Teatro: “Memoria de un poeta” o lo que logra el olvido

  • Imagen
    Teatro Memoria de un poeta
CARTELERA TEATRAL

Teatro: “Memoria de un poeta” o lo que logra el olvido

03 Noviembre 2024

Un poeta de edad avanzada, Eduardo (José Manuel Espeche), se atrinchera en una biblioteca del barrio de Avellaneda en busca de un recuerdo, una imagen, algo, un rastro minúsculo de ese ser que él amó y que la Dictadura desapareció hace ya muchos años, y que en lugar de ser devorado por el olvido, se vuelve cada vez más una tortura para la memoria. Tal el dilema al que nos enfrenta Memoria de un poeta, dirigida por Paula Marrón, que se presenta los domingos a la tardecita en el Teatro del Pueblo.

El poeta siente culpa, “las palabras se me escapan”, para decirlo con sus palabras. Con sus palabras lo que Eduardo busca es rebobinar el tiempo y rencontrarse de nuevo con ese ser al que, en su momento, no tuvo el valor de hablarle y confesarle sus sentimientos. No le importa la información, pues lo que quiere es hablar de amor. No le interesa la realidad, necesita que el sueño no se pierda. Qué raro el amor, suele entretejerse de silencios y malentendidos. Pero como el amor es tan único que no puede nunca repetirse, siempre termina siendo igual: un des-encuentro. En el pasado, entre Elvira y él. En el presente, entre Rita (Rosina Fraschina) y Tito (Emiliano Díaz). La historia se repite, y sin embargo siempre es otra.

El tiempo pasa, el amor o su recuerdo permanece, como una esquirla de la felicidad que hubiera podido ser.

A lo Proust, el poeta tiene fe en que un olor o el mero reacomodamiento de los muebles propiciará una resurrección que su conciencia sabe que nunca se producirá. Lo peor es que lo que debería resucitar no está ni siquiera muerto, está desaparecido, esa forma de ser patentada en Argentina que “no está ni viva ni muerta”, sin ser un fantasma. Eduardo le explica a Tito, el muchacho de la limpieza y mantenimiento de la biblioteca, que a él le pasa eso cuando huele el aroma de un guiso, inmediatamente se le impone la imagen de su abuela, que cocinaba los mejores guisos del mundo. Lo que sucede es que ahora se lo ve ansioso por ese aroma que le re-traiga a Elvira. Y el problema es que precisamente ese olor (y toda la historia que traería consigo) llega, cuando llega, al costo de no haber sido llamado. A veces el hilo de Ariadna que nos tendría que sacar del laberinto nos ata al Minotauro de nuestro olvido en un rincón de culpas e impotencias. Tampoco se trata de no rodear de misterio el acto amoroso, y transformarlo entonces en una app de citas, donde todo debe ser dicho y mostrado. Entre el exhibicionismo y la imposibilidad de hablar se forma el misterio.

Imagen
Teatro: memorias de un poeta

Lo bueno y lo maldito de las historias de amor es que pueden no terminar nunca. El tiempo pasa, el amor o su recuerdo (a veces son demasiado parecidos) permanece, como una esquirla de la felicidad que hubiera podido ser, si alguien hubiera hecho un gesto diferente, o dicho otra palabra. En este caso, el poeta, cuando era joven, tenía un auto, con el cual la hubiera podido alcanzar hasta la facultad el día en que a ella la desaparecieron. Y todo, quizás, hubiera sido diferente, o no. Pero el poeta no hizo ese gesto, y ahora se ve obligado a repetirlo a lo largo de la eternidad, tal su castigo.

En el presente, Tito, que evidentemente está enamorado de la bibliotecaria, que también parece estarlo de él, aunque no le resulta fácil aceptarlo, se enredan en los equívocos del miedo. Los que juegan su vida con las palabras suelen tener pavor de dejarse atravesar por ese sentimiento de indefensión que produce el amor.

Estas dos historias de un amor a punto de frustrarse, como si nadie encontrara las palabras adecuadas para concretarlo (esas palabras solo existen cuando se concretan y se pronuncian), enmarcan otra historia de amor, tan vieja como Madame Bovary: ¿el amor es real o es una fantasía? ¿La realidad es más o es menos interesante que la ficción? Lo cierto es que, pese a lo que le gustaría al periodismo y al sentido común, una ilusión no es refutada y reemplazada por la realidad o por la verdad, es reemplazada por otra ilusión.

Si al principio Rita pone resistencia para que el poeta se quede a dormir en la biblioteca, al final no quiere que se vaya, pues habían organizado sin quererlo un búnker en el que si bien el pasado no volvió (nunca vuelve), el futuro está preñado de esperanzas.