Martín Kohan: “Hay una dimensión nacional y popular en la literatura de Borges, eso es innegable”
Por Juan Borges | Foto: Juli Ortiz/Anccom
El escritor Martín Kohan dialogó con AGENCIA PACO URONDO y se metió de lleno en diversos debates literarios. El análisis de la obra de Jorge Luis Borges en consonancia con el campo popular.
AGENCIA PACO URONDO: En el cuento “El amor” usted plantea una deconstrucción de la figura del gaucho Martín Fierro al presentarlo en un romance con su fiel amigo Cruz. ¿Es ese el objetivo del mecanismo narrativo?
Martín Kohan: No sé si podría afirmar que hubo un objetivo concreto. Pero sí puedo hablar en términos de mi propia lectura. Lo que desarollé en el cuento es de alguna manera algo que uno puede percibir en la escena original de la obra de José Hernández. Por lo tanto, es una relectura del propio texto. Hay una escena de atracción y deslumbramiento de Cruz hacia Fierro. Hay una fascinación cuando lo ve pelear contra la partida que lo viene a detener. Es el valiente que pelea solo contra todos. Por otro lado, el elemento de pasarse del otro lado de la ley que significa irse a vivir durante siete años con los indios a sus tolderías. Evocar esos años de vida con Cruz.
APU: Es un personaje muy ambiguo Martín Fierro debido a sus actitudes de rebeldía, pero a la vez de intolerancia contra todo aquello que implica la otredad…
M.K.: La riqueza de ese personaje tiene que ver con que no es plano ni homogéneo. Ni mucho menos unidireccional. Por eso el personaje de Martín Fierro puede generar tantas lecturas e interpretaciones diferentes. Por otra parte, tantas reescrituras. La que yo realicé en mi cuento es una entre muchas otras. El personaje tiene su complejidad, sus tensiones, sus contradicciones. Se posiciona contra la explotación y al mismo tiempo ejerce violencia contra todo aquel diferente. Protesta contra las autoridades, pero no ejerce la violencia contra ella. Ejerce su ferocidad contra un negro o contra otro gaucho. Tiene un campo de tensiones el personaje que lo hace tan interesante. Hay una notoria diferencia entre la primera parte de Martín Fierro y la segunda parte llamada “La vuelta”. Diferencias de postura del autor incluso en el aspecto ideológico (primera parte escrita en 1872 y la segunda en 1879). El espíritu de mi cuento está alojado en el borde entre esas dos etapas. De hecho, se encuentra situado en esos siete años que Fierro y Cruz se fueron a vivir juntos a las tolderías con los indios.
APU: ¿Sigue planteado el debate de “civilización o barbarie” expresado en el Facundo de Sarmiento?
M.K.: Los términos persisten. A lo largo del tiempo indudablemente siguieron vigentes, tal vez con variaciones de qué era barbarie y civilización para unos y otros según los tiempos. Variaciones y movimientos sobre la matriz originaria.
Es interesante ver cómo la dicotomía civilización o barbarie funciona, pero a la vez falla. En el texto fundacional de esta tensión, que es el Facundo de Sarmiento, la realidad entera se parte, se construye una grieta en la cual la mitad son buenos y la otra mitad son malos. En esa obra se ve la eficacia de ese mecanismo. Maniobra muy bien cuando la dicotomía funciona, pero también lo hace fabulosamente cuando no funciona. Esa dicotomía también se construye en El matadero de Esteban Echeverría. Es evidente que hay una fascinación con la barbarie en ambos textos. En mi caso, ese dispositivo está planteado en mi novela Los cautivos que escribí hace varios años. Que fue pensada a partir del desbaratamiento de aquella dicotomía civilización-barbarie.
APU: ¿Hay una permanente reescritura de aquellas obras que marcaron un debate en nuestra literatura?
M.K.: Absolutamente. Hay una permanente reescritura de Martín Fierro, de Facundo, del Matadero, donde están presentes los tópicos de la violencia y la polarización entre bandos sociales o políticos. Gran parte de la literatura del siglo 20 busca reescribir el siglo 19. Ese dispositivo está en Jorge Luis Borges, en Andrés Rivera, en Ricardo Piglia. La reescritura de un texto, a partir de una lectura y su particular mirada, siempre es la validación de una obra. Por más que resulte ser una parodia. No se construye una representación si esa obra no constituye un objeto de admiración. No se elabora una parodia si no constituye una referencia obligada. Una reescritura siempre es un reconocimiento y una legitimación de una obra. De alguna manera, siempre hay una reescritura de las obras de Jorge Luis Borges. Quien a su vez reescribió otras obras como Martín Fierro en sus cuentos “El fin” y “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”. Esos textos alimentan la lectura que hagamos del texto original.
APU: ¿Hubo un dispositivo ideológico para situar a Borges en un sitio de disputa contra el campo popular?
M.K.: En una época estaba muy cristalizada esa mirada de Jorge Luis Borges como un autor elitista al que había que combatir desde el campo popular. A lo largo de los años por suerte eso se fue desmontando. Se fue reformulando, revisando y repensando. Una figura como Horacio González enrolado dentro del campo popular y con mucha talla se encargó de reivindicar a Borges. Sin embargo, durante muchos años se buscó denostarlo porque era el más genial de todos y encarnaba algo que no se llegaba a comprender ni a descifrar. Era el más significativo y el que más interpela. Lo sigue siendo. Se fue construyendo una disparidad entre cierto grado de reconocimiento de su figura, a partir de la circulación de su estampa y su personalidad en algunos medios, contra un desconocimiento real y profundo de la lectura de sus obras literarias. Se criticaba, y se afirmaban epítetos y rótulos en su contra, sin haber abordado ni profundizado lo suficiente en su obra. Se le adjudicaba una genialidad de tal talla, que en muchos casos, inhibía a los lectores potenciales de su obra. Muchos no se animaban a leerlo porque consideraban que no lo comprenderían. Se había construido ese mito. La admiración de su figura disuadía a su lectura. Con ese mecanismo construyeron un estereotipo sobre la figura de Borges. Con una finalidad ideológica y política. En general, a partir de sus declaraciones, se aplicó un reduccionismo de la literatura de Borges, sobre la base de un estereotipo construido que se fortaleció por la ausencia de lectura de su obra. Y no es verdad que su literatura no aborde temáticas vinculadas a nuestra identidad nacional. Incluso a tópicos identificados con lo popular. Hay una dimensión nacional y popular en su literatura, eso es innegable.
APU: ¿Cómo ve el escenario de la literatura argentina actual?
M.K.: Soy un gran lector de la literatura contemporánea. Hay un nuevo estado de cosas en los últimos veinte o veinticinco años que expresa la enorme proliferación de editoriales nuevas y la cantidad de libros que se publican que de por sí es fabulosa. Hay un gran cambio en la dinámica de las publicaciones. Una gran proliferación de alternativas para publicar libros y esto es altamente promisorio para los autores. Ya no tienen las editoriales gigantes el monopolio de la buena literatura.
De hecho las más pequeñas e independientes actualmente son las que están circulando la mejor literatura. Hay una gran variedad en términos cualitativos. Es muy plural en cuanto a estéticas, líneas literarias, modos narrativos. Me identifico en cuanto a los gustos con esa literatura diversa. Puedo nombrar a Leonardo Sabatella, tiene tres novelas publicadas en la editorial Mar dulce. De los últimos que leí podría nombrar a ese autor. Dentro de los más jóvenes desde ya.
APU: Últimamente está publicando con una gran variedad de lenguajes y modos discursivos. Publicó el año pasado un ensayo sobre las vanguardias, después un diario de su infancia, y por último, una selección de cuentos llamado Desvelos de verano, ¿cuál será la próxima temática que quisiera abordar?
M.K.: Mi variedad de géneros no responde a una estrategia ni a un mandato preestablecido. Simplemente responde a mis ganas de escribir sobre esas diferentes temáticas. Son ideas que me entusiasman y me impulsan a escribir en un determinado momento. Hay algunas que surgen y después desaparecen y hay otras que persisten y es necesario escribirlas. Mi último libro responde a mis lecturas de Cesare Pavese y ese escenario del verano. En general, cuando busco construir literatura me gusta la ficción. No me gustan como recurso estético las construcciones autorreferenciales, sin embargo en mi otro libro anterior, que se llama Me acuerdo, recurrí a recuerdos de mi infancia y adolescencia. Me dejo llevar por una necesidad de crear. No me impongo nada.