Tiros en el pie que opacan una gran campaña de vacunación, por Enrique de la Calle
Por Enrique de la Calle
El plan de vacunación contra el COVID avanza a toda velocidad, lo que permite, por primera vez desde marzo del año pasado, detectar la luz al final del túnel. Si no cambia mucho el escenario actual, Argentina llegará al último trimestre del 2021 en una situación de virtual normalidad.
Hasta el momento, ya se aplicaron 15 millones de dosis, sobre casi 18 millones distribuidas. Con una dosis, al menos, ya se vacunó al 27% de la población total de argentinos. Pero si descontamos a 14 millones de menores de 18 años, que en principio no serían inmunizados, el porcentaje de vacunados de la población "objetivo" aumenta al 42%.
Por eso, no es alocado pensar que se llegará a las próximas elecciones con un escenario impensado hace unos meses: con la gran mayoría de la población habilitada para votar vacunada. Sin dudas, es un impresionante logro de gestión que se convirtirá en un gran capital político para el gobierno. No será el único tema que evaluará el electorado pero no pasará desapercibido para una sociedad ya muy cansada por la pandemia. Y un bonus track: esa situación tambén impacta en la oposición, que empieza a mostrar grietas e luchas intestinas.
En ese sentido, no deja de sorprender el encadenamiento de errores no forzados del gobierno en la misma semana en la que sólo se debería estar hablando de la cantidad diaria de dosis que se aplican y de los componentes que están por llegar o se están por producir en el país: ¡Argentina estará entre los 10 productores mundiales de vacunas!. En cada jornada, se vacunan entre 250 y 300 mil personas.
Si no se habla todo el día de vacunas, se debe en gran medida a la (ir)responsabildad del Gobierno. A las declaraciones muy desafortunadas del presidente Alberto Fernández sobre el origen de argentinos, brasileños y mexicanos, se antecedió el affaire protagonizado por la AFIP y su decisión de cobrar un aumento retroactivo a casi 4 millones de monotributistas. El problema es más grave: esa decisión del órgano recaudador había sido impuesta por una ley aprobada en el Congreso. La pregunta es obvia: ¿Nadie previó que la medida iba a generar mucha indignación entre trabajadores precarizados, en su mayoría votantes del Frente de Todos?
Ese tiro en el pie es más grande cuando se contempla que el impacto sobre las arcas públicas es muy modesto. Por poca plata (para el Estado), AFIP hizo enojar a millones de laburantes, de los menos privilegiados. En el error se percibe también la distancia que existe entre muchos funcionarios, incluso de un gobierno popular, y la realidad de millones de argentinos.
Ahora, el gobierno dio marcha atrás con una propuesta superadora: revisará todo el esquema fiscal que aplica a monotributistas. Es otra buena noticia que el gobierno no podrá aprovechar políticamente en toda su dimensión porque llegó a ella después de un disparate y muchos tropiezos. Cualquier deportista lo sabe: los errores no forzados son los que terminan siendo más determinantes para ganar o perder partidos.