Y un día volvió la inseguridad a los medios
Por Álvaro Zaragoza
Vivimos días complejos. La pandemia del coronavirus colocó al mundo entero en jaque, debilitando las economías y aumentando la pobreza y la consecuente desigualdad en la que nos vemos inmersos.
En la Argentina de hace unos meses, cuando aún la población aplaudía a los y las profesionales de la salud a las 21 hs, la totalidad de los medios de comunicación confluyó en una campaña de concientización en la que se destacaba que al virus lo frenábamos entre todos y todas. Las tapas de todos los periódicos de nuestro país -opositores y oficialistas, de derecha e izquierda, grandes y chicos- fueron por un día idénticas.
Al pasar los días, las cuarentenas estrictas, relajadas, híbridas o escalonadas, aquella acción conjunta que declamaba responsabilidad social no se vió reflejada en los grandes medios hegemónicos que radicalizaron su férreo discurso opositor, negando en un principio la peligrosidad y la facilidad de contagio, pasando por despotricar contra “el aislamiento más largo del mundo”, hasta llegar a la actitud ombliguista de comunicadores que protestaban por no poder conocer a parientes recién nacidos.
En este marco, resulta auspicioso y destacable la actitud de los grandes medios, que recordaron expresiones que se refieren al aumento de la pobreza, la inflación, la precarización de las condiciones de vida o el estado del sistema sanitario público. Si tan solo se hubieran percatado unos años antes, cuando la gestión de la Alianza Cambiemos desarticulaba el Estado o destrozaba el tejido productivo, quizás estos lamentables hechos no habrían siquiera ocurrido. Sean bienvenidos: ser oposición les ha abierto los ojos. Sin embargo, en determinadas ocasiones, los silencios hablan cuando las palabras no pueden. O no quieren.
Asistimos,en estos días, a la cobertura de infinidad de casos de delitos y violencias. La cámara en el lugar del hecho, la actualización constante de la información por redes sociales y la utilización del estilo narrativo sensacionalista exacerban el debate acerca de la aparición de olas, es decir, la concatenación de hechos que se presentan en serie. La repetición en loop de videos testigo de robos o asesinatos no genera un efecto inocuo en esta sociedad mediatizada.
El retorno de la (in) seguridad a la agenda mediática no es ninguna casualidad. Es el principal armamento que utiliza la opinión publicada con el afán de construir los sentidos y perjuicios que significan las políticas progresistas en esta materia. En este sentido, en lugar de discutir y reflexionar sobre las causas de este flagelo - como es la profunda desigualdad- que sufre la sociedad, se incentiva la justicia por mano propia y la mano dura. De este modo, la aparición de personajes como la ex-ministra de seguridad Patricia Bullrich (militante del “el que quiera andar armado que ande armado”) representa una enorme peligrosidad teniendo en cuenta, por ejemplo, el caso Jair Messias Bolsonaro. Sin embargo, y a pesar del discurso hegemónico, el análisis de la gestión de Bullrich a cargo de la cartera de seguridad no presenta datos relevantes en su política contra el delito ni la criminalidad. Tampoco su desmedido énfasis en la lucha contra el narcotráfico, que se definió más por la criminalización de los consumidores y los bajos eslabones de la cadena de comercialización que por un plan real para proteger a las y los ciudadanos, dando cuenta de una demagogia punitivista que encandiló a los grandes medios.
Según los expertos, el epicentro actual de la pandemia se ubica en nuestra América Latina y en Argentina aún no pasamos por el peor estadío. En este complejo tiempo histórico, se debe implorar por una prensa sensata y a la altura de esta crisis mundial, que en lugar de continuar arrojando leña al fuego, informe de manera responsable.