Margarita no es una flor
Por Nuria Silva
Un colectivo repleto de gente viajando, tomando mate, sonrientes y un sol tremendo. Un sol que raja la tierra, la entendida como patria. La directora comienza entrevistado a distintos pueblerinos con el mismo interrogante: “¿Qué sabe de Margarita?”, y las respuestas oscilan entre el desconocimiento absoluto y el dato enciclopédico. De repente, un montaje paralelo nos muestra a parejas de distintas edades bailando abrazadas al son de un chamamé, al aire libre, junto a las imágenes de un grupo de militantes y ciudadanos enfrentándose a las fuerzas policiales al son de “el pueblo, unido, jamás será vencido”. Así sabemos que aquellos viajantes no son simples vacacionistas, sino un grupo de ciudadanos convocados por el juicio a los militares responsables de las ejecuciones llevadas a cabo el 13 de diciembre de 1976. Así entendemos que lo que Cecilia Fiel busca no es recabar información histórica sobre los orígenes del pueblo, sino sobre lo sucedido allí. Las soleadas y cordiales postales de aquel pueblo chaqueño empiezan a cubrirse por la oscuridad de un relato que evoca la sangre derramada sobre sus calles de tierra.
El nombre Margarita es pronto suplantado por el de Ema Cabral, y su espacio vacío es el que Cecilia intentará completar, desentrañando con obsesiva minuciosidad cada paso de la militante desaparecida hasta el trágico desenlace protagonizado por ella y otros 21 compañeros, masacrados impunemente por las fuerzas militares. La documentalista ocupa por momentos el lugar de espectadora. La vemos de espaldas o fuera de campo revisando cada documento, cada entrevista, grabación, demostrando así que la incertidumbre es compartida. Porque nuestros desaparecidos podrán recuperar sus nombres (en este caso es Ema, pero bien podría ser cualquier otro) y la memoria podrá volver con más fuerza cada vez –sobre todo en la coyuntura política actual de nuestro país- pero la ausencia del cuerpo, en todo caso suplantada por monumentos que intentarán suplir la forzada e inexcusable partida, siempre nos dejará con una profunda sensación de desamparo.