Peacemakers: gobernabilidad y el desafío de las organizaciones populares
Por Agustín Pineau
Varios economistas “de renombre” y en algunos sectores “del ámbito empresarial” sostienen que el modelo de endeudamiento, apertura indiscriminada, dólar “planchado” y altas tasas de interés, siempre terminan en un colapso. ¿Eso quiere decir que indefectiblemente vamos hacia una crisis social y que sólo es cuestión de esperar que las condiciones se brinden? Si esto fuera cierto, o, mejor dicho, infaliblemente cierto, como una especie de presagio lógico y científicamente válido, el desafío de las fuerzas populares es aún mayor.
¿Por qué? Las crisis que terminan desembocando en quiebres institucionales siempre han generado mayor sufrimiento sobre los sectores populares, en los que menos recursos tienen. Son los que siempre la sufren. En definitiva, la sufre el pueblo.
Es entonces que el desafío parece ser doble. Por un lado, se debe actuar políticamente desde una posición alternativa al proyecto que lidera Cambiemos, y por otro, tener la responsabilidad de brindar el apoyo instruccional necesario para que el periodo político llegue a su término en condiciones saludables. Esto no quiere decir que no habrá sobresaltos, ni tensiones, o conflictos, sino todo lo contrario, pero el objetivo fundamental es evitar cualquier desequilibrio social.
Frente a esta situación, algunos actores de la vida política argentina, gremial y social, interpretan esta doble condición como una instancia de brindar una especie “gobernabilidad”, y que los sectores de la oposición debemos gestar y propiciar.
Se despierta así una confusión en gran parte de la dirigencia política opositora, evocándose a sí mismos como la garantía de la Paz. Algunos se han apegado tanto al rol de peacemakers que hasta se los ha tildado, no sin mala intención de quienes lo hacen, de “colaboracionistas”. Y es entonces, como así el papel de oposición queda desdibujado en una puja reivindicativa, de carácter social-sectorial, sin subrayar el entorno que encuadra el contexto coyuntural-reivindicativo, desasociándolo de una lectura integral, en donde se señale las consecuencias de las políticas de la Alianza Cambiemos.
Esto genera, por ahora, un cierto escenario de orfandad opositora, o “default opositor”. Al mismo tiempo, las demandas sociales de alternativa tomarán su forma y se articularan ellas mismas, sin aún estar mediatizadas organizacionalmente, y estará siempre el riesgo político de que esas mismas pierdan su cauce electoral, y, por lo tanto, democrático.
Es así entonces que poner énfasis en ser los garantes de la paz social, y hacer de la responsabilidad política una sobreactuación, dando lugar al papel de los peacemakers, es poner en vilo a una gran parte de la sociedad, que no ve opciones políticamente posibles en un corto y mediano plazo.