Maradona: del sueño bendito de la serie a una temporada maldita desde el inicio
Por Diego Moneta
La expectativa que había generado Maradona: sueño bendito era muy alta, más que el usual de las producciones que retoman la vida del astro. El retraso pandémico, la disputa legal con Claudia, la filmación en cinco países, el rechazo de Dalma y Gianinna, el bolsillo de Amazon Prime y la estelar por Canal 9 eran demasiados condimentos. Sin embargo, el indicador del rating y los errores de guion evidenciaron desde el principio que no iba a salir del todo como se esperaba. El décimo y último capítulo se estrenó exactamente un año después de su partida terrenal el 25 de noviembre de 2020.
En una primera temporada que abarca desde sus inicios a la consagración en el mundial de 1986, el pívot narrativo elegido fue la internación por sobredosis el 4 de enero de 2000 en Punta del Este. Una apuesta sin dudas arriesgada entre todos los Diego que se podían elegir contar. El realismo de esos minutos iniciales se diluye rápidamente por varios errores, entre los que destacan la fecha de la muerte de Perón, y la vuelta constante a esas escenas parece amalgamarse con el rol de la prensa amarillista que al mismo tiempo se denuncia.
El desafío de moverse a lo largo de una vida complicada, contradictoria e inabarcable, a riesgo de volver la biopic impersonal, decanta en una intención de que la producción sea siempre balanceada. No se aleja de lo tradicional. No pone siquiera una piba al costado de la canchita y apenas enfatiza el engranaje alrededor del negocio que significa una promesa futbolística a corta edad. En cierta medida, narra lo que muchos ya sabían, por momentos sin despegarse de los grandes éxitos. Es la magia deportiva pero también la violencia y los excesos. La inclusión de material de archivo parece responder a querer demostrar la reconstrucción lograda a pesar de los cambios de actores que, raros o no, no rompen la verosimilitud planteada, incluso cuando se buscan recrear jugadas de gol o festejos— contra Inglaterra y Alemania—, con lo problemático que resulta en la ficción. En la oscilación entre el camino a la gloria y las desgracias posteriores queda claro que el guion flaquea y mucho.
Maradona: sueño bendito también tiene momentos muy buenos, a nivel interpretación, dado el gran aporte de su elenco, y a nivel audiovisual. Se nota la inspiración en el aura creada en Gatica, el Mono, de Leonardo Favio, aunque esa épica peronista no termine de revivirse, ya que pesa más el Diego líder que el politizado. Cualquier decisión artística hubiera sido, y es, motivo de discusión. La serie ya estaba predestinada a eso. Pero tantos tiros en el pie no son sostenibles cuando todavía falta un posible litigio de Claudia Villafañe. Mencionamos algunos otros: encuentro exagerado con Pelé, protagonistas distintos en la firma con Boca, la fecha en la que inician los excesos y una primera entrevista de pibe con cambios de colores en la ropa y de locación. Si bien durante la final del Mundial Juvenil Tokio 1979 se escucha el coro del himno nacional de fondo, cuando la práctica data de este siglo, aunque pueda ser una licencia artística, lo más burdo es confundir el resultado: terminó 3 a 1, no 2 a 0 como se muestra, y hasta Maradona hizo el tercero, otra omisión deliberada.
Con todo, no deja de ser una producción interesante para ser vista o analizada. En suma, el atractivo sigue siendo Maradona. La problemática será mayor en una segunda temporada que deberá meterse de lleno en el Diego más adulto, con las disputas por paternidad y las contradicciones, lo que, a su vez, coincidirá con las denuncias realizadas contra su entorno por el alcance de su estadía en Cuba— omitidos en esta primera entrega—, posterior a Punta del Este. La incógnita sigue siendo si corresponde cerrar la serie con el fallecimiento y posterior velorio.