Un amor militante entre la dictadura y la revolución
Por Juan Manuel Ciucci
Desde que irrumpió Raymundo en el ya lejano 2002, el trabajo de Ernesto Ardito y Virna Molina se destacó por su gran trabajo artístico y documental, en pos de narrar algunas de las historias que escapaban a los relatos oficiales. De aquella biografía del cineasta revolucionario, que los llevó a recorrer tanto numerosos festivales como espacios que quisieron mostrar el trabajo en los convulsionados años posteriores a la crisis del 2001, pasaron a contar la formidable experiencia de la fábrica recuperada Zanón con Corazón de Fábrica.
En 2013 llegó el tiempo de Moreno, donde recuperaron la historia del prócer revolucionario en el marco de las discusiones que se abrieron luego de los festejos del Bicentenario, que permitieron pensar de otra manera nuestra voluntad independentista. En tanto, realizaron algunos trabajos para Canal Encuentro, donde llevaron a la pantalla chica las biografías de María Elena Walsh, Raymundo Gleyzer, Francisco Paco Urondo, Alejandra Pizarnik y Jorge Luis Borges. Todas fueron llevadas luego a una versión fílmica, en un formato que les permitiera exhibirlas en diversos espacios. Por su parte Ernesto Ardito dirigió otras dos películas, Nazión en 2011 junto a Leopoldo Nacht y Ataque de Pánico en 2017, contando siempre con la colaboración de Virna Molina en producción y animaciones.
Ahora llegó el turno de la primera ficción de la pareja, Sinfonía para Ana, basada en la novela homónima de Gaby Meik. Una historia inspirada en hechos reales sucedidos en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en el límite entre el final de la experiencia democrática del peronismo en los `70 y el principio de la dictadura cívico eclesiástico militar en 1976. Sobre este tema habían ya trabajado en El Futuro es Nuestro, documental donde narraron la experiencia de la Unión de Estudiantes Secundarios en el Colegio.
Esta vez la apuesta fue por otro formato y lenguaje cinematográfico, tanto para llegar a otros espectadores como para pensar otros modos de narrar aquella experiencia político revolucionaria. Tomando como base una historia desde la juventud militante, con su día a día, y los desafíos que impone el cambio de la adolescencia a la adultez, en plena avanzada represiva que arrasaría con una generación entera.
La tragedia que se avecina le impone a la película una tensión de la que nunca podrá escapar, a pesar de permitirnos apreciar el amor que impulsa todo proyecto revolucionario. En estos años de recuperación política y militante, ver a esas/os jóvenes jugarse la vida por un proyecto de liberación nacional, nos conecta con lo mejor de aquellos años de gloria, por tanto tiempo imbuidos por un halo mítico. Aquí no se pierde la mística de los `70, pero sí se nos permite acceder al momento terrenal de quienes vivieron y sufrieron el trajín de esa década.
Me tocó ver Sinfonía para Ana en uno de sus preestrenos en el marco del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos. La sala grande del Gaumont estaba repleta, y se encontraba allí gran parte del equipo y de quienes actuaron en la película. Me sorprendí escuchando numerosas risas y llantos en ese cine, que se unían a los míos. Pero para nada es una experiencia lacrimógena, sino que permite sumar una emocionalidad profunda a las historias que hace años recuperamos en torno a la memoria, la verdad y la justicia. Fundamental por lo tanto verla, y compartir la experiencia comunal que genera, recuperando aquello que el libro inspira y que tanto llamó la atención de los realizadores.
Este texto pretende funcionar como una invitación, pues. Tanto desde el aprecio por el trabajo de Ardito-Molina, como por el interés que sigue despertándome aquella experiencia política que transitó nuestro país en los setenta. Pero también desde la fugacidad de los deseos y decisiones que nos llevan por los caminos que transitamos en nuestra existencia. Sinfonía nos permite recuperar una fibra íntima de aquellas vidas, que siguen siendo una guía en el difícil presente que transitamos, y el complejo futuro que parecen querer volvernos a imponer.