El desafío de reencontrar la narrativa

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    Juan Domingo Perón niños
    La felicidad popular, narrativa ausente.
DEBATES DESDE EL ABISMO

El desafío de reencontrar la narrativa

06 Marzo 2024

La experiencia actual aparece como un llamado de atención sobre los extravíos espirales de las cuatro décadas ininterrumpidas de democracia y las dos desde nacido el kirchnerismo, tras una crisis que también amenazó ser terminal.

El recorrido histórico revela que entre las brújulas perdidas se cuenta la narrativa, habitualmente condenada a la asociación con la demagogia o la mentira. Es mucho más que eso, y aún más que la táctica: no se limita a un modo de obtener una ventaja circunstancial, sino que expone identidad. En el qué y el cómo se narra, va el quién lo hace y hacia quiénes.

La identidad es base para la necesaria evolución de esa narrativa por el sendero de la Historia. El correr del tiempo y la sucesión de demandas suponen nuevos capítulos de una obra cuya trama debe ser coherente consigo misma para sobrevivir.

El amplio espectro reunido alrededor del eje vertebral del kirchnerismo acusa el desgaste de los años en la hegemonía del Estado, que necesariamente descolocan del diálogo de acumulación que propicia el ser oposición o -más aún- movimiento proscripto. Si se ha sido gobierno nacional en dieciséis de los últimos veinte años, resultará más difícil constituirse en intérprete de aquello que se reclame. Es cierto que el breve lapso macrista fue efectivo en dejar el condicionante económico de la deuda, pero eso no quita que en los cuatro años siguientes no se recuperó la capacidad de generar entusiasmos. En rigor, algo de ella se había perdido antes, como marcan los resultados adversos de 2013, 2015 y 2017, ignorados por el discurso triunfalista. Derrotismos y triunfalismos nunca sirven para nada, y lo más útil suele ser pensar en sentido contrario al que marquen.

Pero la problemática excede a los últimos años, porque se ha desgastado incluso la potencia de una identidad como la del propio peronismo. Que resistió por décadas y sobrevivió a manchas como la Triple A y el menemismo, hasta reencontrar el cauce con Néstor Kirchner.

Hace algunos años, para explicar el concepto de “significante vacío” en política, Pablo Iglesias utilizaba el ejemplo de una mujer a la que le era negado un aborto: contrariada su demanda, arrojaba un zapato y decía “¡Viva Perón!”. Iglesias decía que en el hecho de no saberse qué hubiera opinado Perón de aquella situación puntual se definía el concepto: equivalía a una afirmación identitaria de una posición demandante.

Pocos días atrás, Horacio Verbitsky contaba una historia que vivió en este verano urgente. En la anécdota, el protagonista era un hombre pobre, posiblemente sin casa y con seguridad carente de mínimo sustento, que cuando era echado del restaurante donde pedía gritaba “¡Aguante Milei!”.

El contraste exime de mayores comentarios y confirma la necesidad de indagar cómo se llegó a este punto.

Una exploración por el discurso político del campo popular en sus distintos niveles de vinculación con el territorio revela que predomina una comunicación que, en el mejor de los casos, se basa en el dato duro o la argumentación conceptual. En lógica muchas veces desordenada, sin arreglo a un conjunto coherente de ideas. Parte del extravío de no visualizar qué tipo de sociedad se propone, cayendo en una cadena de respuestas puntuales a desafíos específicos. Cediendo el protagonismo a otros actores políticos, o el autogobierno al escenario mismo. Perdiendo iniciativa.

Es notorio cómo se ha resignado la parte emotiva que lo popular siempre constituyó como parte vital de su narrativa, desde sus referentes políticos y artísticos. Suele predominar un discurso de clase media formada y culposa, que utiliza la palabra “romantizar” como si tuviera que amortizar su adquisición: varios ejemplos ilustres de los tiempos de acumulación marcan que no siempre que se relatan las modestas felicidades, victorias y revanchas de los sectores más postergados se están justificando las opresiones que sufren. Por el contrario, eso puede servir para eludir la deshumanización del Excel. Un Excel que también puede ser progre o de izquierda.

Observar esa carencia puede parecer secundario o superficial, pero la realidad nos trompea a diario mostrándonos a un Presidente que llegó explotando la vía emocional vacante. Cuando se abandonó la potencia de la pelota o la muñeca que el piberío pobre tuvo por primera vez hace ochenta años.

No se trata, sin embargo, de un mero cálculo táctico. Ni de copiar lo que a otros llevó a un éxito coyuntural. Más bien, pensar: ¿a quién le habla el discurso de los espacios que se pretenden populares, pero desde una lógica que combina pretensión académica con culpa de clase media? En ese aspecto, esta misma columna puede ser contradictoria, aunque no se engaña respecto a sus destinatarios y destinatarias.

En la pérdida de tal brújula van la Historia, el mensaje y también la posición de quien se pretende narrador, en un combo insoluble. Claramente, no es lo mismo “explicar” desde la Capital las razones o excusas de los fracasos ni “recordar” laureles pasados, que sumergirse en las cotidianas esperanzas y frustraciones que laten en cualquier rincón de nuestro vasto y querido territorio.

Acaso quien se postule narrador deba dejar de lado el rol de emisor, para asumirse escucha o humilde instrumento de aquello que ya esté diciendo el Pueblo para el que se pretende trabajar.