Jimena Schere: “Mi idea era construir una memoria tragicómica de la experiencia histórica de 2001”
Por Victoria Palacios
APU: ¿Podríamos decir que para vos la literatura argentina tiene siempre un fondo de comicidad, que siempre hay algo cómico, popular, relacionado con esto?
JS: Por lo menos la literatura que a mí me interesa; si no tiene una veta de humor, casi no me interesa, es como si en un punto hubiese algo de parcialidad que se está encubriendo bajo una pretendida solemnidad, como si le faltara algo. Gorgona tiene una continuidad en el uso del humor con el libro Una antología de la literatura argentina de María Schereschevsky (seudónimo). Son caminos diferentes para un planteo semejante en el uso de la parodia y la sátira. En la Una antología… el uso del humor está ligado con el desparpajo, una ruptura extrema, paródica, satírica. Y Gorgona tiene un humor mucho más amargo, más sombrío, más tragicómico, que tiene que ver con la temática, con la realidad experiencial que vivíamos todos en ese momento, que fue muy traumático. Es decir que toda la vena cómica está ahí presente, pero era una realidad que no dejaba de ser traumática. Había un vacío de inserción laboral para una generación que se encontraba destrozada.
APU: En la contratapa de Gorgona, de Alejandro Rubio, aparece esa recepción, que es llamativa: cómo la lectura de este libro “cambió” al ser editado en 2016, qué diferente hubiese sido su lectura en 2015...
JS: Claro, porque hay cierta realidad que se reitera a partir del año pasado. Es un libro que yo empecé a escribir en 2003, de manera cercana a la crisis... Y siempre tuve presente que estas cosas tienen la posibilidad de repetirse. Mi idea era construir una memoria tragicómica de la experiencia histórica de 2001, siempre desde la literatura (no es un libro testimonial), desde la construcción de los personajes, porque es una experiencia clave en nuestra historia reciente.
APU: ¿Cuáles fueron los materiales con los que trabajaste?
JS: Estaba en una especie de vorágine de consumo de la información, tenía una especie de archivo, y era una realidad que superaba tanto las posibilidades de asimilarla que recopilaba las noticias del descalabro...
APU: Eso se puede ver desde la construcción de los personajes...
JS: Sí, en un momento uno de los personajes pone en escena eso, cierta fascinación por el derrumbe. Es un personaje que entronca con una tradición, con la estética del fracaso, un masoquista moral. Entronca con Roberto Arlt, Cambaceres, con personajes del tango, tiene una veta autodenigratoria, es también muy jauretcheano. El libro está lleno de alusiones. A diferencia del otro [Una antología de la literatura argentina, 2000], que es parodia explícita, éste está lleno de alusiones, de diálogos con autores, pero ese aspecto está incorporado de una manera más sutil, por eso, por ejemplo, está este tipo, Sergio Soto, que tiene una visión escatológica de sí mismo, del país, el “país de mierda”, y eso es de Jauretche; es un personaje aislado, autodenigrado, y en esa combinatoria con los otros personajes se puede ver que él es parte de ese contexto, de ese país que se derrumba. Pero es un personaje que no termina de ver que él es parte de ese derrumbe colectivo y responsabiliza de todo ese fracaso a su propia limitación.
APU: ¿Y la mujer cómo funciona ahí?
JS: La mujer, Ángela, es un par tragicómico. El par cómico es una estructura muy antigua que para mí es muy interesante para el humor, que explota las oposiciones y los antagonismos. Es decir, son personajes que tienen aspectos antagónicos, respuestas diversas para ciertas cuestiones personales, y ciertas cuestiones de la crisis y del país, la crisis que sufren en varios planos, y ese contraste genera cierta comicidad.
APU: Este es un libro accesible...
JS: Sí, es un libro experimental, de narrativa no convencional, y a la vez accesible. La literatura tiene la posibilidad de construir memoria, en un momento como el actual, en el que hay un debilitamiento de la memoria, patente y nocivo para nuestro presente y futuro inmediato. Esa experiencia traumática y destructiva que vivimos en 2001 en su momento me interpeló para escribir, ¿cómo no ocuparse de eso? ¿Y cómo ocuparse de eso desde la literatura? Con las posibilidades de la experimentación. Porque cuando la narrativa es mero contenido, mera anécdota, mero relato pierde fuerza expresiva, esa posibilidad formal perturbadora, esa posibilidad estética que la diferencia de un simple relato periodístico o de la literatura comercial, un producto industrializado, a veces muy bien hecho, pero que no toca nada que pueda angustiar o descolocar, descolocar las formas y los contenidos, despabilar la conciencia, literatura conservadora en todos los planos. La gente lee –no es que no lea–, lo que pasa es que termina consumiendo todos estos productos culturales que además son funcionales a ciertas fuerzas políticas conservadoras, productos que tienen difusión en los grandes medios, premios, una importante circulación dada por las grandes editoriales, que además son multinacionales. Entonces uno piensa cómo hacer una narrativa que trastoque los contenidos y las formas. Pero ese camino puede llevar a una literatura muy sofisticada y caer en cierta forma de elitismo; eso te genera cierto conflicto, porque la verdad es que la batalla cultural la venimos perdiendo y así le dejamos todo el terreno a la literatura mercantilizada. Un desafío entonces que se me presentó con este libro era hacer una narrativa que se hiciera cargo de nuestra realidad política desde la experimentación, pero sin quedar encerrada en la incomunicación y el aislamiento al que pueden conducir las formas experimentales.
APU: ¿Cuál es la imagen que estuvo funcionando en la estructura de la novela? Por momentos parece como un mapa con su centro y sus periferias.
JS: Tiene una mirada de panóptico que por momentos va mostrando distintas realidades que están atravesadas por una experiencia colectiva. La técnica del panóptico sugiere que cuando una experiencia afecta a todos, la salvación no puede ser individual. Cuando realmente la destrucción alcanza a todos, la salida tiene que ser colectiva. De hecho, ni los personajes saben de su propio aislamiento; la reconstrucción de una mirada colectiva tiene que ver con esa mirada panóptica. Y con la sensación de que el peligro del fracaso colectivo está latente, que esa Gorgona que paraliza y destruye es una amenaza constante, que amenaza la posibilidad de construir una vida con dignidad para el conjunto, con dignidad laboral; es una lucha constante que en estos países, en Latinoamérica, va a estar por siempre. Porque los sectores concentrados, la desigualdad económica que nos caracteriza, es una amenaza permanente para nosotros. Y ese orden injusto tiene también una dimensión cultural, una producción cultural que le resulta funcional. Además, tenemos una clase media que se caracteriza por altos niveles de alienación, de enajenación. Volvemos al tema de la batalla cultural y de la necesidad de generar formas de literatura no alienadas.
Jimena Schere es doctora en Letras, docente (UBA, UNAJ) e investigadora del CONICET. Además de Gorgona (Paradiso, 2016), ha publicado el libro de narrativa Una antología de la literatura argentina (Groussac, 2000) y numerosos artículos de investigación en libros colectivos y revistas especializadas de la Argentina y del exterior. Tradujo Edipo Rey, Edipo en Colono y Antígona de Sófocles (con introducción y notas, Colihue, 2008) y prepara la publicación de El par cómico: un estudio sobre la persuasión cómica en la obra temprana de Aristófanes.