La violencia y la noticia
Por Santiago Haber Ahumada
Las noticias vuelan. Se cuelan por cada agujero por el que pueda pasar una mínima gota de agua, todo el tiempo, sin parar: “Policías armados ingresaron al colegio Mariano Acosta”, “Denuncian a la Policía Federal por persecución contra integrantes de pueblos originarios”, “Bastones largos en Jujuy: la policía entró a la universidad y detuvo a estudiantes”, “Denuncian a la Policía de la Ciudad por la detención de un vendedor ambulante del subte”, “Wilde: filman a un efectivo policial mientras golpea a un joven”.
Las noticias, sin embargo, no cubren todos los hechos de la vida. Miles y miles de casos quedan del otro lado de la línea, del lado de lo que no se habla, de lo que no se comenta.
Un joven le pide a un policía que deje de golpear a su amigo. El policía golpea también al joven que pedía por su amigo. Lo detiene. Lo mete en un calabozo. Lo sigue golpeando. “La próxima, no te metas en donde no tenés que meterte”. Al día siguiente lo sueltan. Además de su familia y algunos amigos, nadie se entera.
El problema aquí no es que el caso no haya sido levantado por los medios. Eso sería, simplemente, buscar aumentar el caudal de notas, para crecer en lectores/oyentes/televidentes, para aumentar el precio de la pauta, para poder, uno mismo (dueño del medio), vivir mejor: tener más plata. El problema es cómo fue abordado por esos medios. Dependiendo de la perspectiva que éste contemple, los casos de violencia institucional (aunque otros también) pueden tener un giro determinante al aparecer plasmados en una noticia.
Lejos de buscar el amarillismo, el concepto de “violencia institucional” que emplean algunos medios (aquí no se está haciendo referencia a los medios hegemónicos, desde luego) construye otra mirada con respecto a estos casos. Esta otra mirada es importante cuando logra cambiar el curso de los acontecimientos (“curso” entendido como un proceso naturalizado bajo el cual los hechos siempre son de una determinada manera con el fin de privilegiar a una minoría, en detrimento del resto del pueblo). Claro, no siempre se logra.
El 8 de noviembre de 2015, en La Boca, Buenos Aires, Lucas Cabello, un joven de 20 años que se dedicaba a cuidar autos en un restaurante, volvía de una panadería cuando, después de discutir con un agente de la Policía Metropolitana, recibió de éste tres disparos a corta distancia. Su mujer se encontraba en el lugar junto a su hija de dos años; ambas presenciaron los disparos a quemarropa del oficial.
Casi inmediatamente, distintos medios de comunicación popular, alternativos y comunitarios replicaron lo sucedido. Esto generó una fuerte reacción en diferentes sectores, apoyados principalmente en las redes sociales, que estallaron con la cobertura.
Esta acción en conjunto ocasionó que al día siguiente, durante una conferencia de prensa, María Eugenia Vidal, que en ese momento ocupaba el cargo de vice jefa de gobierno porteño, fuera cuestionada acerca de lo sucedido y el proceder del efectivo de la Policía Metropolitana.
La actual gobernadora de la provincia de Buenos Aires intentó justificar la acción del agente de la fuerza de seguridad en un supuesto marco de violencia de género. Sin embargo, las declaraciones fueron desmentidas por la misma mujer de Lucas, Camila, quien en teoría lo había denunciado.
Antes de las declaraciones de Vidal, los distintos medios alternativos ya habían logrado instalar la versión de los familiares de Lucas, previniendo el encubrimiento del abuso de las fuerzas de seguridad por parte del gobierno porteño, el cual ya cuenta con antecedentes de similar procedimiento.
Pero no menos importante fue que, inclusive, algunos medios de comunicación masiva tuvieron que modificar su discurso al ver la gran incidencia que tuvo la versión familiar y de los medios alternativos en las redes sociales, portales de Internet y emisoras de radio.
Los medios populares hacen uso de estas tecnologías para construir, junto a las organizaciones sociales una mirada contrahegemónica de la sociedad. En ésta es en donde entra lo que se mencionaba sobre la “violencia institucional”. Mirada que permite construir una perspectiva no desde afuera y externa al contexto, sino teniendo en cuenta a esa persona como parte de un sistema que lo excluye de manera constante, especialmente bajo gobiernos neoliberales, los cuales entienden a la represión y el beneficio de la minoría gobernante-empresaria como sus pilares esenciales.
Sin embargo, una mirada que no relega al sujeto únicamente al lugar de víctima, sino que lo entiende como sujeto de derechos e impulsa la organización y la politización de su causa. Los medios populares se erigen como herramientas al servicio del pueblo para visibilizar sus reclamos, sus intereses, sus palabras.