Los televisores de Perón
Por Victor Taricco* en Revista Zigurat
Dicen que Jaime Yankelevich le prometió “la televisión” a su hijo Miguel, muerto de peritonitis a los 18 años. También se dice que fue Evita la que con gran entusiasmo (y energía) impulsó la fecha del 17 de octubre de 1951 como el día señalado para la primera transmisión de televisión en la República Argentina.
Como dueño de radio Belgrano, Yankelevich tenía una profunda y, a veces, problemática relación con el gobierno de Perón. En 1947 fue obligado a vender su cadena radiofónica luego de que una voz anónima interrumpiera un discurso del General diciendo “no le crean”. Sin embargo, se mantuvo al frente de la emisora como gerente artístico, comercial y administrativo.
En 1951 el empresario radiofónico viajó a Estados Unidos junto a su hijo Samuel para traer “la televisión” al país. Traer la televisión era casi literal: había que importar el transmisor, los receptores y todo lo necesario para instalar la tecnología. Su partida fue registrada por el noticiero cinematográfico “Sucesos Argentinos”. El apoyo del gobierno de Perón era explícito, la “Nueva Argentina” era también televisiva.
En Nueva York los recibió David Sarnoff, presidente de la RCA y Dan Paley, su par de la CBS. Juntos lo llevaron a conocer al alcalde 101° de la ciudad, Vincent Impellitteri, un inmigrante italiano que había alcanzado el cargo a través del “Partido de la Experiencia”. En la comitiva de bienvenida estaban también los directivos de la ITT, de la Dumont y del organismo encargado de regular la radiofonía norteamericana, la Federal Communication Comission (FCC).
De ese viaje, la avanzada nacional volvería en julio de 1951 con un transmisor de 5KW de potencia (el más potente del hemisferio occidental, según se decía), una antena de 50 metros que se instalaría en el edificio de Obras Públicas, dos camiones de exteriores, seis cámaras usadas que debieron ser adaptadas a las normas técnicas nacionales y miles de metros de cable, luces y repuestos para comenzar la aventura de la televisión argentina. Un comunicado oficial de Radio Belgrano informaba que se habían invertido más de 15 millones de pesos.
Entre las compras realizadas por Yankelevich figuraban también 400 televisores marca Standart Electric (propiedad de la General Electric) y Capheart (propiedad de la ITT). Originalmente la Capheart era una fábrica de fonógrafos y tocadiscos que había sido adquirida en 1938 por un tal Philo Farnsworth, para dedicarse a la fabricación de televisores. El nombre completo de la marca era Capehart-Farnsworth.
La historia de Philo Farnsworth es prolífica en esfuerzos y decepciones. Nacido el 19 de agosto de 1906 en el seno de una familia perteneciente a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, desde joven mostró inclinación por las máquinas eléctricas y construyó varios dispositivos a partir de las piezas encontradas en la granja familiar.
Dice la historia que con avidez devoraba las revistas de ciencia y electrónica y que, a partir de ellas, se familiarizó con los desarrollos del alemán Paul Nipkow sobre la televisión mecánica. Prontamente el joven mormón percibió que ese sistema no lograría transmitir una imagen nítida e, inspirado por las líneas que dejaba el trayecto de una cosechadora en su trabajo cotidiano, comenzó a desarrollar un sistema de barrido electrónico de imágenes cuando tenía tan solo 14 años. Junto a su profesor de química, Justin Tolman, en seis meses completaría los aspectos teóricos de su idea, lo que a futuro sería mucho más útil de lo que parecía en ese momento.
Con 16 años, Farnsworth fue aceptado en la Bringham Young University, pero tuvo que abandonarla un año después por la muerte de su padre y regresar a la granja familiar. Junto a un vecino, aficionado como él a la electrónica, montó un taller de reparación de radios, pero fracasó. En 1926 se casó con Elma Gardner, vecina y hermana de su socio, y se mudó a San Francisco en busca de financiamiento para aquella idea de una televisión totalmente electrónica.
En 1927 Farnsworth concluyó los planos de su proyecto y lo presentó en la oficina de patentes de su nueva ciudad. El 7 de julio la certificación quedó supeditada al funcionamiento del “disector de imágenes” o la cámara de válvulas capaz de descomponer una imagen en una secuencia de señales eléctricas. Con la transmisión de una línea recta, el joven de Utah confirmó que su invento funcionaba e inició una nueva etapa en la carrera por la televisión.
Enterado en 1928 del nuevo desarrollo, David Sarnoff (aquel presidente de la RCA que años después recibiría a Yankelevich en Nueva York) decidió contratar al ingeniero de la Standard Electric, Vladimir Zworykin, para realizar un desarrollo similar al Farnsworth pero propiedad de su empresa.
Zworykin, que al poco tiempo se convertiría en jefe de ingenieros de uno de “los tres grandes” de la radiofonía norteamericana, fracasaba reiteradamente en los intentos de desarrollar su propio sistema de barrido electrónico de imágenes, con lo que en 1931 decidió presentarse en el taller de Farnsworth para observar de cerca sus investigaciones. Durante tres días el ingeniero de la RCA tomó nota del trabajo de su adversario haciéndose pasar por un colega interesado en los mismos temas. Meses después, el mismo David Sarnoff se reuniría con Farnsworth para ofrecerle 100 mil dólares por su disector de imágenes. Sin embargo, el inventor se negó a aceptar la oferta porque esa suma no cubría lo que habían invertido hasta ese momento sus patrocinadores.
Al poco tiempo de la fallida negociación, la RCA presentó su propio modelo de televisión electrónica, a nombre de Zworykin. El intento de patentamiento desató una batalla judicial que duró quince años y que se saldó el día que el profesor de química Justin Tolman se presentara ante el estrado con las notas que su ex pupilo le había entregado cuando tenía 14 años. La RCA perdió el juicio y se vio obligada a pagar patentes y regalías a Farnsworth.
Sin embargo, la larga contienda judicial y los costosos honorarios judiciales, terminarían por colapar al cándido Farnsworth que, víctima de una crisis de nervios, decidió vender todos sus activos en la industria de la televisión a la International Telephone and Telegraph (ITT), para retirarse a su ciudad natal y dedicarse a actividades más tranquila como la fusión nuclear.
Farnswoth falleció el 11 de marzo de 1971, curiosamente el mismo año que su archienemigo, David Sarnoff, con más de 300 patentes a su nombre en campos tan disímiles como la tecnología del radar, los dispositivos infrarrojos, el microscopio electrónico, la incubadora, el telescopio astronómico y por supuesto, la televisión.
Los televisores Capehart-Farnswoth llegarían a ensamblarse en Argentina de la mano de la ITT y un soleado día de octubre de 1951 permitirían a cientos de descamisados, agolpados en las vidrieras de confiterías y negocios de los alrededores de la Plaza de Mayo, escuchar el último discurso público de Eva Perón.
Ese día, el día del inicio de la televisión en Argentina, Evita diría: “Mis queridos descamisados: yo no valgo por lo que hice, yo no valgo por lo que soy ni por lo que tengo; yo tengo una sola cosa que vale, la tengo en mi corazón, me quema en el alma, me duele en mi carne y arde en mis nervios… ¡Es el amor por mi pueblo! Yo no quise ni quiero nada para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo, y aunque deje en el camino jirones de mi vida,yo se que ustedes recogerán mi nombre y lo llevaran como bandera a la victoria”.
*Victor Taricco es Licenciado en Ciencias de la Comunicación, docente en la UBA y Maestrando en la Maestría Interdisciplinaria en Estudios sobre Servicios de Comunicación Audiovisual.