Nos toman por boludos
Por Ernesto Jauretche
¿Quién ignora que la glamorosa salida de la cárcel de los hermanos Lanatta y su socio, de oficio asesinos sin escrúpulos, no fue una fuga sino una liberación en pago a favores recibidos?
No hace falta ser Sherlock Holmes ni el inspector Poirot. Está “más claro que el agua… que el agua clara", diría Fernández Blanco, autor de la letra de un tango sin igual. Claro. Aunque aquí lo único claro es la mentira, difundida, machacada; en contraste con una verdad ocultada, tergiversada. Es el crimen perfecto: que no se note. Ni víctima ni victimario.
A esta altura habrá quien quiera creer la versión oficial, cerrando los ojos, agachándose para que se la pongan, aunque la verdad, los datos de la realidad, son contundentes, incontrastables, evidentes.
Para encontrar a los reales artífices de la salida en libertad de los condenados a perpetua por tres salvajes homicidios; para desenmascarar esta siniestra burla a la justicia, habría que investigar primero a la denunciadora serial conocida como Lilita y, en segundo lugar, al periodista mercenario Jorge Lanata, ejecutores y cómplices inmediatos en los delitos de injurias, falsedad y sedición en los programas PPT que protagonizaron los hoy fugados en el domicilio particular de la diputada Carrió. ¿Qué fiscal se atreverá en estos días a llevarlos a la picota? No es la justicia uno de los fuertes de la verdad.
La inmoralidad no tiene límites y el público prisionero del monopolio televisivo está condenado a consumir esa mierda. Compraron un testimonio de esos asesinos contra el candidato a gobernador de Buenos Aires, ¿a qué precio? Y no es por defender a Aníbal Fernández sino por apego a la verdad. Ahora, después de la “fuga”, el pacto infame es “más claro que el agua, que el agua clara…”.
Peor, está clara la red mafiosa que liga el crimen organizado con ciertos medios de comunicación.
Pero no. Carrió propone investigar a Casal, antiguo jefe de carceleros, hoy hombre de Scioli. Clarín pretende instalar la idea de que la fuga fue propiciada por una resistencia de Institutos Penales a la intervención del nuevo gobierno. La Nación arriesga las relaciones de los narcotraficantes encarcelados con Stiuso. Se baraja toda clase de hipótesis peregrinas y malintencionadas. En el colmo del cinismo, en el entorno de la mandataria bonaerense entienden que se trata de una represalia por el proyecto que declara la emergencia en el SPB y Graciela Ocaña reclama la comparecencia de Aníbal Fernández y ¡hasta de Daniel Scioli!.
Se oculta una “operación” realizada de manera impecable por especialistas de primer nivel, seguramente monitoreados por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y asesorada por los mediáticos consejeros en marketing de la campaña macrista.
Los medios concentrados, impunes hoy, ya ni ocultan su sólo propósito: tirar la pelota afuera, porque del nunca investigado delito que da lugar a la liberación de los condenados (la falsa denuncia, la mentira) hay un solo responsable: el que se benefició. Elemental Watson: sigue la ruta del dinero, dicen los qringos.
¿Quién ganó, quién perdió con la falsa denuncia de los Lanatta? Fácil. Allí está el culpable de la inaudita e ilegal excarcelación de los mediáticos narcotraficantes. Si no fuera por su participación directa (que estaría por verse si se investigara), lo sería por responsabilidad de comando: se llama Mauricio Macri. No es que lo haya ordenado. Dejó hacer a sus subordinados y ellos se ampararían ante la ley (si se investigara) en la obediencia debida.
“Está fuera de discusión el efecto electoral de esa denuncia estridente y sin ninguna prueba que la sustentara. El eje de la campaña de Cambiemos fue la vinculación del candidato del FpV a la gobernación bonaerense con el comercio de drogas ilícitas”, confirma Verbitsky.
Nos toman por boludos y muchos prefieren ser boludos antes de pensar, de criticar, de juzgar y, sobre todo, de arriesgar; de atreverse a enfrentar un consenso instalado por los medios que convence a la vecina, al maestro y al alumno. Y obliga a disentir con esa lógica en alpargatas de los necesitados y humildes: tratan de ocupar el lugar del diferente, que está en el escalón superior, sin poder igualarlo. Es un cálculo erróneo: nunca serán para los humildes los premios del libre mercado. La razón de las mayorías, la lógica, el buen criterio, lo evidente, será castigado o, por lo menos, silenciado.
Cualquiera prefiere seguir la corriente. No es timidez. Para nadar en contra hay que tener convicciones muy firmes y, sobre todo, ovarios y cojones.
En esos confiamos nuestro futuro. Y el de la Patria.
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