Carolina Bello: “Quería contar una historia de amor donde los Redondos fueran una suerte de leit motiv y de banda sonora”
La escritora y periodista uruguaya Carolina Bello conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre su primer libro, Oktubre, donde el disco homónimo de Patricio Rey y sus redonditos de ricota es banda sonora y leitmotiv de la novela. La novela fue editada originalmente en 2019, pero recién a finales del 2023 llegó a nuestro país
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo surgió este libro?
Carolina Bello: La idea surge en el 2017, cuando Gustavo Verdesio empieza a convocar escritores y escritoras para embarcarnos en esta aventura que consistía en escribir lo que se te ocurriera sobre un disco de la historia del rock rioplatense. Cuando me llega la propuesta, decido escribir sobre Oktubre. Un poco inconsciente de mi parte, meterme con este disco tan importante del rock argentino y también uruguayo, porque acá los Redonditos significan muchísimo. Además, sobre un disco del cual hay ríos de tinta escritos.
Para mí, este disco no sólo fue medio fundacional en cuanto a mi vínculo con el lenguaje y cómo cultivar mi curiosidad al respecto de todas las cosas del mundo, sino que lo sigo escuchando y me sigue emocionando. En principio, iba a ser una crónica narrativa, pero conforme fui investigando descubro algunos elementos que se me muestran más como una apuesta literaria. Fue así como descubrí, por ejemplo, la ciudad de Pripyat, que era la ciudad lindera a Chernobyl, donde vivían los obreros que trabajaban en la planta nuclear. Estamos hablando que pasó antes de que la serie de HBO la volviese popular.
Se me ocurrió que podía ser una buena escenografía y aportaba a cómo abordar los personajes cuando la condición era que sí o sí tenías que hablar de las canciones. Había demasiado ya escrito en la tónica del análisis de los temas, así que hice interactuar a dos personajes que en el año 86 estaba decodificando y recibiendo el disco en ese momento, con ese contexto. Primero fue Hernán, un veinteañero porteño muy colgado de la cultura rock (sobre todo de los redonditos) y me pregunté qué pasaba si lo ponía a relacionarse con alguien que vive en el lugar que el Indio Solari, de alguna manera, está describiendo en este rincón del mundo.
De pronto me vino a la mente que tenía una grabación de un recital de Los Redondos donde, por primera vez, tocan canciones de Oktubre en el Parakultural, en junio de 1986. Crecí con un personaje que el Indio enunciaba al final de “jijiji” que era una tal Olga Sudorova. Básicamente decía “Olga Sudorova ¡Vodka de Chernobyl! pobre la Olga… crepó”. Empecé a tirar de esa piola y me entero que el gobierno soviético, cuando manda llamar a la población civil masculina para ir a limpiar el reactor destruido, lleno de radiación, uno de los exordios que aplica es decirle a esa gente que tomando vodka en cantidad iban a sobrellevar los efectos de la radiación. Eso ya me pareció un buen gancho.
Algo que siempre le valoré a los Redondos es su capacidad narrativa, de contar una historia a través de una canción y de incluir figuras, que son personajes, en esa mitología. Por eso me dije “ya que me metí con este disco vamos a doblar la apuesta, me voy a apropiar de un personaje de la mitología ricotera y la voy a dotar de una existencia y ella va a ser la ucraniana veinteañera que va a interactuar con Hernán”.
APU: Olga Sudorova, que no está en la versión original de Oktubre, sí en esos piratas. Tu novela es una forma de escuchar el disco con otro lenguaje, me preguntaba si no tuviste miedo de sentir que estabas repitiendo algo que ya se escribió.
C.B.: A veces pensaba quién me manda a meterme con este fierro caliente, pero creo que primó más el oficio de narradora. Mi propósito no era tener un lector implícito, que fuera un ricotero de ley, ni el Indio Solari o Skay. Más que nada quería contar una historia de amor entre dos personajes donde los Redondos fueran una suerte de leit motiv y de banda sonora. Confié más en ese sentido.
En los otros pasajes del libro, en cuanto a describir la postdictadura argentina y el estallido de este reactor, tuvo mucho de investigación y de conversión en un lenguaje poético, en aportar muchas voces distintas en este juego que yo sabía que era inédito. Ahí era cuando me envalentonaba, contaba con cierta apuesta a la originalidad. Tuve como un miedo cuando se editó, porque era una uruguaya escribiendo sobre esto, con una visión quizás exógena: estaba recreando un porteño, no sólo el desafío de recrear a una ucraniana.
El hecho de haber nacido y vivido escuchando música argentina, leyendo autores argentinos, teniendo amigos argentinos, hizo que fuera bastante natural emular un discurso porteño del año 86. El miedo, más que nada, era que alguien me dijera “no, Carolina, ese día en el Parakultural no sé quién no estuvo presente en el escenario”. Pero para eso estuvo el oficio de periodista.
El libro, un poco se me escapó de las manos porque realmente solo se editó en Uruguay, pero me pasan cosas insólitas. Vivo en la ciudad vieja, que es el barrio histórico de Montevideo. Es zona portuaria, llega el Buquebus que viene de puerto a puerto. Y en las librerías me dicen “acá no entra un argentino que no pida Oktubre”. O ha viajado a Buenos Aires de maneras insólitas. Me han tocado la puerta de mi casa para que dedique un ejemplar que iba a Argentina, para un amigo o amiga, la gente se las ha ingeniado para conseguirlo. La recepción de los lectores era una cosa que me generaba nerviosismo, impaciencia, por todos estos factores que te digo, y terminó siendo una gran satisfacción porque fue acogido por ricoteros a ultranza y también por gente que no tenía ni puta idea de quiénes eran los redondos y hasta les dieron ganas de escuchar el disco.
APU: Profundicemos en el hecho de que Hernán y Olga entablan una historia epistolar de amor a distancia, con lo que eso implica, siendo sobrevivientes de dos tragedias: la del reactor nuclear y la dictadura militar
C.B.: Me interesaba permear la historia de esos conceptos aledaños a los redondos que tienen que ver, incluso, con gente que desapareció de su contexto como Enrique Symns. Quería rescatar esa época premasiva, prebanderas de los Redondos. Tendientes a lo performático, a que se subiera un tipo a recitar monólogos o poesía. En este sentido, necesitaba algún punto de unión a nivel entendimiento entre los personajes, no me era tan fácil lograr que Olga no supiera español. Ahí invento a la mamá de Olga, Esther, que es una argentina que en los años 60 trabaja en un registro público y conoce a un señor soviético que había perdido el pasaporte. Se van juntos a la Unión Soviética.
"Algo que siempre le valoré a los Redondos es su capacidad narrativa".
En ese contexto, años, nace esta niña ya con un problema, que será clave decisiva para su amor por la música. Empieza a recibir de su madre estímulos muy tempranos que tienen que ver con la cultura argentina, una de esas cuestiones fue el tango. Lo que me proponía con estos dos personajes era plasmar un concepto que, más que la historia de amor, es algo que el Indio ha repetido hasta el cansancio que es este concepto de cuidar el estado de ánimo. Es una novela que tiende a eso, son dos personajes que no están podridos, rotos, que ante ese encuentro que tienen y que posibilita empezar a escribirse cartas, lo que hacen es cuidarse mutuamente de estas dos tragedias que están viviendo, tan distintas y tan iguales.
APU: Aparece en el libro esto de tratar de interpretar las canciones, qué significa para cada uno de los personajes, dejando aparecer la locura, la noche, la droga.
C.B.: Me interesaba también plantearlo. Fue una mirada muy uruguaya que tuve porque, siendo un país tan zarpado como es Argentina, siempre me dieron miedo los binarismos: o estás de un lado o del otro. Los personajes hablan de esta cuestión, de que a veces eso lleva a ciertos fundamentalismos que no le son tan interesantes. Hernán, que es un declarado ricotero, fan de la banda, igualmente ilustra a Olga con un panorama de la escena del rock incluyendo a Soda Stereo y esa rivalidad tan vacua. Quería encarnar en este personaje la posibilidad de que la música es sólo eso. Que la cultura rock fuera desentrañada no sólo a través de los Redondos sino de lo que estaba pasando en ese momento.
APU: De hecho, en Oktubre está “Divina TV Führer” y Soda también canta contra la televisión en su primer disco.
C.B.: Vos mirabas a Soda en aquel momento, donde lo visual era muy poco trascendente, veías a estos chiquilines que aparecían en escena con toda una estética que representaba algo y quedaban en comparación con los Redondos que tenía un frontman que salía con la camisa de oficina de manga corta. Como que buscaba decirles desde mi uruguayés “no se peleen tanto por las cosas que no hay que pelearse y sí por las que vale la pena”. La música no es una razón para enemistarse.
APU: Sé que la Negra Poli y Skay tienen tu libro, que Tito Fargo y Rocambole también fueron muy importantes en la primera etapa del mismo y que hasta hay un video de Sergio Dawi con un ejemplar, o sea que los músicos están al tanto de tu obra.
C.B.: Todo el mundo me pregunta si el Indio o Skay lo leyeron. Realmente no tengo elementos para hacérselos llegar. Me encantaría que eso pase. Igual, la gente se ha encargado de que el libro llegara a determinadas manos, lo cual me llena de de alegría. La mejor historia que tengo para contarte fue la de Tito Fargo. Sale el libro acá, en el 2018, y un día me escribe el manager del músico diciéndome que Tito me quiere conocer. Me fui a verlo, librito en mano, abrazo en el camerino, todas esas cosas que pasan cuando un artista está a punto de tocar. Rescato siempre la humildad de Tito de haber hecho esta movida. A Sergio Dawi no tengo ni idea cómo le llegó. Por pura vergüenza, Rocambole me invitó a comer un asado cuando vinieron en 2018 y no fui, muy tímidamente le dejé el libro en el mostrador del hotel. Después vi algunas fotos de Rocambole, siempre tan buena onda y generoso, con el libro en la mano. Ahora me volvió a invitar que viene a presentar su libro, le dije que esta vez no iba a tener vergüenza, que iba a darle el correspondiente abrazo.
APU: Y ahora te encontrás con la edición argentina.
C.B.: Para mí es un sueño hecho papel. Cuando salió Oktubre y empezó a tener tanta repercusión acá, era mi sueño que un día se pudiera publicar en Argentina. Llegó esta oportunidad, el libro salió en el marco de una colección y sin dudas había que cambiar la tapa porque estaba firmando con otra editorial. Y ésta no puede más simbólica: una tapa de una foto de un mural de la oficina de correos de Prypiat después de la explosión donde aparecen dos figuras, la de una mujer y de un hombre personificado como un cosmonauta. Para mí siempre fueron Hernán y Olga. Esa fue la propuesta que le hice a la editorial que, por suerte, lo aceptó. Además, tenía ganas de salirme un poco de este recorrido rojo y negro, estrictamente ricotero, y valorizar ese otro lado del libro que es lo ficcional, lo novelístico.
APU: Es muy bueno que se sigan haciendo cosas artesanales, le agregan un extra a lo que contiene, esto que contás sobre ese óleo le suma más concepto.
C.B.: Le da un anclaje, en definitiva, como toda tapa o como toda cosa que no sea texto. Es un paratexto e induce, de alguna manera, un sentido. A mí no me podía parecer más simbólica, que fuera no en cualquier lugar sino en la oficina de correos de Prypiat, probablemente por donde pasaban las cartas que se enviaban Olga y Hernán.