Elecciones en Venezuela: con niveles de participación similares a Colombia o Chile
Por Enrique de la Calle
El presidente Nicolás Maduro logró su reelección en Venezuela al sacar más del 65% de los votos. Obtuvo 6,1 millones de boletas, tres veces más que Henri Falcon, quien salió segundo con 2 millones de sufragios. Participaron en total tres fuerzas opositoras, mientras otras declinaron de la contienda con críticas al proceso electoral.
Diferentes países de Sudámerica decidieron desconocer lo ocurrido en Venezuela y pidieron a las naciones miembro de la Organización de Estados Americanos (OEA) que retiren a sus embajadores del país caribeño. Como era de esperar, Argentina se sumó a las críticas con un duro comunicado sobre las elecciones. Las credenciales republicanas de la administración de Cambiemos brillan por su ausencia, cuando en el país hay persecuciones políticas a opositores y cuando el Gobierno macrista calló sobre lo ocurrido, por ejemplo, en Brasil, donde el principal candidato no oficialista a la presidencia, Lula Da Silva, está preso de modo insólito.
Uno de los principales argumentos de los críticos, adentro y afuera de Venezuela, tienen que ver con una supuesta baja participación de los votantes. Según el diario El País, de España, de perfil ultra-antichavista, el principal cuestionamiento a las elecciones tiene que ver con esa abstención "récord". El dato duro es el siguiente: sobre 20 millones de electores, votaron 9,2 millones de personas, el 46% del total. Una cuenta posible que resaltan los opositores es la siguiente: Maduro ganó su reelección con el 30% de los votos totales.
Si esa cuenta fuera válida (es decir: si se consideran los votos a favor sobre el total de inscriptos, más allá de la participación real), habrá que recordar que la alianza Cambiemos obtuvo sólo el 28% en la primera vuelta de 2015. En la segunda, llegó al 40%. Con esas dos modestas marcas se quedó con la elección presidencial, inobjetable para todo el republicanismo argentino y extranjero.
Con respecto a la participación puede decirse algo más. Un estudio del politólogo Adrián Pignataro comparó la participación electoral en todo América Latina, siempre según estadísticas oficiales. El estudio puede consultarse en internet. La elección venezolana de ayer se ubicó entre las de menos participación en la historia reciente del continente. Venezuela presentó resultados similares a Colombia (entre 1998 y 2010, sufragaron, en promedio, menos del 50%), y a Chile. El estudio de Pignataro muestra lo que pasó en el país trasandino entre 1999 y 2009, donde la participación cayó notablemente: del 72% al 59%. La elección del año pasado mostró una nueva caída: votó el 46,67%. ¿Chile y Colombia no son democracias?
Sin embargo, los chavistas no tienen mucho de qué jactarse en este aspecto: compararse con dos países con baja participación no debería representar una virtud, menos para un proyecto político que pone énfasis en el protagonismo popular. La elección de ayer, además, fue una de las peores de la historia reciente de Venezuela, lo que evidencia un claro problema político para Maduro. Eso puede explicar, en parte, el reciente llamado a un "diálogo nacional con todas las fuerzas políticas" que realizó el presidente reelecto. En 2013, cuando Maduro ganó por primera vez luego de la muerte de Hugo Chávez, obtuvo 7,5 millones de votos, el 50,6%. En esa oportunidad votó casi el 80% del electorado.
En las parlamentarias del 2015 concurrieron a las urnas el 75%. En esa oportunidad, el chavismo sacó 5,6 millones (dos millones menos que la oposición, que fue toda unida). Ahora, tres años después, Maduro ganó terreno al recuperar 600 mil votos. Mientras, la oposición retrocedió al mostrar una notable incapacidad política, cuando pasó de una "mesa de unidad democrática" (en 2015) a desbandarse en dos estrategias: los que fueron a la elección (¡con tres candidatos!) y los que llamaron a la abstención. Estos últimos lograron que más de 4 millones no vayan a votar, lo que es una cifra para nada desdeñable. En ese universo sobresalen sectores que apuestan a una salida no institucional del evidente conflicto político que atraviesa al país.