Jóvenes que crecieron de golpe y a golpes en Malvinas
Por Zaida Tolosa | Ilustración de Zaida Tolosa
Nadie nunca me avisó del peso de la memoria, nunca jamás me advirtieron sobre la gravedad del olvido, ni me dijeron “guarda que duele” antes de inmiscuirme en la historia de nuestra guerra. Entonces recorrí relatos, escuché experiencias, viví sin vivir las lágrimas de terceros y la impotencia de cuartos, y no pude hacer otra cosa que detenerme a temblar, a llorar, a tomarme la cabeza entre las manos sin comprender. Es tan duro a veces existir sabiendo que mi mera existencia ya es una conquista.
Y mi cerebro poeta se congela, presa del miedo a pecar de falsa con este escrito. No hay sensibilidad suficiente para poder hablar, como si el dolor se hiciera nudo y atravesara el tiempo para atorarse aún hoy en mi garganta, impidiéndome seguir.
Guarda que duele.
Guarda, porque este día entre días no es un día más ni un día menos, es un instante de ternuras y un momento de angustia, es el abrazo que la mamá nunca dio, es la carta arrugada cruzando el mar argentino, es las armas demasiado pesadas en manos infantes, las bengalas y algarabías del engaño multitudinario; este tiempo tan corto pero tan intenso, tan, tan cargado de lágrimas congeladas y dolores que el tiempo jamás borró. Y todo eso, me atraviesa sin piedad ni consciencia.
Entonces miro la bronca a los ojos, con fuerza. La miro, la toco y la peso, la dejo donde está, para que descanse por fin su furia. Y tomo entonces el amor, la esperanza, el deseo y el sueño, dándole su tiempo a cada uno, y soltándolos para que se liberen los recuerdos. Es muy duro vivir todo esto dos veces, tres veces, diez mil veces y cincuenta mil millones cuatrocientas veces más, es terriblemente duro hacerle justicia a toda la crueldad que el olvido y el desuso dejaron. Pero también necesario.
Y mientras hago esto, sin detenerme, me dedico a vivir intensamente, sin olvidarme de dar y explotar el corazón en alegrías, en disfrutar del sol que besa mi cara y entibia mis brazos, porque cargo conmigo no solo la tristeza de la guerra, sino también el sueño colectivo de un futuro. Y yo existo con fuerza, y quiero a gritos y a patadas, y trato de ser justa, digna, honrada y tenaz, liberando mis propias batallas, diciendo mi nombre en voz alta, siendo tan adolescente como pueda, por todos los otros jóvenes que crecieron de golpe y a golpes en Malvinas, por todos sus deseos y anhelos.
Entonces, cuando lleguen otros para recordar, podré decirles “guarda que duele, pero también impulsa”.