Palazzo al machirulo: el discurso detrás de la polémica
Por Melany Grunewald
La declaración hecha por Palazzo ilustra su mediocridad y falta de compromiso con su trabajo ¿nadie se pone a investigar lo nuevos grupos constituidos o liderados por mujeres? ¿No les llega por ningún medio? ¿Cómo es posible que todavía una persona llegue a un puesto de tal responsabilidad teniendo ese grado de machismo, será porque necesitan de estos personajes para intentar sostener privilegios que empiezan a visibilizarse?
Podemos dudar muchísimo sobre el alcance o el descubrimiento de nuevas bandas femeninas, parcial o totalmente, que pueda llegar a tener Palazzo. No sólo porque están arrasando en el escenario musical. Hechos como el triunfo de Marilina Bertoldi, la primera mujer (y lesbiana) en ganar el voto de mejor disco argentino del año 2018 en un suplemento donde los sufragios son entre artistas, un poco de ruido tiene que hacer. Y lo hace. Por más que el productor del Cosquin Rock use los medios hegemónicos para intentar desmentir sus propios dichos, la realidad del festival y la cantidad de mujeres que quedan fuera de este evento, habla por sí misma.
La involuntariedad de permitir el acceso a mujeres a participar de estos festivales, lejos está del talento o no talento que ellas tengan. Tiene quizás más que ver con el discurso marketinero de “lo que vende”, de las decisiones que contempla la industria. Pero dicho discurso y dicha industria no se hace cargo, entre tantas otras cosas, de quiénes encarnan esa ideología, esa voz; de que son varones como Palazzo, los que deciden, “esto sí, esto no”.
El proyecto de ley de cupo femenino para festivales en nuestro país se presentó hace pocos meses, en octubre de 2018, consecuencia de la poca participación activa de mujeres en la grilla de estos eventos (13,2% en Argentina, tanto solistas como bandas mixtas, según un estudio realizado por Auska Ovando en Chile sobre festivales latinoamericanos). El principal festival de Rock en nuestro país cuenta con un 2,6% de bandas lideradas por mujeres (dejando de lado bandas mixtas y solistas).
Por otro lado, la asociación de Músicas Argentinas Activas realizó un estudio que abarca 46 festivales nacionales, de los cuales 42 tenían participación femenina menor al 20%. Sólo 1 festival tiene una presencia superior al 30%. 8 festivales cuentan con participación 0.
Estos datos recolectados por Auska Ovando y MAA evidencian, entre otras cuestiones, que el asunto no tiene que ver con el talento. Se trata de quiénes dirigen la batuta: productores y curadores de los festivales también son hombres en su mayoría. Varones con poder de decisión directa sobre la oportunidad que pueda presentársele a las mujeres. Los festivales, como representaciones heterogéneas de la música construida, son los que no están a la altura de las representaciones de géneros y sexualidades para con la comunidad toda. Dice el proyecto de Ley de Cupo Femenino en Festivales: “Nadie puede soslayar que estos escenarios masivos no sólo son caja de resonancia de eventos musicales, sino que también expresan un clima y una agenda de época en las cuales el público marcadamente joven también fragua su identidad generacional”. Ya es hora de que la barra medidora de lo que es o no merecedor de presentación en un festival deje de ser puesta por los monitos que trepan alto (porque así es la vida, el culo más se les ve)
Pero también es hora de que los artistas solistas y bandas de hombres y mujeres extiendan la mano para que las pibas suban al escenario. Eso no compete sólo a las agradecidas como Lula Bertoldi de Eruca Sativa, quién destacó en el mismísimo Cosquin que estaban ahí gracias a otras mujeres. Les compete a todos los Palazzo, a los varones que se enfurruñan cuando las pibas piden ser representadas. Les compete porque ellos son los que nunca pierden nada. Les compete porque ya es hora de que nos vean como iguales.