Morbo, información y dos viejos consejos de Perón y Lenin
Por Sergio Cipolla
El drama y las injusticias que sufren los más vulnerables de todo el planeta, determinan para este humilde observador, al menos, tres tipos de posicionamiento fáctico que en la actualidad observamos.
En primer término, están los “fabricantes” de estos sufrimientos, masacres o males como la pobreza o la seducción inducida y suicida que llevan a la inmigración de la población de los márgenes del mundo hacia su centralidad geopolítica. Estos sectores además de no interesarles un rábano, ni el mundo, ni los países, ni mucho menos cada uno de los seres humanos que sufren tales penurias, lo único que los mueve es el lucro, y con ello, el poder para obtener más lucro.
Un segundo sector, y bastante masivo, el compuesto por aquellos que sin estar salvados o fuera del sistema son cooptados por el discurso dominante del capitalismo (en su versión política, económica, comunicacional, etc) y se piensan por fuera de esos padecimientos que hemos descripto más arriba. O sea, fuera de las muertes por hambre, de civiles en guerras acotadas o cualquier naufragio de decenas de seres humanos que intentan escapar hacia un mundo que le brinde mejores condiciones dignas de vida.
Y por último, está el sector que se sensibiliza con todas esas situaciones penosas e inexplicables, que de la manera que siente, quiere o puede, se compromete y hace aportes de militancia, de trabajo o de participación comunitaria que hace presumiendo que al menos ese esfuerzo tendrá el resultado de que el mundo un día será un poco más justo.
En el diario Página 12, en su edición del 18 de julio del corriente año, Santiago O`Donell escribe una nota muy interesante con el título: EL MORBO QUE DENUNCIA. En ella desarrolla varios interrogantes cruciales sobre la publicación de determinadas imágenes y se plantea (Caso Aylan en el Mediterráneo o la madre y el niño muerto en las costas en Libia) si los mismos como han sido presentadas por los medios de comunicación son morbo o información.
Desde ya lo manifestado por el autor de la nota trasciende el simple hecho periodístico o informativo y depara, como dice el O´Donell, múltiples cuestiones y de los cuales difícilmente se las puedan lograr totalizar.
Pero a partir de dicha pieza periodística, nos surgió la necesidad de hacer un pequeño aporte, al menos en tres o cuatro interrogantes más que me han ido surgiendo con el correr de los días. Me vienen a la memoria, viejos términos de Armand Mattelart: él decía que la burguesía y el imperialismo nos han impuesto las formas de comunicación que corresponden a un modo de producir cultura y, en última instancia, a un modo de producción de la vida.
Seguramente podríamos nombrar a esos mismos actores de cualquier otra manera en la actualidad, pero lo que no cambia es que los instrumentos de la comunicación responden a sus pilares ideológicos a esas viejas verdades.
Y es aquí donde comenzamos a hacernos las preguntas de las que hablábamos. Si la imagen o el relato comunicacional evidencia el contexto político, económico y/o social de un hecho puntual, este va a impactar en el receptor del mismo, ya que seguramente es alguien que está a la espera de un mensaje de dichas características. Ahora, ¿qué ocurre con la verdadera víctima de esta tragedia, con el verdadero protagonista de ese naufragio, de esa extrema situación de pobreza, de esa herida de una esquirla en Bagdad por un daño colateral? ¿Habrá esperado que hablen de él? ¿Se sentirá incluido por fin en el mundo mejor? ¿Lo hará rebelarse y luchar contra esa injusticia? ¿O ni se habrá enterado de estas crónicas dolidas o elucubraciones exculpatorias?
Sobre ello, y citando al viejo Lenín, este planteaba que había que desterrar cualquier ilusión respecto de un receptor que se despoja de su condición de clase y se diluye dentro de la opinión pública. Y agregaba que para construir una nueva forma de comunicación es necesario que el receptor organizado pase a ser emisor de su propio acontecer.
Por eso, y ya no hace falta irnos tan lejos en distancia y tiempo, fueron las propias mujeres que a partir de primero sus vulneraciones y violaciones de derechos en su lucha por legalización del aborto, que se transformaron en emisoras de su propio acontecer a pesar del ninguneo y oscurantismo de los medios masivos de comunicación. Un ejemplo de empoderamiento sustancial y sustentable de los derechos a conquistar y profundizar.
Toda actividad y todo producto de la sociedad capitalista participan del mundo y de la lógica de la mercancía. Esto es sabido y en ese mundo convivimos. Lo planteado en la nota de referencia es también una imagen de la realidad de nuestro contexto de pertenencia de clase.
Por todo ello para finalizar, es bueno recordar aquellas palabras de Juan Perón como norte para intentar resolver algunos de los interrogantes planteados. Decía el General: “Estimo fundamental que el periodismo acepte ante todo y como primera norma de su ética, someter los intereses a los ideales. Solamente así podrá servir al pueblo y, por la misma razón, ennoblecerse”.