“Diario de la Argentina”, 30 años después
Se acaba de reeditar una de las novelas emblemáticas del escritor y periodista Jorge Asís. Diario de la Argentina apareció en 1984 y narra en clave de ficción el recorrido del autor por Clarín durante la dictadura: en ese período firmó “aguafuertes” bajo el seudónimo de Oberdán Rocamora. La obra habla del periodismo y del principal diario argentino. Y lo hace después de la dictadura genocida, que le permitió a Clarín empezar su carrera hasta convertirse en el principal multimedios del país. La historia ahora es más conocida; en aquel entonces, cualquier aproximación era un gesto de rebeldía que no podía pasar desapercibido. El ostracismo acompañó al libro y el autor fue borrado de las hojas del matutino.
Asís había acostumbrado a los lectores tanto a la provocación como a la literatura de calidad. Ya había escrito Los reventados y Flores robadas en los jardines de Quilmes, que referían a los 70 de un modo nada habitual. En este caso, el dedo se metía en una llaga que nadie quería tocar. ¿Qué había pasado en el periodismo durante la dictadura? ¿Cuál había sido el rol de Clarín?
En sus 500 páginas aparecen nombres y situaciones que el lector puede reconocer con facilidad. Asís no se esforzó demasiado para ocultar a los aludidos en las historias que se narran con maestría. “Sofía Basualdo de Alcalde” es Ernestina Herrera de Noble, “Mauricio Papito Aizemberg” es Marcos Cytrynblum, jefe de redacción durante el período, “Bagnatto” es nada menos que Héctor Magnetto, para citar algunos casos.
Hoy, la narración provoca menos que hace tres décadas (queda, eso sí, una gran novela). En aquel entonces, tanto ella como su autor, debieron soportar el silencio de la crítica. El libro pasó a la clandestinidad, a tal punto que casi es imposible, sacando esta edición, hallar alguna copia incluso en los pasillos de Parque Rivadavia. Hasta hace un par de años, cuando llegó el perdón, en Clarín no se podía siquiera nombrar a Asís. Esa distancia tampoco se acortó en los tiempos en los que la empresa apoyó al Gobierno de Carlos Menem, con Asís como funcionario y verborrágico defensor.
De periodistas, negocios y poder
La historia de Clarín tiene un momento destacado en el período de siete años que duró la última dictadura. La adquisición de Papel Prensa, en connivencia con la Junta, le permitió controlar toda la línea de producción del diario. Con ese salto, empezó a extenderse hacia otros rubros, como la radio primero y la televisión después. Empezaba a nacer el “Grupo Clarín”.
No fue el único cambio. En simultáneo, se dio una mutación en la línea editorial. En esa etapa comenzó a apagarse la estrella del desarrollismo, la matriz ideológica que había marcado al diario desde fines de los cincuenta y que se condensaba alrededor de la figura de Rogelio Frigerio, hombre fuerte del diario después de la muerte de Roberto Noble.
En el período que le interesa a la novela, ese sector irá perdiendo poder a manos de la línea “profesional”, es decir la de aquellos que proponen “desideologizar” al diario. Magnetto comienza su ascenso ininterrumpido secundando a Ernestina Herrera. Cytrynblum, o “Papito” en el libro, es el encargado de acoplar los nuevos tiempos a la línea editorial. Asís narra esas disputas que tienen como ring a la principal redacción del país. El autor se divierte con el ascenso (y la derrota) de esos periodistas que intentan salvar su pellejo tratando de acomodarse a las nuevas relaciones de fuerzas. El cinismo de Asís, en estado de plenitud.
El libro no tiene, ni mucho menos, una mirada compasiva con el periodismo ni con sus intérpretes. No se trata de hombres persiguiendo “la verdad”. Tal vez sea eso lo que menos le perdonaron sus colegas a Asís. Esa mirada desacralizada de la profesión está a la vanguardia de las discusiones que ahora tomaron estado público luego del debate en torno a la ley medios y en un contexto de disputa del Gobierno nacional con un sector importante de la prensa.
Vale suponer que es ese marco el que pretende aprovechar la editorial que ahora vuelve a lanzar la novela maldita durante tantos años. Tres décadas después, el libro ha perdido cierto encanto. Sin embargo, que ahora sea inofensiva no significa que no sea una brillante y recomendable obra.