El robo del siglo: una estafa anclada en el realismo
Por Marina Jiménez Conde
Las historias sobre grandes robos y atracos suelen seducir. A la presentación de una situación que resulta casi imposible de llevar adelante, se le suma la fantasía, por parte del público, de poder convertirse en una persona millonaria de la noche a la mañana.
Sobre esa idea se han producido títulos como Inside Man (El plan perfecto), Ocean 's Eleven (La gran estafa) y la serie española que más ha explotado esta cuestión recientemente: La casa de papel. La miniserie colombiana estrenada en Netflix, El robo del siglo, también funciona bajo esa misma lógica.
Basada en hechos reales y situada en 1994, la historia sigue a un grupo de delincuentes que asaltó el Banco de la República en Colombia, para llevarse un monto equivalente a 33 millones de dólares en aquella época. El líder de la banda, Chayo, es interpretado por Andrés Parra, reconocido por haber caracterizado a “el Anestesia” en El cartel de los sapos, a Sergio Jadue en El presidente, y sobre todo, a Pablo Escobar en El patrón del mal.
En un breve lapso, Parra logra darle su sello al personaje, mezclando el simpático acento colombiano, con el cinismo y la cuota de viveza que concentra en Chayo. Este hombre es el clásico chanta, que acomoda sus valores de acuerdo a sus necesidades, aunque se jacta de robar sin usar la violencia: “Ni balas, ni muertos”. Las apariciones de Parra son vitales, no sólo para la trama, sino también para la esencia de la serie.
El recuerdo de El patrón del mal también se utiliza en la inclusión de Christian Tappan, que interpretó a Gonzalo, primo y mano derecha de Escobar en la exitosa serie colombiana. En esta oportunidad, Tappan hace de “el abogado” Molina, en un papel más cerebral, porque es quien planifica gran parte del robo.
Si bien el tándem Parra–Tappan tiene sus momentos, mostrando una relación conflictiva entre ambos, los rápidos seis capítulos de la miniserie hacen que no lleguen a congeniar de la misma manera que lo habían hecho en el trabajo anterior.
Pese a que el robo al banco es la carta con la cual se vende la historia, no se abusa de dedicarle más tiempo del necesario, para darle pantalla a lo que sucede después. Si tanto en La casa de papel como en la homónima película argentina, El robo del siglo, el personaje principal resuelve cada problema como muestra de su inteligencia, no sucede lo mismo en la miniserie colombiana.
Si bien hay situaciones resueltas de forma ingeniosa y con viveza, las mayores dificultades que se interponen en el camino son sorteadas con dinero. El mensaje parece ser que la corrupción está en todas partes, y que todo tiene su precio.
Paradójicamente, si la audiencia elige este tipo de historias por las soluciones extraordinarias que se le dan a los problemas, El robo del siglo colombiano agrega una cuota de realismo que sólo permite regocijarse en la viveza y el carisma del personaje de Parra.