógica cultural que atraviesa a la sociedad de pies a cabeza sin distinción de géneros. De que existen personajes más propensos a reproducirlos no tenemos duda, pero de que se trata de una cuestión que supera a la sociedad y desciende sin escalas desde los medios de comunicación en todas sus expresiones, es innegable.