Elecciones en Perú: ¿será que llega el Inkarri?
Por Adrián Dubinsky
Con motivo de las elecciones de primera vuelta realizadas en Perú, en las cuales quedaron de manifiesto dos proyectos de país antagónicos, y a partir del balotaje venidero, nos sentimos obligados a conocer el tema en mayor profundidad, ya que no solo una elección está en juego, sino toda una cosmovisión geopolítica para la región. Luego de la derrota de Arauz en Ecuador, la violencia política desatada en Colombia, el camino de eterno sufrimiento al que quieren condenar al pueblo haitiano o el genocidio silencioso que se está viviendo en Brasil, el surgimiento inesperado de Pedro Castillo encabezando las preferencias populares, seguido de Keiko Fujimori y su proyecto supeditado al capital financiero internacional, explicita que la disputa continental tiene en Perú un capítulo que puede comenzar a inclinar la balanza definitivamente hacia un proyecto latinoamericanista.
Si en el lugar que nació el Grupo de Lima existe la posibilidad de que gane un proyecto de cohesión continental, de carácter socialista o, luego de las alianzas en ciernes (Mendoza ya adelantó su apoyo a Castillo), más cercano al nacionalismo popular, amerita hacer un análisis profundo y la asunción de una toma de posición clara y comprometida. A tales efectos, el miércoles 5 de mayo se efectuará un conversatorio, vía plataforma digital, irradiado por diferentes espacios de migrantes peruanos en la Argentina, y que contará con la presencia de Anahí Durand, socióloga, coordinadora del plan de gobierno de Juntos Perú y candidata al Parlamento Andino; Matías Capeluto, director de la Casa Patria Grande, y Manuel Martínez, integrante de Nueva Mayoría.
En la Argentina no solo se desconocen a los candidatos, sino a la realidad peruana. Por otro lado, para quien no esté inmerso en el tema, le llama la atención la proximidad en los nombres escogidos para las papeletas electorales, como si en realidad la diferenciación estuviese dada, por supuesto, por sus respectivos planes de gobierno, pero coincidieran en los nombres escogidos por los espacios que compitieron electoralmente. A los oídos de un neófito en la materia, Unión por el Perú, Juntos por el Perú, Perú Patria segura, P. D. Somos Perú, Partido Político Nacional Perú Libre, Juntos por el Perú o Podemos Perú, a priori, nos parecen indiscernibles unos de otros. Se acabaron los tiempos del APRA y las disputas por siglas; ahora la mayoría tiene una apelación al nacionalismo poniendo en marquesinas el nombre del país.
Tal cacofonía de nombres expresa la fragmentación política que vive el Perú luego de años de esperanzas fallidas, de creencias traicionadas. Al próximo/a gobernante le costará manejar el país si no teje alianzas programáticas concretas y en ese sentido, sabido es que la derecha, el establishment y los sectores centristas asustados por el cuco comunista suelen tejer alianzas de clase más sólidas que las que a priori promete el ideario de carácter popular, progresista y, en este caso, de una base chola que permea -al menos en su autopercepción- al grueso de la sociedad peruana; solo con una alianza líder carismático-pueblo puede realinear el tinte de esas fuerzas que hasta ahora se han dilapidado entre personalismo y falta de talla de estadista. La conformación del próximo Congreso será abigarrada y colmada de aristas que tanto pueden tender un puente como pinchar al del curul de al lado: de los 130 congresistas (Perú tiene un sistema unicameral) Perú Libre (Castillo) encabeza la lista de bancadas numerosas con 36 integrantes, seguido de Fuerza Popular (Fujimori) con 24 congresistas, Alianza Para el Progreso con 17, Acción Popular con 15 y Renovación Popular con 13 curules. Muy por debajo se encuentran Avanza País con 7 congresistas, Juntos por el Perú con 6, Podemos Perú con 5, Somos Perú con 4 y el Partido Morado con 3 integrantes.
Ante tanta dispersión, bien valdría una comunicación clara que encolumne tras la candidatura de Castillo a un sector que clama a voces ser el protagonista de los destinos de su país. Bien lo decía Dinegro M. en una nota publicada en Nodal por estos días: “El sujeto político en el Perú no es Pedro Castillo. El sujeto político (activo), es la existencia de un bloque nacional popular-rural que desde hace décadas vota por cambios sociales y que luego son traicionados y olvidados por quienes llegan a ocupar cargos de poder”.
No obstante, lo escrito hasta aquí, me embarga una sensación de esperanza con poco asidero en la realidad que me circunda. No obstante, la cantidad de anomalías que he presenciado a lo largo de mi escaso medio siglo, me tienen preparado para que la incertidumbre que tengo, que impregna a la sociedad toda, sea una vez más dejada boquiabierta por una estrellita navideña brillando en junio. Por otro lado, no dejo de tener reparos cuando asocio mi esperanza a tiempos pretéritos.
Cuando era joven creía. Cuando era niño creía más; pero cuando tenía 16, 17 años, creía. En aquellos días aciagos en los que a los peronistas Alfonsín nos revolvía las tripas, sin imaginar la traición que se cernía sobre nuestros principios, sobre nuestra integridad militante, sobre nuestra inocencia política colmada de fervor y buenas intenciones, se erguía una sombra caudillesca que venía a horadar de una vez por todas a la matriz sarmientina de la Argentina, que iba a recoger el sable del general y lleno de patria interior iba a llevar a la Argentina a su destino de grandeza. Y cómo no quedar subyugado y convencido, si además de convencer a gran parte de la sociedad argentina, había convencido a mi viejo, que hasta la interna con Cafiero había militado a Menem; y yo también, a pesar de las diferencias con los compañeros del Centro de Estudiantes. Luego de las internas las estructuras del PJ, mucho más hegemónico de la opción nacional-popular que lo que lo es hoy, se abroquelaron y pusieron la virtud desinteresada a las órdenes del caudillo riojano. El resto es historia, y de allí la cautela.
Pero lo cierto es que el tiempo ha expandido mis fronteras de mirada política, y no puedo dejar de esperanzarme como un hincha de la selección frente a un nuevo mundial, cuando veo resurgir otro caballo de entre las sierras y verlo cabalgado por otro líder carismático y, a la vez, un cuadro político del sindicalismo magisterial, pero la similitud de imagen, solo de imagen, y la historia política de los últimos treinta años, al menos, de Perú, no pueden menos que indicarme cautela, sosiego, poder de observación. Pero mi capacidad de análisis es rápidamente desbordada por la pasión de tomar partido, por la opción por la fe en la renovación política del continente, en la oleada lineresca que esta vez avanza como un tsunami de justicia social irradiando desde un lugar que, de ocurrir el batacazo, nos ubicaría en un horizonte histórico inalcanzable por el viejo orden neoliberal. No significará el fin de una lucha, sino el principio de una nueva, pero sin dudas con un nuevo bloque histórico marcando la agenda regional del futuro. Pero luego me digo que es solo mi esperanza y mi fe de militante, es un momento en el que veo colisionar, al decir del tano encarcelado, un optimismo por voluntad y un pesimismo con la razón. A fin de cuentas, cualquier humanismo que se precie de serlo debería optar por el optimismo de la voluntad ¿Es que me queda alguna opción, de no tomar esta con entusiasmo? Y allí voy, a sobrevolar con Google earth, primero, y luego a través de un hilo plateado a lo Lobsang Rampa, que me lleva a la resolución geográfica poética de un lugar y un período de nuestro continente; un lugar con mística funesta que bien puede reconvertirse en espacio para un ritual de cambio trascendental. No necesariamente hay solo dos caras de la moneda, ni todo primero es drama y luego farsa; quizás haya nuevas formas de síntesis que operen con más factores, incluso de índole inescrutable para los cartesianos modernos. Quién les dice, se viene un nuevo pachakutik.
Un 26 de julio -otra fecha insigne, en la que, de mediar la mínima justicia lírica en la historia, debería ser el día en que Castillo lanza, desde la plaza de Cajamarca, la proclama de una nueva Constitución- de 1536 Pizarro ordena el suplicio de Atahualpa. Hacía muy poco el cura Valverde le acercaba un libro en la plaza principal de Cajamarca, y le decía que era la palabra de Dios. Atahualpa tomo el objeto desconocido, se lo llevó al oído, y dijo que no le decía nada y arrojó la biblia. Esa pareció ser a señal convenida para que de todos lados llegase la horda a caballo y con perros, con armas de fuego. En pocos minutos rodearon a los incas y los sometieron. A traición Pizarro apresó a Atahualpa; y a traición continuo la saga. El castellano mandó a pedir rescate por el Sapa Inca, un cuarto con las mismas dimensiones que el que apresaba al quiteño, pero lleno de oro. Cuando cobró el rescate, no solo no le dio la libertad al prisionero, sino que le dio garrote vil en la plaza mayor, luego de ser bautizado con el nombre de Francisco, bautismo al que accedió para poder ser enterrado, y no ser prendido fuego, como amenazaban los leños dispuestos a sus pies. Luego el cuerpo fue secuestrado y enterrado en diferentes lados, para que no lo pudiesen encontrar. Desde aquellos días circula la leyenda del Inkarri, que cuenta que, al cráneo de Atahualpa, sepultado en un lugar diferente, como en lugares diferentes reposan sus cuatro miembros, le sigue creciendo el cabello, que ese cabello va ramificándose bajo la tierra y con un GPS divino va encontrando al resto de sus extremidades hecha huacas, y reconformará su cuerpo, regresando de una vez por todas a reimplantar el orden en el mundo.
No soy mesiánico, no soy creyente. El materialismo histórico me ha hecho mal, y en algún momento me gustaría tener un cuarto de fe de la que tienen el pueblo latinoamericano, para creer en que ese mito es real, y que de alguna manera en Perú está aconteciendo un hecho trascendental. Un maestro rural de a caballo, proveniente de Cajamarca, rival inesperado de la derecha organizada y sin barbijo encarnada en Keiko Fujimori, que se convierte simbólicamente en un cuerpo atahualpado y promete la sepultura del Grupo de Lima en el mismo lugar en el que nació.
Sin duda, luego del revés sufrido en Ecuador por las huestes correístas, una bofetada al neoliberalismo en el Perú sería grandioso, traccionar desde las sierras norteñas del tawantinsuyu un cambio de corriente definitivo en Nuestra América suena a mezcla de sikus andinos, guitarrones charros, gaitas colombianas aullando desde el mar Caribe y acordes de bandoneón con su cuota templada. Pero para que el triunfo electoral y la constitución de un nuevo bloque histórico en Perú deje de ser una expresión de deseo y se convierta en una realidad efectiva, debemos sumar nuestras voces y nuestras memorias, nuestras experiencias y la energía de una juventud pujante que demostró su capacidad de agencia en los acontecimientos que le pusieron un freno a Merino y lo eyectaron de la Casa de Pizarro a mediados de noviembre de 2020.
La realidad dice que la última encuesta le da a Castillo unos 10 puntos por encima de Keiko (hace unos semana y media eran 20), pero las baterías antipueblo de los grandes medios de comunicación se dirigieron hacia Chota (no faltaron los chistes fáciles y soeces, sobre todo luego de la invitación de Castillo a Keiko de debatir en Chota, ciudad cabecera de la provincia del mismo nombre en el departamento de Cajamarca en el que Castillo sacó el 67,523% de los votos)4, dando cuenta del debate en los pagos de Castillo. Los medios dieron “ganadora” del debate a Keiko, sin embargo, para quien presenció el debate, si bien le pudo haber quedado gusto a poco ante las breves recogidas de guante de Castillo (en algunos temas, como la corrupción, Keiko se la dejó picando y él no definió), lo cierto es que más allá de lo que digan los medios, el camino que sugiere Castillo es claro y sin ambages: Reforma Constitucional, una Reforma Agraria que mejore y amplíe la de Velasco Alvarado, redistribuir la renta minera, iniciar un camino de producción industrial, una mayor articulación política internacional y, por supuesto, la lucha contra la corrupción y el acceso universal a las vacunas.
El camino al 6 de junio es largo y arduo, pero no debemos bajar la guardia y todo el mundo debe ir a votar si es que quiere que gane Castillo. Las encuestas que dan mucha amplitud a un candidato muchas veces han obrado como distractores esparcidos por los medios afines al poder mediático polarizado, que han inducido a lxs electores, ya sea por pereza, desidia o pandemia, de desistir de ir a poner su voto para transformar esa acción en un cabello más de la inmensa trama que está tramando el Inkarri. Se vienen tiempos nuevos, acompañarlos es ser parte del ventarrón.