A 50 años del "mensaje ambiental" de Juan Perón, por Leandro Andrini
Por Leandro Andrini
“Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobre-estimación de la tecnología, y la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional”, decía Juan Domingo Perón desde Madrid en febrero de 1972 en su Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo.
Este mensaje, dentro de la enorme cantidad de documentos producidos por el General Perón, es anticipatorio en cuanto a “políticas ambientales y de recursos naturales” y, hasta hace no mucho tiempo, se trataba de uno de los documentos menos abordados de todos los documentos producidos por Perón.
Indicaba que lo que habitualmente se denomina “Sociedades de Consumo” son, en realidad, “sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto, por el gusto que produce el lucro. Se despilfarra mediante la producción de bienes necesario o superfluos y, entre estos, a los deberían ser de consumo duradero, con toda intención se les asigna cierta vida porque la renovación produce utilidades”, y daba ejemplo de la relación asimétrica entre las producciones de Primer Mundo – Tercer Mundo, a la vez que en una brevedad y estilo de claridad meridiano incursionaba epistemológicamente en cuanto al “espejismo de la tecnología”, advirtiendo que los avances tecnocientíficos promocionados por las sociedades avanzadas hacen que el “ser humano cegado por el espejismo de la tecnología, ha olvidado las verdades que están en la base de su existencia” y mientras “llega a la luna gracias a la cibernética, la nueva metalurgia, combustibles poderosos, la electrónica y una serie de conocimientos teóricos fabulosos, mata el oxígeno que respira, el agua que bebe, y el suelo que le da de comer y eleva la temperatura permanente de medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas”.
“Por supuesto todos estos desatinos culminan con una tan desenfrenada como irracional carrera armamentista que le cuesta a la humanidad 200.000 millones de dólares anuales [en 1972]” y, entre tanto, “el Tercer Mundo, todavía no ha alcanzado a producir la cantidad de alimentos que consume, y para llegar a su autoabastecimiento necesita un desarrollo industrial, reformas estructurales y la vigencia de una justicia social que todavía está lejos de alcanzar”.
Más allá del diagnóstico, Perón también proponía qué hacer. Porque “A la irracionalidad del suicidio colectivo debemos responder con la racionalidad del deseo de supervivencia”.
Dada la contundencia de las propuestas, serán citadas tal el texto de la carta (en cursiva en lo que sigue):
Para poner freno e invertir la marcha hacia el desastre es menester aceptar algunas premisas:
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Son necesarias y urgentes: una revolución mental en los hombres, especialmente en los dirigentes de los países más altamente industrializados; una modificación de las estructuras sociales y productivas en todo el mundo, en particular en los países de alta tecnología donde rige la economía de mercado, y el surgimiento de una convivencia biológica dentro de la humanidad y entre la humanidad y el resto de la naturaleza.
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Esa revolución mental implica comprender que el hombre no puede reemplazar a la naturaleza en el mantenimiento de un adecuado ciclo biológico general; que la tecnología es un arma de doble filo, que el llamado progreso debe tener un límite y que incluso habrá que renunciar a alguna de las comodidades que nos ha brindado la civilización; que la naturaleza debe ser restaurada en todo lo posible que los recursos naturales resultan aceptables y por lo tanto deben ser cuidados y racionalmente utilizados por el hombre; que el crecimiento de la población es aumentar la reducción y mejorar la distribución de alimentos y la difusión de servicios sociales como la educación y la salud pública, y que la educación y el sano esparcimiento deberán reemplazar el papel que los bienes y servicios superfluos juegan actualmente en la vida del hombre.
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Cada nación tiene derecho al uso soberano de sus recursos naturales. Pero, al mismo tiempo, cada gobierno tiene la obligación de exigir, a sus ciudadanos el cuidado y utilización racional de los mismos. El derecho a la subsistencia individual impone el deber hacia la supervivencia colectiva, ya se trate de ciudadanos o pueblos.
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La modificación de las estructuras sociales y productivas en el mundo implica que el lucro y el despilfarro no pueden seguir siendo el motor básico de sociedad alguna. y que la justicia social debe exigirse en la base de todo sistema, no solo para el beneficio directo de los hombres sino para aumentar la producción de alimentos y bienes necesarios; consecuentemente, las prioridades de producción de bienes y servicios deben ser alteradas en mayor o menor grado según el país de que se trate. En otras palabras: necesitamos nuevos modelos de producción, consumo, organización y desarrollo tecnológico que, al mismo tiempo que den prioridad a la satisfacción de las necesidades esenciales del ser humano, racionar el consumo de recursos naturales y disminuyan al mínimo posible la contaminación ambiental.
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Necesitamos un hombre mentalmente nuevo en un mundo físicamente nuevo. No se puede construir una nueva sociedad basada en el pleno desarrollo de la personalidad humana en un mundo viciado por la contaminación del ambiente exhausto, y la sed, y enloquecido por el ruido y el hacinamiento. Debemos transformar a las ciudades cárceles del presente en las ciudades jardines del futuro.
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El crecimiento de la población debe ser planificado, en lo posible de inmediato, pero a través de métodos que no perjudiquen la salud humana, según las condiciones particulares de cada país (esto no rige para la Argentina, por ejemplo) y en el marco de políticas económicas y sociales globalmente racionales.
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La lucha contra la contaminación del ambiente y de la biosfera, contra el despilfarro de los recursos naturales, el ruido y el hacinamiento de las ciudades, debe iniciarse ya a nivel municipal, nacional e internacional. Estos problemas, en el orden internacional, deben pasar a la agenda de las negociaciones entre las grandes potencias y a la vida permanente de la Naciones Unidas con carácter de primera prioridad. Este, en su conjunto, no es un problema más de la humanidad; es el problema.
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Todos estos problemas están ligados de manera indisoluble con la justicia social, el de la soberanía política y la independencia económica del Tercer Mundo, y la distensión y la cooperación internacional.
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Muchos de estos problemas deberán ser encarados por encima de las diferencias ideológicas que separan a los individuos dentro de sus sociedades o a los Estados unidos dentro de la comunidad internacional.
Nosotros los del tercer mundo
Finalmente deseo hacer algunas consideraciones para nuestros países del Tercer Mundo:
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Debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo, en los centros de alta tecnología a donde rige la economía de mercado. Ya no puede producirse un aumento en gran escala de la producción alimenticia del Tercer Mundo sin un desarrollo paralelo de las industrias correspondientes. Por eso, cada gramo de materia prima que se dejan arrebatar hoy los países del Tercer Mundo equivale a kilos de alimentos que dejarán de producir mañana.
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De nada vale que evitemos el éxodo de nuestros recursos naturales si seguimos aferrados a métodos de desarrollo, preconizados por esos mismos monopolios, que significan la negación de un uso racional de aquellos recursos.
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En defensa de sus intereses, los países deben propender a las integraciones regionales y a la acción solidaria.
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No debe olvidarse que el problema básico de la mayor parte de los países del Tercer Mundo es la ausencia de una auténtica justicia social y de participación popular en la conducción de sus destinos. Sólo así se estará en condiciones de enfrentar las angustiosamente difíciles décadas que se avecinan. La Humanidad debe ponerse en pie de guerra en defensa de sí misma. En esta tarea gigantesca nadie puede quedarse con los brazos cruzados. Por eso convoco a todos los pueblos y gobiernos del mundo a una acción solidaria.
Frente al aniversario número 50 de esta carta emblemática, el peronismo santafecino, a través del Instituto Juan Domingo Perón – Santa Fe, organiza las Primeras Jornadas Ambiente y Justicia Social, en las que se contará con la presencia del senador Marcelo Lewandowski; del diputado Eduardo Toniolli; de la ministra de Ambiente de Santa Fe, Erika Gonnet; de la ministra de Infraestructura de Santa Fe, Silvina Frana; de la subsecretaria de Gestión del Hábitat, María Cortopassi; de la secretaria de Obras Públicas de Santa Fe, Leticia Battaglia; del Dr. Humberto Podetti la (Comisión Nacional de Justicia y Paz Conferencia Episcopal Argentina); del Dr Jorge Rachid; de la Dra Beatriz Domingorena; del Dr. Miguel Barrios; del Dr. Homero Bibiloni (exsecretario de Ambiente durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner); del senador provincial Miguel Rabbia, y de los intendentes Pablo Corsalini y Adrián Maglia, entre otras autoridades, militantes y referentes en el tema.
Estas jornadas están en línea con aquello que Aldo Duzdevich ha venido sosteniendo en esta agencia: volver a leer a Juan Perón como aporte a la política actual. Y también con la necesidad de recuperar ese esfuerzo por la formación continua de la militancia toda que el mismo Perón propició, porque era –como político intelectualmente formado- consciente de la necesaria formación política del pueblo.