Nos convenía perder, por Santiago Gómez
La puta que te parió, Santiago, debe estar pensando mi cuñado despedido y por esa misma mujer es que voy a sostener esto: nos convenía perder. Cuando digo “nos” me refiero a los que componemos la fuerza social que se opone a la dueña del comercio que está de los nervios porque despidió un empleado o una empleada y ahora tiene que ir al local toda la semana, ya no se trata de trabajar sábados y domingos y pasar al final del día a buscar la caja; a los que nos oponemos al dueño de la fábrica y sus hijos que no quieren pagar horas extras y cuando bajan las ventas te quieren bajar el salario y se les da por hablarte de productividad; a los que nos oponemos y nos opusimos a la sociedad rural, a los que tiene apellidos de calles, los que por la fuerza se quedaron la tierra y te enrostran el título de propiedad para decirte que nadie tiene derecho a meterse con lo que es de ellos, porque son asuntos privados. Lamentablemente, las fantasías de acumulación que mueven a la mayor parte de la clase media la impulsó a salir en el 2008 a la calle a defender el derecho a soñar con ser rica, sin dimensionar el peso de la herencia para ello, y en su sueño se decían que una vez que alcanzaran el objetivo no dejarían que nadie se metiera con lo que con tanto esfuerzo había conseguido. Nadie sería el Estado.
La función del Estado es meterse en el medio de los conflictos sociales, los problemas entre las personas, sin dar lugar, en la mayoría de los casos, a decir “esta bien, no me meto, usted tiene derecho a que no lo haga, es un asunto del ámbito privado íntimo”. Pero en lo que se refiere a cuestiones que hacen a la propiedad el Estado tiene la obligación de meterse, porque quien atenta contra la propiedad no solo atenta contra el propietario sino contra la sociedad en su conjunto. Eso es lo que establece la Constitución, así se rige el sistema republicano, el cual se constituyó para acabar con la guerra como método para dirimir los conflictos.
Bueno, bueno, dijeron los galeritas después de años de guerras civiles, por qué no nos modernizamos y construimos un Estado; es cierto que la chusma, es decir nosotros, tiene algunos derechos, se los vamos a reconocer, pero a cambio les pedimos que reconozcan el derecho sobre la propiedad que nos reconoce estos títulos que la autoridad establecida nos dio. Esa es la historia de este continente y de la mayor parte del mundo, de eso se trata el colonialismo. Desde que existe la idea de república hasta estos días, el asunto es en qué se puede meter el Estado y en qué no.
Nosotros, kirchneristas, no conseguimos hacernos escuchar en la elección pasada, no conseguimos transmitir con claridad por qué había que votar a Scioli porque ni nosotros mismos queríamos votar a Scioli, Cristina no quería que el candidato fuera Scioli y Néstor ya no estaba, sino hubiera sido él. ¿Perdimos por nuestra culpa? Ocho años de gobierno de Scioli en la provincia me hacen pensar que no sólo perdimos por ir con una fórmula resistida en la que Cristina confió después que Narciso Randazzo dejó por escrito el valor de su palabra: “mi compromiso con vos, Cristina, es inquebrantable. Soy un hombre de palabra. No borro con el codo lo que escribo con la mano”. Es cierto, no lo borró con el codo, directamente se borró después de ir a un acto con Macri y el que creía entender todo sobre política se tiene que andar buscando por los últimos lugares de las encuestas.
La composición de la fuerza del campo popular quedó expresada en la Plaza de Mayo el 9 de diciembre de 2015: la mayoría no eran personas encuadradas dentro de alguna orgánica sindical, movimentista, partidaria. Los movimientos sociales desplegaron importantes columnas, las cuales siguen impresionando por su tamaño en todo el mundo. ¿Dónde además de Cuba y Corea del Norte se pueden observar hoy despliegues de la fuerza popular de esa magnitud por las calles de una ciudad? Es cierto que este fenómeno se da dentro de un contexto Latinoamericano, la dimensión de la fuerza popular argentina no puede pensarse sin tener en consideración las otras fuerzas populares nacionales, las que en conjunto posibilitaron el avance de las fuerzas sociales que tienen intereses contradictorios con los terratenientes, las multinacionales que abastecen el 80% de los productos de un supermercado, las telefónicas, los bancos, con la complejidad de que el tipo de gobierno que llevan adelante estas fuerzas, en un contexto de valorización del consumo, genera que los recursos transferidos a los sectores populares estos los transfieren a esos sectores a través de la adquisición de productos y servicios.
“Nunca los bancos ganaron tanto como con el kirchnerismo o como con el PT” escuché reiteradas veces en mi vida y es cierto, así como que tampoco nunca antes hubo un programa de transferencias de recursos a los más necesitados como los programas Bolsa Familia y la Asignación Universal por Hijo, los cuales transferían recursos a cuentas bancarias, lo que fortalecía la posición de los bancos. Cuando el Estado decide equilibrar la relación de fuerza entre quienes venden fuerza de trabajo y quienes compran esfuerzo a favor de los más necesitados, el empleo crece y la ley establece que los salarios deben ser depositados en cuentas bancarias.
Cuando al frente de la administración del Estado hay una fuerza nacional y popular los pobres disfrutan sacarse las monedas del bolsillo consumiendo, la vecina del barrio que hizo de una habitación un kiosco aumenta los pedidos a la distribuidora, el industrial precisa contratar gente el camionero un ayudante, los salarios aumentan, los laburantes compran coches y las aseguradoras “clin caja”. Llegue quien llegue al gobierno se va a encontrar con estos actores sociales. La diferencia está en si al momento de ser convocado el Estado por un conflicto entre quienes venden y compran esfuerzo interviene o se transforma en un Estado de última instancia, como el que estamos viviendo, en el cual la posición de quien gobierna es: “asunto entre ustedes yo no tengo por qué meterme”, por lo que ganan los empresarios, es decir, ganan ellos.
La idea de la necesidad del Estado aún no tiene suficiente fuerza en la sociedad y es preciso que la tenga porque las ideas también condicionan las conductas humanas. Cuando Cristina decidió devaluar, asesorada por Axel Kicillof, la clase trabajadora sintió la pérdida del poder adquisitivo, a pesar de la rápida transferencia de recursos a los sectores populares a través del Programa Progresar, y cuando la población pierde poder adquisitivo lo siente y se pone más sensible, más irritable. Mientras la televisión denuncia corrupción, robo y la billetera nunca se vacía, la guita nunca es una razón para dejar de salir a comer afuera, esos ataques no impactan lo suficiente.
Pero cuando la guita baja y desde la tele dicen “se la están llevando toda”, en la cabeza del desinformado televidente inconcientemente se produce el link “la que me falta la tienen ellos”. Lo vi en Argentina, lo vi en Brasil, donde hasta petistas que veían perder su poder adquisitivo por causa de las medidas de Dilma Rousseff y a los que no les metió mecha la operación del Mensalão, puteaban por la que se habían choreado mientras ella estaba por caer. Hoy de eso ya ni hablan, la corrupción dejó de ser tema de conversación entre la militancia petista. Fue necesario el golpe para que entendieran y salieran a la calle, antes del golpe no fue posible que entendieran que era indispensable que lo hagan.
Creo que también era indispensable que perdiéramos. No había forma de que nos escucharan ni había forma de que nosotros escuchásemos, ni de que ella escuchara. El valioso artículo que José Cornejo escribió sobre la resindicalización del kirchnerismo es una prueba de eso, de que Cristina se sentó a escuchar a personas que no escuchaba, a las que no recibía. Era necesario que perdiéramos para que la población que fue contra sus intereses a votar a Macri, creyendo que estaba haciendo algo que le convenía, pudiera entender que esa gente, la que tiene nombre de calles, la que es o fue gerente de multinacionales, la que pone peros para pagar los aumentos salariales, sólo pueden perjudicarlos. Independientemente de las razones por la que perdimos quedó claro para un importante sector de la población que los galeritas sólo puede perjudicarla.
Acá en Brasil escuché varias veces “para nosotros fue mejor que la tiren a Dilma”. Siempre lo escuché de boca de la vieja militancia petista, sindical, de base, que afirma que si Dilma hubiera conseguido llegar al final de su mandato, con las políticas neoliberales con las que inició su segundo gobierno, las fuerzas populares de Brasil no podrían volver al gobierno vaya a saber uno hasta cuándo. Creo que a los sectores populares argentinos, al peronismo, lo hubiera perjudicado mucho la llegada de Scioli al gobierno porque además de los retrocesos económicos y sociales, la habría dado fuerza a la idea de que no se necesita una construcción de base para llegar al gobierno, que alcanza con tener asegurado un lugar en los medios y billetera para comprar fuerza electoral.
Por eso creo que es necesario sacar el debate del ping-pong Cristina – Macri, kirchnerismo – antikirchnerismo, peronismo – antiperonismo y trasladarlo al debate Estado de Bienestar – Estado de última instancia. Miente aquella persona que no sea rica y diga que hoy está mejor que con Cristina en el gobierno o con el PT al frente de Brasil. Y el hecho de que ambos países estén atravesando por procesos semejantes, en los que las fuerzas financieras se están apropiando de recursos a partir de las decisiones administrativa que le dictan al gobierno, donde los principales líderes y dirigentes sociales están siendo procesados o detenidos, nos obliga a leer nuestra coyuntura en un marco mayor, regional, y el combate que se está librando tanto en Argentina como en Brasil es un combate por dos modelos de Estado diferentes.
Es preciso fortalecer la idea de que no se trata de Cristina, ni el problema es con el kirchnerismo. Como dijo Lula en su declaración ante Moro: lo que están juzgando es una forma de gobernar que trae bienestar a la población, mejora su calidad de vida, la dignifica, crea condiciones favorables para que sea valorizado el esfuerzo individual, que durante el Estado de última instancia sólo sirve para alimentar el sálvese quién pueda. A veces perder es la única manera de entender las cosas. Creo que el tiempo de Macri en el gobierno facilita las cosas para que las fuerzas populares vuelvan a gobernar el país. Perder nos sirvió para escuchar y para que nos escuchen.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs).