(Des)encanto: el Medioevo según Matt Groening
Por Agustín Mina
Matt Groening ya había pasado a la inmortalidad hace mucho por haber creado Los Simpsons, ese fenómeno que no se agota y cambió la televisión —sobre todo la animación— para siempre. No conforme con su éxito, en 1999 estrenó Futurama, una parodia sobre el futuro, de cara al nuevo milenio. La serie fue un éxito, aunque el fenómeno de Los Simpsons es algo que jamás se podrá repetir. 19 años después, Groening retoma su hábito de llevarnos de viaje por distintas épocas de la historia con (Des)encanto, una comedia de fantasía, ubicada en el Medioevo y disponible en Netflix. Con reyes, princesas, elfos y duendes —y el sello de calidad de Groening— es una comedia absurda e irreverente que los fanáticos de su trabajo no se pueden perder.
La serie sigue a la princesa Tiabeanie —Bean para los amigos— del reino de Dreamland, un lugar que no tiene nada que envidiarle a Springfield. Allí, pronto se reunirá con el resto de los protagonistas: Elfo, un elfo que escapa del bosque mágico en busca de aventuras, y Luci, el demonio personal de Bean. Ambos personajes funcionan como una forma de equilibrar a Bean; Elfo es la voz de su consciencia, mientras que Luci trata de corromperla a cada paso.
Es un poco difícil entrarle a la serie al principio ya que, como su protagonista, parece no tener un rumbo claro. Bean escapa del rol de princesa tradicional, no tiene interés en los protocolos, en quedarse en el castillo, y mucho menos en casarse con algún príncipe de otro reino para darle una alianza a su padre. Tiene en claro qué es lo que no quiere para su vida, pero en cuánto a lo que sí quiere, es algo que tratará de descubrir a lo largo de la trama.
Pasados los primeros capítulos, la historia va tomando forma y, una vez que hacemos click con el mundo que nos plantea la serie, su humor y sus personajes, la serie es realmente divertida. La segunda temporada, por ejemplo, supera con creces a la primera, con mayor profundidad en la historia y algunos giros inesperados, mientras que la tercera —que se estrena el 15 de enero— promete volver a superar a su predecesora.
Al igual que con Futurama, lo más divertido de la serie son los chistes sobre el modo de vida de la época: la magia como solución para todos los problemas, la pobreza, las condiciones de insalubridad, las desigualdades; Groening vuelve a dar en el clavo con su sátira del Medioevo. Los personajes, con todos los clichés posibles, son entrañables. Desde el rey cascarrabias hasta la madrastra malvada. La serie recicla mucho del humor de las producciones anteriores de Groening, como por ejemplo cuando el rey Zog deja caer a todas las personas que lo visitan por una trampilla en el suelo al mejor estilo Burns.
(Des)encanto probablemente no entre a ningún salón de la fama, pero no deja de ser una propuesta por demás entretenida, que no tiene miedo de probar cosas nuevas, que todo el tiempo presenta las cosas de una manera para después darles un giro, y que se sigue volviendo mejor con cada entrega. Además, es la obra más enfocada al público adulto de Groening hasta ahora, dejando cierta estética ATP de las que pecaron Los Simpsons y Futurama en el pasado. Al parecer, la pluma del célebre dibujante estadounidense tiene tinta para rato.