Nagasaki y depués: ¿puede el kirchnerismo hablar?, por Lucas Saporosi
El interrogante planteado por Gayatri Spivak - ¿Puede un subalterno hablar?- puede ser un buen punto de partida para abrir (o al menos intentar hacerlo) una discusión en torno a las elecciones PASO del domingo pasado y, a la vez, ensayar una crítica sobre las tesis de un artículo escrito por Pablo Touzon y Martín Rodríguez, publicado en Panamá Revista. Hago referencia al texto “Nagasaki”.
Comencemos. Spivak configuró un prolongado atajo para deconstruir los argumentos de Foucault y Deleuze referidos específicamente a la cuestión del poder y sugirió una interesante revisión acerca de sus insinuaciones vinculadas a una efectiva y emancipatoria capacidad de habla de los sujetos subalternos. En el posicionamiento de los autores, Spivak leyó una marcada ignorancia del papel de la ideología sobre la formación de las conciencias y, por tanto, cierta ingenuidad política de sus repertorios analíticos.
Lejos está la autora de asumir la cuestión de la ideología como una falsa conciencia (el agua bajo el puente ya ha sido clara en torno a su planteamiento durante los últimos años); por el contrario, Spivak decide acercarse al tema desde el pantanoso terreno planteado por Gramsci. La ideología no es un velo, sino un terreno en disputa y una arena de lucha, en la cual los contenidos ideológicos se presentan como múltiples y operan sobre los diferentes niveles de la construcción de sentido social. La ideología, por tanto, no puede comprenderse sino es en su articulación con la construcción de hegemonía y en su vínculo con las instituciones de la sociedad civil.
En este marco, el sujeto subalterno no habla solo: habla con otros, por otros y desde otros. Y en este sentido, su habla es fragmentaria y sus palabras no circulan solamente por los enunciados, sino que gran parte de ellas irrumpen fuera del texto.
Hecho el preámbulo y aclarando que sólo tomaré el argumento como punto de partida, quisiera discutir con aquellas lecturas - a mi modo de ver, limitadas- que no han tenido en cuenta plenamente el papel de la ideología -entendida en los términos precedentes- a la hora de analizar e interpretar los datos de las elecciones. La pregunta de “¿por qué Cristina no arrasó en las urnas?” esconde una mirada restringida de la política (y de lo político) y, sobre todo, obtura el análisis de la correlación de fuerzas antagónicas dispuestas sobre el campo electoral. En pocas palabras, el partido no lo juega sólo Cristina o la oposición o el oficialismo; no seamos ingenuos en eso. Intervienen múltiples trincheras por donde circula el poder hegemónico y, por eso, catalogar como un fracaso el resultado del domingo resulta un tanto apresurado. Este tipo de lecturas evidencia un análisis político limitado sobre los mecanismos, estrategias y construcciones de sentido desplegadas por todos los espacios en disputa de la esfera pública. Lamentablemente, las valiosas palabras de Touzon y Rodríguez reponen este tipo de análisis [1].
Estos posicionamientos le exigen -a todo el campo opositor- una autocrítica por el cálculo (tan) errado y un giro retrospectivo sobre sus propias andanzas políticas y sus estrategias electorales. Argumentos como este ejemplifican mi punto:
“Lo demuestra el hecho que de haber competido con Randazzo dentro del marco de las PASO, hoy podría contar con sus votos como suyos “automáticamente”. Prefirió no hacerlo, y con eso liquidar hasta la ficción de una “casa común” en donde poder resolver y procesar una oferta de poder real para el 2019, cuanto menos. Al final… a la oposición le faltó política.” (Touzon y Rodríguez, 2017)
¿Qué significa que “a la oposición le faltó política”? ¿Un fallida lectura del campo de fuerzas en pugna? ¿Un error en la construcción de la estrategia electoral? ¿Una falta de comunicación hacia el conjunto de la población afectada por las medidas económicas? ¿Un desencuentro con otras fuerzas políticas? O bien, ¿un gesto de soberbia? Todas estas cuestiones parecieran estar, de alguna manera, contempladas en las respuestas que ensayan los autores. En suma, lo que esconden estas preguntas al calor de la coyuntura es el riesgo de situar a los representantes del campo popular en una escena defensiva.
Si bien creo que deben hacerse las autocríticas, el permanente llamado a hacerlas constituye un posicionamiento político que parecieran decir: “Si se leyó mal el escenario político, entonces se debe revisar el modo de llevar adelante la acción político-electoral”. En el contexto actual, esta postura debilita y contribuye a ubicar la manija del debate en las trincheras del adversario. Los autores de la nota de Panamá dirigen su interpretación sobre los comicios de acuerdo a esta diatriba y, aún sin decirlo, postulan la necesidad de una nueva autocrítica del peronismo que, según entienden, debe comenzar por la decisión del kirchnerismo de romper con el aparato pejotista duro [2]. De esta manera, responsabilizan al peronismo de allanar el terreno para el fracaso del campo popular. Estas lecturas que conciben a las fuerzas políticas como compartimentos estancos y que sólo se vinculan en el momento de las elecciones o de las movilizaciones -es decir, en su carácter evidente-, relegan del análisis, insisto, el modo en que opera el poder hegemónico. Por las dudas, no hablo sólo del poder mediático - al que habría que traer permanentemente a la consideración- sino del conjunto de saberes, poderes e instituciones circulantes sobre los cuales se construye sentido político y las expectativas de voto, en un permanente reflujo y entrecruzamiento de sus partes intervinientes. Nuevamente, la ideología no es velo ni una mera imposición.
Mi lectura crítica no busca esconder los pasos dados en falso, pero se corre de este llamado a la inculpación colectiva. Y creo que el “fracaso sentenciado” no fue tal fracaso: en el marco de las consideraciones precedentes sobre la ideología y de la relevancia (cuasi presidencial) que han adquirido las elecciones de medio término, haber logrado el caudal de votos en Buenos Aires (luego de la si derrota del 2015), haber recuperado gran parte de los votos del bastión popular del primer y tercer segmento de la provincia y haber dado vuelta, aún en tono de una épica, la elección en Santa Fé, le inscribe al kirchnerismo una buena banca para seguir construyendo el frente anti macrista y situarse a su cabeza. Esto es, pasar de la mentada defensiva a una profundización del frente, a un salto hacia adelante.
Por ello, el foco del kirchnerismo no está (sólo) en octubre, sino en septiembre: en ese lábil y silencioso intersticio entre las PASO y las generales, en el momento preciso de la consolidación política del frente y de sus alianzas. Octubre será expresión de aquello... Octubre siempre fue expresión.
La apuesta de poner sobre el foco del debate la cuestión económica es efectivamente necesaria, puesto que, ante todo, retoma las riendas de situar la discusión sobre las condiciones materiales de existencia, sobre los anclajes de la ideología y sobre los síntomas de las contradicciones. Y en esto, las palabras de Cristina han sido pertinentes: “el punto más importante [es que] hemos ganado el marco y el contenido del debate electoral. Nadie lo niega. Hemos recuperado la voz de los ciudadanos en la construcción de la agenda política. Su voz es nuestra voz. Sus problemas son nuestros problemas”
Aún ante la gravedad institucional de la adulteración de los datos y de la construcción “houseofcardsiana” del show mediático en prime time, la responsabilidad de quienes representan -en mayor o menor medida- al campo popular debe trascender la controversia vinculada a esta maniobra -a las claras, antidemocrática- y ocuparse de la consolidación de la nueva mayoría. Y esta tarea - ética y profundamente política- debe hacerse construyendo los puentes materiales para que la voz de los vulnerados atraviese efectivamente la enunciación de las dirigencias. Algo de eso ocurrió y ocurrirá.
1 - Cito a los autores: “Los resultados electorales de este domingo revelan un fracaso del espacio opositor argentino. Porque perdieron (perdimos) políticamente todos. Todos los peronismos: el kirchnerista (que no dio su batacazo bonaerense anunciado), el massista, el puntano, el cordobés y el pampeano, resumiendo que esos “gobernadores peronistas” que la prosa periodística invoca como poder detrás del poder puede ser un tigre de papel.”
2 - Ver nota “El Perónexit” en la misma revista: http://panamarevista.com/el-peronexit/
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs).