Reabrió el Marabú, mítico espacio tanguero de Buenos Aires
Desde 1965, cada 11 de diciembre se celebra el Día Nacional del Tango, fue idea de Ben Molar: compositor y productor, hombre del espectáculo argentino que hasta tradujo las canciones de moda de grupos como The Beatles para que las cantaran artistas como Sandro. Fue hace más de 50 años, camino a la casa de Julio De Caro para festejar su cumpleaños, que Ben Molar cayó en la cuenta de que la fecha coincidía con el aniversario de nacimiento de Gardel. Uno, el renovador fundamental que provocó que el género abandonase su etapa musical primigenia, inspirador de una corriente que lo nombra: “línea decariana”, que llevará –con el tiempo- al tango a ser una música de atril, más compleja y elaborada. El otro, Carlos Gardel, fue el hombre que hizo todo primero: cantar como nadie, hacer cine, proyectar una carrera internacional, protagonizar los primeros videoclips (denominados en la época “encuadres musicales”) y encima de eso morir intempestivamente, en la cumbre de su carrera y dejando detrás cientos de misterios por descubrir.
Además de todas las actividades tangueras que se programan para la fecha, este 11 de diciembre fue especial porque volvió a abrir sus puertas un lugar que fue testigo de lo que vino después de Gardel. Uno de los espacios donde la denominada etapa decariana o guardia nueva llegó a su máximo esplendor, fue durante la década de 1940, la época que el mundo tanguero llama “de oro”. En esa década -que se extendió por más de 15 años- nacieron las orquesta típicas y el tango fue la música y la danza de moda que acompañó las celebraciones y los momentos de esparcimiento popular. El lugar que ayer reabrió sus puertas funcionó como cabaret y fue fundado antes que el propio Obelisco, en 1935. Se llama Marabú, nombre de un ave de rapiña africana y denominación que se le da a las estolas de plumas que se veía mucho en el atuendo de algunas de las mujeres que trabajaban en este tipo de lugares.
El cabaret fue para el tango una usina de música, de artistas, de poesía, de danza, de cultura popular, de leyendas. Un espacio nocturno, con una clientela mayoritariamente masculina –no excluyente-, con pista de baile, orquestas en vivo y “coperas”, acompañantes de esa mayoría masculina cuyo trabajo consistía en que ellos consumieran bebidas y también podían acordar tener algún encuentro sexual. El Marabú es un amplio subsuelo ubicado en el microcentro porteño, en Maipú 365, que fue protagonista de esa Buenos Aires. Junto a los desaparecidos Chantecler, Armenonville, Tibidabo y tantos otros, brilló en la década del 40 con sus artistas y habitués. Hoy es el único que queda en pie, testigo de una ciudad que ha cambiado sus hábitos y su ritmo, pero donde el tango vuelve a nacer cada día.
En la década del 40, las orquestas tenían trabajo todo el día y todos los días: en la radio y los cafés en la mañana y la tarde, en el cabaret y los bailes por la noche. Cada orquesta tocaba en un cabaret y muchas de ellas permanecían por muchos años en esos reductos. La típica de Juan D´ Arienzo tocaba en el Chantecler, construido en 1924 y demolido en 1960, tan fuerte era el sentido de pertenencia a ese lugar –al que iba muy seguido Gardel- que Cadícamo hizo al momento de la demolición el tango “Adiós Chantecler” y así se llamó un long play del “El rey del compás”, cuya foto de portada lo muestra en un medio de una demolición.
Por su parte, en el Marabú debutó Aníbal Troilo con su orquesta y el cantor Francisco Fiorentino el 1° de julio de 1937, también lo hizo Rodolfo Biagi un año después. Su escenario recibió a la agrupación de Carlos Di Sarli, mítico pianista amado por el mundo milonguero que llevó allí el piano de su casa. También ahí actuó por primera vez con la orquesta de Di Sarli el cantor Roberto Rufino, que iba a registrar grabaciones antológicas junto al maestro de Bahía Blanca. Las Orquestas de Alfredo de Ángelis y de Osvaldo Pugliese también dejaron su impronta en este salón. Entre las mesas del Marabú, José María Contursi escuchó la historia que le inspiraría el tango “Como dos extraños” y allí se conocieron Enrique Santos Discépolo y Mariano Mores, que iban a dejar para la posteridad los tangos “Uno”, “Cafetín de Buenos Aires” y “Sin palabras”. Funcionó como cabaret tanguero hasta 1968, en la década de los ´80 recibió a bandas como Soda Stereo, Los Abuelos de la Nada, Zas y Los Twist. Luego funcionó allí la discoteca Halley hasta su cierre a principios de los ´90.
La suerte del Marabú fue mejor que la de los otros cabarets, todos desaparecidos, cerrados o demolidos. Luego de permanecer cerrado, una fundación liderada por Joe Fish, empresario tanguero residente en Nueva York, The Argentine Tango Society, compró el edificio y lo salvó del remate y a los porteños de la pérdida de este reservorio de la cultura tanguera. Desde el año 2017 el lugar comenzó a tener actividades relacionadas con el tango danza y ayer, luego de una restauración total del edificio y de los equipos, volvió a recibir a bailarinas y bailarines, a orquestas, a fanáticos del tango y curiosos. Y así permanecerá con milongas y clases de tango y otros ritmos.
Un viejo volante de la época de oro decía -a modo de cantito-: “Todo el mundo al Marabú/ La boite de más alto rango/ donde Pichuco y su orquesta/ hará bailar buenos tangos”. Hoy, sin Pichuco pero con su recuerdo y con las nuevas orquestas que revitalizan al tango y hacen bailar, podemos volver todos al Marabú.
El Marabú está ubicado en Maipú 365 (CABA). Reservas: 11-21725080
Documental sobre el Marabú