Felices 91 años, Norita, y que la vida triunfe ahora y siempre, por Pablo Melicchio
Por Pablo Melicchio | Ilustración de Matías de Brasi
En el libro que escribí sobre y con ella, El lado Norita de la vida, está el relato de su historia, el antes y el después de la desaparición de su hijo Gustavo. Entre las páginas podemos reconocer a Nora como madre y esposa, dentro de su casa, ajustada al modelo impuesto por el patriarcado, hasta que el 15 de abril de 1977, tras el secuestro de su hijo, sale a la calle, y junto a otras mujeres fundan Madres de Plaza de Mayo. Su búsqueda personal se unió a otras búsquedas porque aprendió, y nos trasmite con sus actos, que la unión hace a la fuerza. Y a partir de entonces, tras el dolor y la búsqueda incesante de la aparición de su hijo, que todavía continúa, Nora Cortiñas se convirtió en Norita, diminutivo que tiene que ver con el afecto que genera, y tal vez con su baja estatura, pero no con su fuerza espiritual que es inconmensurable.
El 22 de marzo del 2020 no pudimos celebrar sus 90 en la Plaza de Mayo, como ella lo deseaba, porque la fiesta quedó suspendida por el acecho del coronavirus. Pero nunca quedó suspendido su incansable accionar. Norita resulta en el campo social, como figura pública, tan humana y generosa como lo es entre su círculo afectivo. Durante el 2020 no dejó de contenerme, darme fuerzas y palabras de aliento mientras mi mamá permanecía internada. Y ahora, luego de que mi vieja dejara el mundo terrenal, cada vez que hablamos o nos encontramos, me pregunta cómo estoy, cómo está mi viejo y cómo está mi familia sacudida por el dolor reciente de perder a un ser tan amado. Y así es Norita, siempre cercana y comprometida con quienes sufren alguna de las tantas injusticias que abundan en este mundo. Norita, que transitó la dolencia más grande que pueda existir, la de la desaparición de un hijo, lejos de volverse resentida y poblada de odios, se transformó en una mujer solidaria, sensible y atenta a los sufrimientos de los demás; porque para ella el dolor no es ajeno, sufre con quienes sufren, y allí radica la diferencia fundamental, la inmensidad de su amor.
Norita, guardada en su hogar, es como una leona enjaulada, pero aun así la ronda de los Jueves sucede desde dentro de su casa, y no deja de atender a la gente que la necesita, de dar charlas y reportajes, grabar videos o posar para alguna que otra fotografía sosteniendo carteles con los que se busque viralizar un reclamo o pedido de justicia. Pero también, en lo que va de la pandemia, se reconectó con el rol de ama de casa abandonado por su constante lucha en la calle. Y así volvió a cocinar, a ocuparse de su bello jardín, redescubrió rincones olvidados y hasta encontró latas de conserva vencidas en el fondo de la alacena. No perdiendo la alegría y las ganas de disfrutar de la vida, a pesar de los golpes y las caídas.
Este mundo, en el que se vienen incrementando injusticias y distintas formas de la violencia, genocidios y femicidios, donde se promociona la competencia más que la cooperación, los intereses individuales por sobre el bien común, y en un planeta tierra que además está dando clara señales del agotamiento de sus bondades, necesitamos contagiarnos de seres como Norita Cortiñas. Que si bien está en todas partes, como una diosa humanitaria, debemos sumarnos, multiplicar su lucha y la lucha de Las Madres, para que las huellas de sus pasos nos orienten por dónde seguir para alcanzar un mundo pacífico, más justo y solidario.
Felices 91 años, Norita, y que la vida triunfe ahora y siempre.