“La policía hace lo que el Estado le pide, pero cuando se ve cuestionado culpa a la policía”
Por Juan Manuel Ciucci
APU: ¿Cómo surge el libro Cómo se construye un policía?
Mariana Galvani: Por un lado surge a raíz de las primeras preguntas que me hice sobre la policía que tenían que ver con marchas, con estar del otro lado. Con que el policía sea mi alteridad. Surge por empezar a pensar por qué alguien se hace policía y se pone en contra de los de su propia clase, cuál es el gen policial. Esas fueron las preguntas desde el sentido común militante. Después eso se fue transformando en una pregunta científica y fue mi tesina de grado con la que escribí el libro La Marca de la Gorra, y luego mi tesis doctoral que es este libro (Cómo se construye un policía).
En ambos casos siempre estuve tratando de responder esa pregunta que me parece que también es una pregunta por uno mismo. Cuando uno empieza a preguntarse por qué alguien se hace policía la pregunta es también por qué no se hace policía. A mi me impacta más lo que uno comparte con el discurso policial que lo que a uno lo aleja. En la calle la distancia física es más fácil de marcar, pero si te ponés a pensar sobre quiénes actúan, a quienes pensamos nosotros como enemigos y cuáles son las indicaciones estatales y sociales que la policía tiene, ahí me parece que está lo más preocupante que es lo que uno comparte.
APU: En muchos casos de violencia institucional, el policía que la ejerce es justamente un vecino...
MG: En general una persona que entra a la policía es alguien que encuentra en el trabajo policial la posibilidad de sobrevivir en mejores condiciones. Pero a partir de ese sobrevivir y conseguir un trabajo, la institución hace un trabajo con las personas. Un primer logro de la institución es sobre las subjetividades, al leer todo en clave de vocación. Entonces, así como el artista va a decir “cuando era chico jugaba a disfrazarme” y ahí va a leer su vocación actoral; los policías, a partir de entrar en la institución, van a leer todas sus prácticas de niños en clave de vocación. Y ser un buen policía es tener vocación policial. Después vienen un montón de cosas que implica este trabajo: sos policía las 24 horas, el estado policial. Todas estas cuestiones van creando una subjetividad específica que después colabora con otras cosas.
Un ejemplo es cuando los medios llamaban “pirañas” a unos nenes que robaban cuando pasaban autos debajo de la autopista. Entonces, empezar a analizar qué implica que alguien le diga piraña a un nene, lo animalice, lo construya como un otro tan radical y separado, y no se haga cargo de cómo eso es un problema social, estatal. Después, pensar cómo va actuar el policía sobre esa persona previamente animalizada que es con el que se puede ejercer la total violencia. Me parece que es interesante pensarnos a partir de pensar la policía.
APU: A eso apunta en el libro, a que no es el mismo policía el que construye a un otro. A que ese otro a combatir es construido desde otro lado, ya sea desde el Estado o los medios.
MG: Por eso planteo pensar en este momento la construcción del otro estatal. En el último capítulo del libro voy marcando varios enemigos de la policía, como que hay algunos a los que se puede eliminar. Qué implica estar construyendo socialmente ese enemigo, estatalmente, avalado socialmente, pero como enemigo gubernamental.
APU: Un punto de interés recae en el poder matar y morir, al ser la policía la habilitada por el Estado para hacerlo, y la relación que tiene la fuerza con la muerte.
MG: La muerte se juega en los rituales, hay que hacer positiva esa muerte que, según lo que expresan institucionalmente o personalmente, no son reconocidas desde afuera. No son muchas esas muertes, pero estos rituales atraviesan toda su formación y toda la forma en que se expresa la institución.Hay unos rituales funerarios que se realizan con todos los policías que mueren, no sólo con quienes han caído “en cumplimiento del deber”, sino que todos los muertos pasan por estos rituales.
Recuerdo una anécdota de una fuerza desarmada, con personas que se han enfrentado poco a situaciones de violencia armada, pero que viven situaciones de violencia. Ellos tenían todo un paredón donde está la llama siempre viva para los muertos, pero no tenían ningún muerto. Solo uno que murió en un accidente de tránsito yendo hacia el trabajo, pero que se considera que entraba en esta lista. Y les pregunté por esa pared vacía, y me decían que era para los que se van a morir de acá en más. Es decir que la muerte es un valor, que hace positiva a la fuerza, suceda o no. Y después ves que las muertes policiales muchas veces no son en funciones, sino yendo hacia su casa o cumpliendo tareas paralelas donde realizan servicios por fuera de las horas reglamentarias.
APU: En el trabajo presenta algunas posibilidades de identificar líneas internas, como para no pensar a la fuerza como un todo, sino las posibles variables que la habitan.
MG: Creo que siempre hay una puja, la institución trata de ir hacia la homogeneización. Después hay formas de vivir esa institución que pueden ser diferentes. Lo que tiene la policía es la jerarquía. Los superiores tienen mucha potestad sobre los subalternos, los pueden amonestar por estar mal vestidos, por estar mal afeitado. Si se suman muchas faltas pequeñas se sanciona con disminución de salario, baja en el puesto o envío a otro lugar del país con los problemas familiares que eso provoca. Y legalmente tampoco se pueden agrupar y esto, junto con la relación jerárquica, hace que esa corporatividad funcione, a pesar de los sujetos. Vos ves algo que no te gusta y no tendrías ninguna manera de denunciarlo y seguir siendo policía, de seguir con tu trabajo.
APU: ¿Lo piensa como la manifestación del Estado, como otro modo de ser del Estado a partir de la policía?
MG: Es que es el monopolio del Estado. Son el Estado. Terriblemente muchas veces es la única forma en que algunas personas conocen el Estado. Entonces, representa la forma que el Estado se da para la circulación, la no circulación, para la represión, la no represión. Es decir, eso expresa la policía.
APU: Me interesaba cuando hablaba de apropiarse de la ley. De esta batalla permanente que tienen con la ley y cómo la frenan pero al mismo tiempo cómo ellos se sienten validados para interpretarla.
MG: Claro, ellos son la ley o por lo menos el intento de esa legalidad. Están vinculados al orden y a una idea de ese orden. A una idea de dividir la sociedad entre algunos que son los que desordenan y otros que son desordenados. La defensa social es para algunos y los policías se relacionan con esos defendidos. Además ese “hacer cumplir la ley” es más moral, por el sentido de la vocación y el sentirse capaces de decirle a alguien si puede fumar o no, si es un lugar adecuado para que alguien esté según su vestimenta, o pedirle a alguien que le muestre las manos para saber si es o no albañil. Ese ascendiente moral que te da la vocación y la defensa.
La idea del “loco” funciona por esto de hacer cumplir la ley hasta las últimas consecuencias: la masacre de Puente Pueyrredón podría ser un ejemplo. Pero ahí había una decisión estatal de resolverlo de esa manera, que es llevada adelante por alguien que es felicitado oficialmente hasta que socialmente es repudiado. Y entonces vuelve a cumplir otra función que es muy interesante, que es “este era tan loco que llegó a hacer esto”. Entonces, una vez que la sociedad le señala que mató, se lo saca de encima y es otra vez “el loco”. Es decir, la policía hace lo que el Estado le pide pero cuando el Estado se ve cuestionado por eso, culpa a la policía. Entonces la policía funciona otra vez como chivo expiatorio. Es como con Fanchiotti. Los mismos policías te dicen “era un loco”. Pero no era un loco, era un tipo que llevó adelante una decisión estatal. Entonces no se juzga al poder político que dio lugar a ese asesinato.
APU: ¿Eso es una puja permanente con el poder político?
MG: Es doblemente útil en ese sentido. Porque cuando sale bien hay felicitaciones y cuando sale mal el Estado se corre de esa culpa. Por eso con la violencia institucional funciona, porque es una violencia estatal. Fanchiotti tiene que estar preso, pero Duhalde también. Es exculpar al que armó el plan, eso es lo que me parece que funciona así. El que mató tiene que ir preso pero toda la secuencia política también; no que la policía termine siendo “lo loco del sistema”, la policía que “se fue de mambo”.
APU: Y también estaría el otro “loco” que es el que por “defendernos” también se excede, que también es el que es festejado socialmente.
MG: Es requerido socialmente. El otro día unos vecinos se quejaban porque hubo un robo de una bicicleta y un poco de ropa. Llegó la policía y el tipo que había robado estaba corriendo y cruzando un alambrado. En esa situación, había una vecina que estaba indignada porque el policía no tiraba. Ese otro se presenta como tan ajeno, como que es “matable”, que lo que se le pide a la policía es que dispare. Valía lo mismo esa ropa y la bicicleta que la vida del que estaba corriendo. Y no solo su vida, también sería poner en riesgo a todos los que pasan por ahí.
Eso también tiene que ver con la asociación entre el pequeño delito y una exculpación. Por ejemplo, el 9 de septiembre murieron tres obreros por inseguridad empresarial y no hubo zócalos, no estuvimos hablando cinco meses de cómo las empresas no le dan seguridad a sus trabajadores. No conmueve al sentido común medio eso que pasó. Tres el mismo día, es un montón. Imaginate si hubiera habido tres robos y alguno con riesgo de muerte, seguro hubiera ocupado titulares. La inseguridad está vinculada al delito y a un delito menor que te arruina la vida cotidiana, inmediata. Y eso exculpa a otro. Mi ejemplo siempre es Cavallo, alguien que perjudicó nuestra vida cotidiana profundamente, que estatizó la deuda privada. Eso nos jode en educación, nos jode en salud, nos jode en un montón de cosas; hace muy inseguras nuestras vidas. Pero nadie se cruza de vereda si ve a Cavallo, nadie identifica ahí a un delincuente. Entonces quedó así delimitado el delito, y así delimitada la función policial sobre ese delito.
APU: Nos interesa el tema que marca de este trabajo como parte de su tarea militante ¿Qué recorrido hizo para pensar así la investigación?
MG: Ahora hace bastante que no milito. Pertenezco a colectivos pero que son más académicos. Siempre pienso que para transformar primero hay que conocer. En esa apuesta. Si uno quiere cambiar algo, lo tiene que conocer a fondo. Y me parece que la universidad o esta parte mía académica, tiene sentido si es para tratar de cambiar algo. Siempre se investiga con lo que uno tiene más afinidad temática, y esto se me presentaba como interesante.
APU: El libro es una tesis de doctorado, sin embargo cuando la pasaste a papel hay una voluntad de traspasar el “bodoque duro” de la investigación. Acá tiene otro desarrollo, ¿cómo lo pensaste, cómo lo llevaste adelante o ya lo habías pensado así en la investigación?
MG: Tiene un trabajo de edición porque aparece como algo individual pero no hay una tesis individual. Es una construcción colectiva, trabajo con Karina Mouzo y Alina Ríos que leyeron, sacaron, pusieron. Tiene que ver con un montón de discusiones que venimos teniendo hace mucho tiempo, por ahí no tan organizadamente pero sí con mucho laburo.
Si quisiera algo con el libro sería discutir a uno mismo en su calidad de militante, que aporte a transformar alguna cosa. Pero no se si a la policía. En realidad, si se acaba la propiedad privada, no necesitamos más policías, sería eso a lo que uno apuntaría y no habría más problemas, viviríamos mejor. Es eso, pensar, en el mientras tanto, qué cosas podrían hacer que esto funcione mejor. Y cuanto menos policía, es mejor.