Crónicas de Campaña: los sueños rotos de la revolución francesa
Por Santiago Muñiz*
A pocos días del proceso electoral, son pocas las certezas que permiten arrojar un resultado o definir cuáles son las motivaciones y sentidos que se van a imponer en las urnas. A este escenario, que según el arco variopinto de encuestadores advierten de paridad y polarización extrema, hay que sumar un tendencia más estructural de la sociedad y un clima de época que nos obliga a repensar cuáles son los aspectos y variables que determinan el voto en los diversos segmentos de la sociedad, y qué significado le dan los ciudadanos a los partidos y sus representante.
La falta de certeza se expresa, además, en la gran cantidad de indecisos que muy posiblemente terminarán definiendo su opción el día anterior a la elección o dentro del cuarto oscuro. Asimismo, ya nada es monocausal y todo se vuelve líquido, fugaz e indeterminado.
Sin embargo, también podemos caracterizar a una contienda electoral como el triunfo de un debate sobre otro, o la imposición de un clivaje en función de una relación circular entre propuestas y mensajes, con su correlato ciudadano expresado en necesidades, miedos, aspiraciones y futuro.
En este sentido, uno de los riesgos en esta campaña es abrazarse a una máxima; la heladera o la economía, por ejemplo, y no reconocer que hay tantas motivaciones que determinan el voto como fracciones, segmentos e identidades que conviven y reproducen nuestra sociedad.
Esta descripción la podemos sintetizar en una pregunta que se viene repitiendo en muchos ámbitos: ¿Por qué Macri llega con chances de volver a ganar luego de una desastrosa gestión económica? Y si ocurre esto; ¿Cuáles son los mitos que se tendrán que redefinir? ¿Será el bolsillo la visera más sensible, o un triunfo de Cambiemos será producto de un accidente o un complot? Los párrafos que siguen son un intento de dar cuenta de por qué Macri se encuentra en una posición competitiva, o inclusive, por qué Cambiemos obtuvo un triunfo en los principales distritos electorales del país en el año 2015 y 2017.
¿Qué emerge en este nuevo clima de época mundial que nos obliga a repensar el devenir de la sociedad y sus instituciones en un proceso bisagra hacia una etapa de crisis sistémica y civilizatoria? Creemos que asistimos a la muerte de la revolución francesa y sus instituciones, dispositivos y muchos de sus símbolos.
Por un lado, la crisis de las instituciones de la democracia y sus sueños, donde los partidos políticos y los idearios progresistas y liberales dejaron de gravitar, y pasamos a una praxis basada en articular identidades, segmentos y referenciar emergentes.
Por otro lado, los dispositivos del trabajo moderno también están en cuestión. Mutó el obrero y el sistema productivo hijo de las revoluciones burguesas. Ya no estamos en presencia del trabajador moderno personificado por Chaplin en “Tiempos Modernos” o en muchos de nuestro imaginario. El sistema de producción pasó de estar unificado y localizado, para globalizarse, atomizarse y deslocalizarse. Pueden existir tantos obreros como aplicaciones –apps. También está en crisis el “obrero” hijo del peronismo y del proceso de industrialización argentina de mediados del siglo XX. Pasamos de la patria peronista a la patria monotributista.
Asimismo, nos enfrentamos a la dificultad de consolidar estrategias y ofertas electorales, y a la tarea de pensar la praxis política en un plano agonal, que choca constantemente con la multiplicidad de relatos y la ausencia de hegemonías y totalizaciones. Es decir, no es tiempo de vanguardias, sino que hay construir la retaguardia de los emergentes que le disputan sentido a los pilares de la dominación.
Qué sociedad y tipo de individuo produce este proceso que fragmenta y deslocaliza lo que antes estaba unificado.
Una sociedad que concibe al trabajo como eje articulador y ordenador implica cooperación con el otro/a, y está obligado a estrechar lazos de socialización para que este organismo funcione. Este paradigma está en crisis, y junto a sus cambios muta el individuo y sus sentidos. Por otro lado, una sociedad basada en el consumo, como atributo de status social, implica diferenciarse del otro/a. Ya no es el individuo moderno que se abre al mundo conquistando su entorno con las reglas de la razón. El individuo actual se realiza para dentro, de forma endogámica y solitaria. Su esencia actualiza a Descartes...del “pienso, luego existo”, al “consumo, luego existo”.
Thomas Hobbes, en el “Leviatan”, ya dio cuenta de los efectos que genera en el ser humano la sensación de crisis y miedo extremo. Su derrotero no es solo aceptar la ley, también, ante ese estado de excepción y angustia cede libertad y convalida la dominación.
Esta sociedad del “miedo” del siglo XXI, atravesada por la incertidumbre y la inestabilidad, produce un individuo aterrorizado, carente de certeza, donde no hay cooperación ni sociabilidad, que trabaja solo para consumir y realizarse en soledad, y se constituye como un emprendedor empresario de sí mismo donde el derrotero y su espejo siempre es el fracaso o el éxito individual.
Y entonces… ¿por qué perdimos, o por qué puede volver a ganar Macri? Porque Cambiemos no es fruto de un complot mediático-judicial, ni es producto de la coordinación de intereses corporativos. Cambiemos se gestó de abajo hacia arriba, expresando cabalmente este clima de época, logrando capilaridad en cada segmento de la sociedad necesitada de un nuevo modelo de gobernabilidad.
Si en el siglo XIX gobernar era poblar, si en el siglo XX gobernar era crear trabajo, hoy, siglo XXI gobernar es dar tranquilidad.
Esto que se constituye como una nueva derecha no se articula en un corpus ideológico clásico. Es una gobernabilidad vital, pulsional y existencialista que se juega todos los días como una forma de vida marcada por el orden, el consumo, la precarización, el miedo y el control. Gana el que garantiza esta gobernabilidad y blinda lo precario que se logró conseguir dentro de casa gracias al esfuerzo individual.
Este recorrido explica por qué la campaña electoral de Cambiemos opera en el plano de lo simbólico y la sensibilidad, apelando a los afectos y a los nuevos hábitos que emergen de la reorganización de la vida barrial en esta nueva fase del capitalismo.
Esta, y otras visiones, acumulan imaginarios sobre lo que vendrá, y principalmente abonan hipótesis sobre un comportamiento social que excede nuestro país y la región.
Estos indicios, no son solo premisas para adelantar el resultado de agosto y octubre. Sobre todas las cosas, son aspectos nodales que deben ayudarnos a problematizar una nueva era y dinámica signada por la concentración del capital, la desigualdad y la disputa por la hegemonía del planeta.
*Politólogo – Pte. PJ Morón.