No estamos en Miame
Por Gabiela Margarita Canteros
Mientras millones de personas viajan a sus lugares de trabajo en distintos medios de transporte con una temperatura promedio de 30 grados en todo el país, los genios del marketing inauguran espacios absolutamente colonizantes. En un claro ejemplo de aculturación; Argentina va cediendo mansamente por organización oficial ante las culturas predominantes del mundo globalizado.
El Parque Navideño, ubicado en el Parque Thays, que permanecerá abierto hasta el 31 de diciembre, fue inaugurado por el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, señaló que “será con entrada libre y gratuita, y a dónde los chiquitos van a poder traer sus listitas porque va a estar Papá Noel para recibir el pedido de los regalos”. La escena se parece más a un cuento de los hermanos Grimm o a un relato salido de la novela de Charles Dickens, pero Rodriguez Larreta todavía no recibió la visita de los fantasmas del pasado.
Más allá de lo bizarro que puede sonar la escena. Estamos viviendo una segunda colonización. La primera aculturación en América Latina se dio de la manera violenta y represora, bajo la fuerza y la crueldad se obligó a adoptar las tradiciones, prohibiendo costumbres para implantar una nueva religión, prohibieron la numeración maya por la romana, destruyeron los centros ceremoniales para dar paso a los estilos arquitectónicos como el barroco y el neoclásico encima de los templos erigidos por los pueblos originarios. Autodesvalorizando tradiciones.
En nuestra vida actual predomina la influencia de las compañías transnacionales, por medios digitales, analógicos y mediante productos extranjeros de consumo masivo como ropa, comida, películas, convirtiéndose en una situación común.
Como lo señala Claude Levy Strauus “los mitos son relatos sobre los sucesos que tratan de la creación del universo y la cultura”, y los rituales son la representación del mito, lo que permite a las culturas trascender y sobrevivir en el tiempo.
La Navidad, como mito, instaurada por el esquema anglosajón viene disfrazada de un falso progreso, lleva otro procedimiento subyacente, que al no ser violento, supone más riesgos en su forma de penetrar entre nosotros; que otros procesos históricos de aculturación.
La construcción simbólica de las identidades sociales puede destruirse silenciosamente a través de la masividad de internet, pero que un jefe de gobierno genere directamente esa destrucción es para alarmarnos, en la medida que somos una nación con 200 años de historia, cuyos logros y caídas nos han costado vidas, simplificar nuestra cultura, negarla o ponerla al servicio de un estado extranjero es signo de un vaciamiento cultural, un sometimiento social y un colonialismo acérrimo.