“Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación”: polifónico, colectivo y plural

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PUBLICADO POR TAURUS

“Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación”: polifónico, colectivo y plural

15 Septiembre 2024

Hace unos días atrás se presentó en la facultad de Ciencias Sociales (UBA) el gran Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación, que estoy seguro que se convertirá en un libro de consulta obligatoria para todo el que quiera reflexionar o analizar la vida individual o social en la sociedad hipermediatizada que habitamos.

Cada entrada está escrita por uno o más especialistas en el tema, respetando su estilo, lo que hace al Vocabulariouna obra polifónica, colectiva y plural. En un momento de individualismo extremo como el que vivimos hoy esto es un enorme logro. Una vez más acá encontramos que el todo es más que la suma de sus partes.

En este sentido, lo primero que me gustaría indicar es la potencia que tiene que tener la dirección de la carrera de Ciencias de la Comunicación para lograr este volumen, que armonizó muchísimas de las voces (y como dijo Christian Ferrer en la presentación, de los egos) que pueblan ese campo siempre en expansión que es el de los medios, concentrados hoy en el multimedio, más singularmente en el smartphone.

El Vocabulario… también hubiera podido concebirse como un diccionario temático —me encantan este tipo de obras, que suelo llevarme a las vacaciones, pues tienen la virtud de que están escritas para ser leídas de manera fragmentada, en un plazo de tiempo que va de 10 minutos hasta varias horas, pues solo un loco suelto o una persona con ansías de sabiduría y ascenso social, como la protagonista de Ladrones de medio pelo, la película de Woody Allen, lo leería de corrido, de adelante para atrás.

Un documento que sirve de excelente diagnóstico del estado intelectual de las ciencias de la comunicación.

Lo que diferencia al Vocabulario… de un diccionario, como se sostiene en la contundente introducción escrita por Diego de Charras, Larisa Kejval y Silvia Hernández, es que no elabora los conceptos como si estos ya tuvieran un significado instituido, que solo hay que aprehender y repetir. Lo que hace el Vocabulario… es más bien presentar esos conceptos como si fuesen entes vivos en búsqueda de sus diferentes significados —de ahí que de algunos vocablos haya dos o hasta tres elaboraciones distintas. No es fácil en este tipo de obras que los significados no clausuren su deriva, el Vocabulario… logra tal apertura (por lo menos en las entradas que leí hasta ahora).

Esta apertura hace del Vocabularioun documento que sirve de excelente diagnóstico del estado intelectual de las ciencias de la comunicación (por lo menos en la UBA) en la tercera década del siglo XXI. La elaboración de los conceptos da por supuesto las obras teóricas que los sustentan, y que evidencian la seriedad y la profundidad con la que se trabaja en esta carrera —subrayo esto, haciéndome eco de lo que sostuvo Stella Martini en la presentación, porque nuestra carrera siempre fue vista con algún desprecio por otras carreras universitarias que tienen una larga trayectoria institucional, pero que todavía no lograron reunir las disímiles voces que habitan esos conocimientos tan valiosos.

Me gusta pensar a la carrera de Ciencias de la Comunicación como la primera carrera postdisciplinaria, que con-forma un perfil del egresado muy diferente a los perfiles de las disciplinas modernas, como la sociología, letras, filosofía, etc. No tenemos padres fundadores, lo que nos salva de practicar esos ensayos de parricidio que nunca se terminan de consumar.

Me gusta pensar a la carrera de Ciencias de la Comunicación como la primera carrera postdisciplinaria.

Para terminar, debo confesar que dos ausencias me llamaron la atención en este Vocabulario…, una más previsible que la otra, me refiero a los conceptos de medio (de masas, de comunicación o de información) y de porno.

La ausencia del concepto de medio da cuenta del prejuicio que nos hace desconocer la obra del mediólogo Marshall McLuhan, aunque hace ya varios años que se lo viene leyendo sin las anteojeras con las que se lo leía en mis años de formación —era más bien lógico que no entendiéramos lo que nos decía el canadiense si en aquellos años 80 ni siquiera había líneas de teléfono en nuestro país.

La ausencia del concepto de porno era más previsible, ya que hay cosas que ni el sentido común ni la ciencia comprometida quieren o pueden revisar. Si bien abunda la bibliografía que concibe a nuestra sociedad como pornográfica, pocos son los textos que elaboran la densidad que tal término conlleva. Esto da cuenta de las dificultades que tiene el conocimiento instituido para reflexionar sobre las perturbaciones psíquicas y sociales, afectivas y de comprensión, que nos producen los medios —que se producen cuando los seres humanos se acoplan con los medios.

Con la digitalización de la información el porno dejó de ser un género literario o audiovisual para convertirse en una lógica de vinculación de la sociedad multimediática.

Por último, hay que considerar que los profesores universitarios somos como esos genios de la lámpara cuya especialidad consiste en encontrar moscas en la leche. Estas ausencias, por supuesto, no disminuyen el impacto sísmico que el Vocabulario… está causando y seguirá haciéndolo en los territorios de la comunicación.