Las editoriales de poesía y los cien primeros días de aislamiento

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Las editoriales de poesía y los cien primeros días de aislamiento

27 Junio 2020

Por Gito Minore | Ilustración: Nora Patrich

Si en algo podemos estar absolutamente todos y todas de acuerdo es que la actual pandemia trajo de la mano una crisis económica a nivel mundial que crece cada día más. El aislamiento social preventivo y obligatorio, vino escoltado de recesión, pérdida de empleo, pauperización laboral, caída de poder adquisitivo y un largo etcétera. Casi no hay sector de la economía que no haya sido afectado en mayor o menor medida por esta adversidad, que, más allá de golpear a todo el globo, a nuestro país luego de cuatro años de neoliberalismo salvaje, impactó de manera particular.

El caso del mundo editorial es uno de los más graves y preocupantes. Así lo revela una investigación llevada adelante por Daniela Szpilbarg del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Fruto de ese enorme trabajo realizado en tiempo récord (30 de abril al 12 de mayo) en el cual se relevaron 131 editoriales del país, se compaginó un informe denominado Editoriales argentinas ante la cuarentena por el Covid-19: efectos, balances y perspectivas, el cual circula en pdf. Los datos que arrojan son alarmantes. Durante ese período las ventas se cayeron más del 60%. Frente a este panorama de incertidumbre, las editoriales se vieron obligadas a alterar el programa de lanzamientos, suspender traducciones, reediciones etc. Todo lo cual agrava la situación. Si bien se han tomado medidas como digitalizar parte del catálogo e implementar ventas de ebooks, lo cierto es que estos cambios no le hicieron ni cosquillas a la crisis. Según se desprende del mismo trabajo, solo el 14 % de los consultados declararon que sus ingresos por ventas de este formato hayan sido apenas el 10% de su ingreso mensual, mientras que el 73 % de editores y editoras aseguraron que dichas ventas representaron el 0%.

Aunque es posible que con la actual flexibilización y consiguiente apertura de librerías, los porcentajes hayan variado, no es difícil imaginar un futuro negro para el sector, al menos para lo que resta de este año. Con estos bueyes aramos.

Ahora bien, no resulta ninguna novedad afirmar que los libros de poesía, más allá de formar parte del universo editorial, por sus propias características tienen una circulación particular. Otros circuitos, otros canales, otros códigos, otros precios, otros valores.  

Teniendo en cuenta el panorama descripto, se nos presentaron una serie de preguntas: ¿Cuál habrá sido el impacto sufrido específicamente por las editoriales de poesía durante este mismo período? ¿También fue así de severo? ¿Tomaron las mismas medidas? ¿Surtieron los mismos efectos?

Para ello entrevistamos a diez editores y editoras (en su mayoría poetas) quienes nos comentaron como le vienen haciendo frente a este momento tan especial.

De librerías, ferias y eventos

Una de las primeras cuestiones que salta a la vista al analizar los efectos de la crisis en el mundo editorial es el hecho de que las librerías luego de estar cerradas, al abrir hayan tenido que adaptarse a un horario reducido. Menos tiempo de trabajo, menos personal disponible, menos posibilidades de cobro también. Además de las escasas ventas, y la acotada disponibilidad horaria, cobrar se convirtió en un gasto extra, sobre todo para aquellos que no cuentan con un móvil propio o un permiso de circulación. Pero, para algunas, esto no es una situación inédita. Tal es el caso de Barnacle, una editorial independiente de la ciudad de Buenos Aires que cuenta con un catálogo de setenta libros, en su mayoría de poesía (argentina y latinoamericana). En torno a ello, Alberto Cisnero y Verónica Vega nos comentan: “Las reposiciones las enviamos con motomensajería (antes del COVID ya lo hacíamos); en el mismo sentido continuamos con la venta online.” Estas formas que para algunos resultan novedosas, para quienes están acostumbrados a lidiar desde siempre, no lo son tanto.

Sin embargo, no es igual para todos. Si se está ubicado dentro de la ciudad de Buenos Aires, con distancias cortas, la complicación no es mayor. Otro cantar es para las editoriales del interior. Tal es el caso del sello rosarino Baltasara editora. Con un catálogo también de setenta libros publicados, organizado en siete colecciones (Narrativa, Poesía, Teatro, Ensayo, Testimonio, Patrimonio y Andrómeda) que se nutren de convocatorias anuales; su actividad se ha visto frenada. Entre los problemas más importantes se encuentran obviamente la venta y distribución. En referencia a esto último, su editora, Liliana Ruiz, nos cuenta: “La distribución a librerías de Buenos Aires se dificultó por las restricciones impuestas en esa ciudad. Nuestro canal de venta son las librerías y en tal sentido las apoyamos en su venta online. Eventualmente y, sin competir, hemos vendido algunos libros online con el delivery gratis que ofreció la Municipalidad de Rosario a las editoriales independientes.” Pero ese no es solo el problema que los aqueja. Sumada a la limitación económica la situación de aislamiento los obligó a desdoblar los esfuerzos, ya que más allá de tener ventas o no, el staff sigue trabajando en la corrección, maquetación y diseño de los libros que tenían en camino: “El hecho de tener que mudar la actividad editorial a tres domicilios nos obligó al teletrabajo. Los tiempos se multiplicaron por cuatro.”

Como hemos visto, la situación de las librerías cerradas trastornó el trabajo del mundo editorial en general. Sin embargo, son pocas las editoriales de poesía que entran en este circuito. Sea por las restricciones que muchas veces los negocios presentan (generalmente tener locales pequeños), por las imposibilidades propias del sello (como no tener personal para la distribución), o por cuestiones ideológicas (no querer recargar más el precio, que el libro vaya del autor al lector, etc), la mayoría de los sellos adoptan otras formas de comercialización y difusión de sus obras. Entre ellos los más importantes son las ferias y las presentaciones. La imposibilidad de llevar adelante esas modalidades, complicó la situación a más de uno.

Entre ellos, a los mendocinos del sello Grito manso. Su editor Javier Piccolo no deja lugar a dudas: “Para una editorial pequeña del interior, la distribución siempre es un problema. Nuestro principal ingreso son las ventas directas, principalmente en ferias y encuentros y las benditas presentaciones de libros. Todo eso ha quedado suspendido” Nacidos en el 2017, con ocho títulos publicados en tres colecciones vienen sosteniéndose a fuerza de trabajo. En tal sentido, se explaya: “No hacemos convocatorias y publicamos poco, lo vamos haciendo de acuerdo a la posibilidad de nuestra economía, tratando de sostener la editorial con sus propias ventas. Nos gustaría tener más plata para poder decir que sí a más autores.” Sin embargo, estos meses al no haber eventos ni ferias tuvieron que recurrir a la preventa para poder editar el último título.  Algo que no estaba en sus planes.

En esta misma tónica están los sellos HD Ediciones y Peces de ciudad. Ambos radicados en Bahía Blanca. HD nació en esa ciudad en el 2007 con la intención de generar un espacio de difusión y promoción de obras de autores y autoras que se encuentran fuera de los circuitos tradicionales. Peces de Ciudad, comenzó sus actividades en 2015, en CABA y luego prosiguió en Bahía Blanca, y cuenta en su catálogo con un centenar de libros. Ambos sellos conforman una distribuidora independiente denominada Bisonte. Para ellos, la situación también empeoró: “Una vez al mes viajábamos a distribuir novedades y reposiciones a Capital y La Plata. Por el momento esto no es posible. A eso se le suma, la cancelación de ferias y eventos y la imposibilidad de presentaciones presenciales. Todo esto nos llevó a suspender el calendario de publicaciones y de ferias para todo el año.”

Ambas editoriales a puertas cerradas, siguen trabajando con los libros que ya tenían pautados. A poco de empezar el aislamiento, Peces de Ciudad realizó y distribuyó gratuitamente vía correo electrónico, una antología de poesía, con el material editado entre 2017 y 2020. Como una manera original y sensible de ofrecerle algo a su público lector y reforzar el vínculo con sus autores. Tal como lo afirma su editora Soledad Blanco: “Encontramos en el espacio virtual camaradería con gente del palo que busca soluciones en conjunto.”

El no siempre estuvo

Si bien el impacto económico es un factor clave para la subsistencia de todo tipo de emprendimientos, este no el único elemento que vamos a tener en cuenta en nuestro análisis. Quienes encaran una editorial de poesía o un proyecto vinculado a esta, saben de antemano que no multiplicarán sus ingresos haciéndolo. Más bien todo lo contrario. Por lo tanto, además del faltante de dinero de las ventas para seguir invirtiendo en sacar libros, es importante destacar que la pandemia trajo otras consecuencias, más bien de tipo emotivas. El encuentro, que es aquello que justamente impide el aislamiento, es lo que más se vio afectado. En este sentido, Eduardo Montejopia editor del sello porteño 3+1, es certero: “Lo que más nos dolió fue la pérdida del contacto con los poetas y la falta de la presentación que hacemos todos los meses en un bar o una sala. Esos encuentros literarios donde llevamos el Diario de los poetas. Las antologías y los libros que sacaron los autores no se pudieron presentar y eso fue como gancho al hígado que nos dejó sin aire. Pero no fue nocaut, nos levantaremos de la lona como lo hemos hecho en estos treinta años de poesía”

Experiencia tiene Eduardo y de sobra, quien desde el año 1990 lleva adelante la editorial con la cual han publicado más de quinientas antologías temáticas y cien libros de autores individuales. A lo largo de estas tres décadas, varias fueron las vicisitudes que él y su sello tuvieron que afrontar. Sin embargo siguieron en el frente de batalla con su lema “poesía mas poesía es igual cultura”. Quizás por eso, su mirada no es tan negativa: “somos una modesta editorial de poesía y siempre tuvimos que remar contra la corriente. De alguna manera nos fue más fácil subir la colina, ya que siempre nos dicen ‘no’, sabemos cómo escalar cada peldaño y si tenemos que volver atrás nuestro paso lo hacemos”.

Visto y considerando que la difusión es uno de los objetivos primordiales de toda editorial de poesía, es interesante rescatar qué acciones se toman frente a un problema de esta envergadura. De qué manera afrontar esta situación y seguir trabajando. Un caso muy particular es el de la editorial platense Libros de La talita dorada que dirige el poeta José María Pallaoro. Fundados a finales de la década del 90, tienen editados más de cincuenta títulos en distintas colecciones, que conviven con otros formatos: revistas, cuadernos, sobreplaquetas, plaquetas y una larga lista de blogs. Al inicio de este año tenían varios proyectos de ediciones en papel, los cuales quedaron detenidos. Eso los hizo dedicarse un poco más de lleno al formato virtual. Según confiesa Pallaoro: “La estrategia siempre estuvo por fuera de la edición en papel. Más que “editor” me considero un “difusor”, un “divulgador” de poesía y literatura. Por eso cualquier plataforma es válida. Cuando no pude continuar con la edición en papel de la revista de poesía El espiniyo, armé una serie de blogs que continúan hasta hoy. En ellos van a encontrar miles de textos y cientos de autores. En cuanto a los textos muchísimos subidos por primera vez a internet, muchísimos inéditos. Incluso libros completos de autores amados”.

Ante la crisis y la falta de recursos para poder seguir delante de manera tradicional, la versión online sigue siendo una excelente elección. Si bien, como señalamos al comienzo de este artículo, las ventas en formato digital no representan un porcentaje considerable en los ingresos de las editoriales, la difusión gratuita de los contenidos en blogs, ebooks, pdfs se ha convertido en una excelente opción.

Otra manera de vehiculizar los contenidos son los audiolibros, sobre todo en zonas donde el acceso a estos no tiene ningún tipo de apoyo estatal. Tal es el caso de la provincia de Misiones. Theodosio Barrios Rocha es un activo luchador por la difusión de la literatura, especialmente de la poesía, en su provincia. Desde el año 2001 forma parte de un movimiento literario inédito en la localidad de Eldorado: el grupo Dementeazul. Con ellos se reunían todos los jueves, y de esas juntadas surgieron talleres, programas radiales, concursos. A su vez, asistían y daban talleres a los internos de la Unidad Penal III de esta localidad, y llegaron a organizar catorce “Encuentros de escritores” con la participación masiva de artistas de varias latitudes del país y de países vecinos. Todos estos antecedentes lo llevaron en su momento a tomar una gran decisión: “Ante el gran vacío y la expectativa cuasi inmoral de los gobiernos de turno en cuanto a cultura, y sobre todo en cuanto a subvención de lo literario, su promoción y publicación, fue que se me vino en ganas adquirir una duplicadora —allá por el año 2006— con la cual edité varias decenas de libros, de los integrantes de este Grupo y las antologías anuales temáticas (pues cada encuentro tenía una consigna). También antologías provinciales y convocatorias nacionales. Ergo, Th. Barrios Rocha Ediciones Autores Misioneros, nace de una necesidad de publicar y de marcar presencia de voces silenciadas por la incapacidad monetaria de imprimir.”

Lejos de verse ensombrecida por la actual situación, la lucha que lleva adelante Theodosio desde su provincia, sigue adelante a pesar de las nuevas trabas. Tal como él lo comenta: “Actualmente estamos abocados a la edición de audiolibros ocupando la herramienta con que dispone Youtube para esa tarea. Todo sin beneficio económico y simplemente para promover literatura y autores a fin de que, en un futuro inmediato, sean más conocidos y requeridos en formato papel en esas librerías.”

Ingenio y solidaridad

Nadie pone en duda que la poesía es invención. Creación de nuevos mundos, de nuevos sentidos, de nuevos horizontes. Sin desmerecer las consecuencias económicas que trajo este parate obligado, es rescatable la cantidad de proyectos, que a partir de esta situación nacieron. Tomarse un tiempo para analizar los próximos pasos o para repensar la propia práctica estuvo a la orden del día. Así lo confirma Ricardo Piña, quien junto a Verónica Ardanáz coordinan la editorial La Juana Cartonera. Ubicados a 30 km al norte de la ciudad  de Salta, el sello viene lanzando títulos de manera artesanal desde hace unos años y vendiéndolos en ferias y presentaciones artísticas, actividades que con las restricciones actuales no pueden hacer. Pero no es lo único en que se vio perjudicado Ricardo. Según sus propias palabras: “Antes de la cuarentena mantuve conversaciones y acuerdos con Eduardo Medina, el titular de Ediciones Del Duende, de Salta, para editar un breviario del Collasuyo (Collasuyo son las medidas del territorio andino que usaron los incas) 2 poetas de Salta, 2 de Jujuy y 2 de Bolivia. Y paralelamente estábamos ensayando una puesta en escena del poemario con 4 actores, con la característica de la dirección a cargo de cada actor y la puesta en escena libre también a cargo del actor. Todo supervisado grupalmente de todos nosotros, incluidos actores y poetas”.

Frenada esta posibilidad de encuentro, para poder llevar adelante la obra, y con los ahorros contados, Ricardo tuvo que recalcular los siguientes pasos del proyecto: “Esta suspensión de actividades me llevó a utilizar parte del tiempo libre en diagramar futuras estrategias de producción y de ventas. Alianzas estratégicas y de promoción del trabajo artesanal y la difusión de la poesía y las clínicas de producción poética y experimentación”.

Del mismo modo que Piña, quienes están más lejos del circuito tradicional del mercado del libro (ediciones artesanales, cartoneras, autores independientes) son quienes quedaron más en la intemperie con la crisis. Pero también fueron aquellos que generaron las ideas más creativas para hacerle frente. Tal es el caso de Matu Kocens. Matu fue guitarrista y cantante de la legendaria banda Demente Caracol en los primeros años 90, pero luego se dedicó por completo a su oficio de poeta. Siempre con su morral a cuestas, gana su sustento vendiendo sus propias obras. Tal como él lo expresa: “Desde el 2008 yo edito mis libros y trabajo distribuyéndolos por todo el país. Hasta hace unos años salía por una pequeña editorial que cerró en 2018 y entonces ahí decidí crear mi propio sello: Matu ediciones. La dificultad en estos tres meses fue la cancelación de una presentación de mi nuevo libro en Mar del Plata y un viaje para vender libros por Tucumán, Salta y Jujuy”.

A raíz de esto, lejos de quedarse de brazos cruzados, Matu tuvo una idea: “Cuando llegó el aislamiento, se cancelaron los dos viajes y tuve la necesidad de vender los libros que ya habían salido de la imprenta. La estrategia que se me ocurrió fue intentar vender un libro por día. A través de internet y con la colaboración de amigos, empecé a hacerlo. Cada vez que alguien me compraba uno le contaba la situación y le pedía que me recomendara  algún conocido que quisiera comprar un libro de poesía y así hasta ahora. Desde marzo vendí setenta y dos ejemplares de los ocho títulos de la editorial”.

¡Seguiremos!

¿Dejó algo bueno todo este tiempo? ¿Estos cien días de aislamiento generaron algo positivo? La reflexión final deja un sabor extraño, ya que seguramente es un poco apresurado sacar una conclusión. Un cierre. El suspenso queda abierto al día a día, al propio desarrollo de los acontecimientos. “El tiempo nos romperá  a todos pero hay que aprender a cuidarse y a valorar los momentos que podamos compartir con los demás”, afirma Alberto Cisnero, editor de Barnacle, a lo que su par misionero Theodosio Barrios, desde la otra punta del país con buen tino agrega: “Este período ‘oscuro’ de la humanidad acarreó opciones de revaloración de valores espirituales, de salidas que no conllevan a beneficios monetarios”.

Según se puede inferir de los testimonios de quienes se sumaron a participar en esta nota, el aislamiento social y la crisis que trajo aparejada hizo mella en todos lados. Pero no fue igual ni parejo. Cada caso, cada proyecto, cada emprendimiento lo vivió a su manera. Es interesante rescatar que mientras que para muchos las consecuencias son de orden económico, para otros tantos los efectos colaterales de este momento tan particular, pasan por un lugar diferente. En tal sentido, el pensamiento de José María Pallaoro es contundente y desafiante: “Seguiremos difundiendo, divulgando. Estamos comprometidos con la belleza y el conocimiento. Estamos acostumbrados a golpes”.

Pareciera que la poesía, por su propia especificidad de producción y difusión, más que marchar acorde a cierta lógica del mercado, caminara en sentido contrario. Se comportara más como la “ilógica del mercado editorial”. Siguiendo su propia brújula, aventurándose por senderos diversos. ¿Será así?