Vacunas, fake news y el virus de la desinformación, por Camila Ragazzini
Por Camila Ragazzini
Algunos medios escriben «recibió la vacuna y murió de» y dejan que el predictivo termine la frase. Si el mundo fuese solo un juego, vacío de intenciones políticas y responsabilidades sociales, se podría decir que así se manejan en las oficinas de ciertos medios.
El pasado 27 de enero Infobae América tituló: «Murió en Perú una voluntaria de la vacuna china Sinopharm: había recibido el placebo». Sin embargo, en el cuerpo de la nota se menciona la causa de la muerte y, curiosamente, no tiene relación con la aplicación de la vacuna: la mujer falleció como consecuencia de una neumonía.
Mario Riorda, director de la maestría en Comunicación Política en la Universidad Austral, expresó en su cuenta de Twitter: «Ni siquiera el problema es de la noticia. El problemón es de quién maneja redes de una manera tan escandalosamente irresponsable. No me importa llevarle tráfico, sí me importa condenar esta bestialidad comunicativa. Que condenemos esta aberración contra la salud pública.»
No es la primera vez que medios como Infobae titulan de manera tendenciosa. Tampoco las noticias falsas y la desinformación son fenómenos nuevos, pero es preciso señalar que la horizontalidad de las redes sociales nos convierte a nosotros, los usuarios, en posibles vehículos de estas noticias; y, en consecuencia, responsables.
Es necesario desensillar dos puntos importantes para desactivar la producción de estos contenidos: en primer lugar, reconocer que en un contexto de emergencia sanitara la comunicación puede poner en peligro la salud de miles de personas; y luego, diferenciar entre desinformación y fake news para no continuar desestimando la actividad periodística. La viralización genera escepticismo negativo hacia los medios de comunicación.
Las fake news toman el formato de una noticia basándose en información falsa, y construyen una narración sin un origen claro; erróneamente se hace referencia a este concepto para señalar mecanismos de manipulación. No todo lo que circula, y no nos gusta, es fake. En cambio, la desinformación parte de hechos reales y capta al receptor distorsionando la información. Las dimensiones de estas distorsiones, que pueden incluir datos falsos, abundan en internet porque las redes sociales concentran todas las funciones.
Nadie ignora que la mentira y la desinformación son factores cotidianos en las redes y los medios, por eso es preciso comprender la tergiversación en el contexto en el que surgen y cómo se internalizan. Luego abordar los alcances y la construcción subrepticia.
Si existe la ingeniería de la mentira, tenemos que ser bolas de derribo.