“1982 Mejor hablar de ciertas cosas”: un año atravesado por el rock y la guerra de Malvinas en imágenes
Por Mariano Nieva
Postales de una época de rebeldía y resistencia
Claudina Pugliese es bajista, fotógrafa y parte de la movida punk que habitó la ciudad de Buenos Aires a comienzos de la década del ’80. En conversación con AGENCIA PACO URONDO recordó sus primeros recitales como espectadora y luego como reportera gráfica, el dolor que significó la guerra de Malvinas para aquella generación, de cómo se gestó la edición del box set con fotos de su archivo personal sobre la escena rockera de entonces y de su amor por Sumo, Luca Prodan y Los Violadores: “Cuando vi por primera vez a Los Violadores sentí que me representaban ciento por ciento. Como si ellos hubieran abierto una ventana un día de tormenta de verano y entró ese aire fresco que estaba esperando.”
Acaba de publicar 1982, Mejor hablar de ciertas cosas; un libro de imágenes de archivo personal por Grupo Editorial Sur.
AGENCIA PACO URONDO: Observando el formato de 1982, Mejor hablar de ciertas cosas noté la similitud con un VHS tan característicos de la época...
Claudina Pugliese: El formato similar a un VHS que tiene mi trabajo y que vos bien mencionás es obra del diseñador Fernando Belvedere. Yo lo descubrí cuando busqué uno en casa y con Alejandro, mi marido, lo medimos. Ahí nos dimos cuenta que en verdad es un poquito más chico que el video pero con el tamaño exacto de un DVD. De todos modos, si remite a un VHS está bárbaro porque va perfectamente con aquellos años.
APU: ¿Por alguna a razón en particular te centraste en 1982 para seleccionar y mostrar tus fotos?
C.P.: Elegí ese año sencillamente porque todas las fotos que tengo son de 1982. Y quedaron algunas afuera. No existen muchas más porque en realidad por un lado yo nunca fui fotógrafa de rock y por el otro, antes iba a recitales pero sin cámara. Por eso, también fue tan fuerte para mí entregar estas imágenes que son tan personales y que reflejan de algún modo lo que me pasó y viví ese año.
APU: Un año signado también por la dolorosa guerra de Malvinas…
C.P.: Sí, la guerra fue terrible porque además tuve varios amigos que debieron ir enrolados al frente. Así que los que quedamos acá estábamos enojados y tristes a la vez por esa situación. Lo cual también contribuyó a que comenzara a participar en movidas antisistema.
APU: ¿Cómo y porqué decidiste editar este material fotográfico?
C.P.: Editar el libro no fue una decisión. Sino más bien algo mágico. Una vez Andrea Prodan, a quien conocí grabando en un grupo donde yo tocaba, hizo una exposición en la Plataforma Lavardén de Rosario con objetos personales de Luca, a quien personalmente amé junto a Los Violadores, y que paseó por todas partes. En esa oportunidad viajé con mi marido y le llevé las fotos que tenía de su hermano, impresas en 30x45 centímetros junto con un CD con esas mismas imágenes. La cosa es que se fascinó tanto que por eso le dije: “Hacé lo que quieras con el material porque considero que sos el dueño de esto, como de todas las cosas que fueron de Luca”. Finalmente Andrea expuso tres de mis fotografías en la muestra. Después, cuando regresó a Buenos Aires empezó a contarles a todos los medios que se le cruzaban de la existencia de mis fotos.
APU: Y a partir de ese momento tus capturas comenzaron a circular por todas partes…
C.P.: Totalmente. Me empezaron a llamar de todas partes y comencé a darme cuenta que mis fotos estaban incluso publicadas en el diario La Nación y formando parte también de los libros Luca. Libertad divino tesoro, de Oscar Jalil; Uno, dos ultraviolento. La historia de Los Violadores, de Esteban Cavanna ambos editados en 2015 y en Más allá del bien y del punk. Ideas provocadoras (2017) de Juan Carlos Kreimer y Pil Chalar. Aunque algunas veces me pagaron por los derechos y otra no. Finalmente, Fernando Belvedere quien va a ser el encargado de diseñar el formato del contenedor, y a quien conozco además desde que él tenía cinco años me dijo: “Vos tendrías que hacer con este material un libro” e inmediatamente llevó la idea a la editorial GES Comunicación que es donde trabaja y así fue. Después vino la etapa de la negociación que duró unos dos años hasta que nos pusimos de acuerdo.
APU: De todas las imágenes que forman parte de tu trabajo una que me gustaría destacar es la de Hari B. Un personaje clave del punk de los ’80 y que es un ilustre desconocido para un amplio sector del público...
C.P.: Si bien el libro no tiene un orden, arranca con las fotos que para mí son las más significativas. Sumo y Hari B cuyo verdadero nombre es Pedro Brown y que hoy sigue siendo guía de trekking llevando grupos a la montaña además de ser amigo mío. Él ni bien dejó Los Violadores se fue a vivir al sur y se dedicó a escalar y a aprender todo lo concerniente a esa práctica. Siempre fue el sueño de su vida el ser escalador más que músico.
APU: También hay fotos maravillosas e inéditas del Festival de la Solidaridad Latinoamericana. Un evento organizado bajo el gobierno militar a beneficio de los combatientes de Malvinas y que generó alguna controversia por la participación de las más destacadas figuras de nuestro rock.
C.P.: Sí, y para ese evento fui acreditada oficialmente porque trabajaba en aquel momento para un medio muy importante. De todos modos lo primero que quiero decir al respecto es que ese festival que se llevó a cabo el 16 de mayo de 1982 en Obras Sanitarias no se llamó de la Solidaridad Latinoamericana. Sino que en verdad se denominó de la Solidaridad Americana. Es más, en mi libro hay una foto en donde se ve claramente el cartel sobre el escenario que dice esto que acabo de mencionar. Hay que pensar además que en esa época hablar de Latinoamérica era mala palabra. Así que no sé porque con el pasar de los años se fue desvirtuando hasta llegar a cambiarle el nombre al festival. Quizás por negacionismo, deseo o toma de posición.
APU: ¿Obtuviste algún tipo de devolución de los artistas que pudiste retratar?
C.P.: La mejor reacción que tuve sobre mi trabajo fue la de Stuka, guitarrista de Los Violadores. Parecía un niño con juguete nuevo. Por eso es que le voy a regalar una foto ampliada y enmarcada. Cuando vio las imágenes saltaba de contento, se las mostraba a todo el mundo y no paraba de abrazarme. Por eso yo le decía: “¡Gustavo tengamos cuidado por el Covid!”, a lo que me respondió: “¡Me importa un carajo el coronavirus!” (Risas)
Ser punk
APU: ¿Que recordás de aquellas noches tan intensas y de ser parte de una movida tan dispar en el trato con las mujeres? ¿Costó hacer pie en ese universo tan machista que existió también en el rock?
C.P.: Aquel momento lo viví con mucha inocencia, tímidamente te diría. No me daba cuenta del machismo que me rodeaba. Eso lo empecé a descubrí con el transcurrir del tiempo, recordando por ejemplo cuando alguna vez no me quisieron tomar en un par de grupos por ser mina. Y eso que nunca fui el estereotipo ni lo que se espera de una mujer. Fui bajista y soy técnica electrónica, cosas que se suponen son de varones. Soy así. Por otra parte, tengo una hija, un marido y me gustan los chicos (risas). Por eso, tal vez no me pegó tan de cerca esta cultura patriarcal porque no la registraba. Solo quería tocar el bajo y sacar fotos. Esos eran mis deseos los cuales me ponían una especie de anteojeras para quizás no ver lo que sucedía en cuanto a la violencia de género. Y si bien reconozco que en alguna oportunidad la pasé mal fue más por cosas personales. Nunca sufrí acoso porque tal vez con mi manera de ser hacía que pusiera la distancia suficiente para que eso no ocurra.
APU: ¿Cómo entrás al mundo del punk?
C.P.: Con respecto al punk a mí siempre me movió más el deseo que la ideología. Cuando fui a ver por primera vez a Los Violadores sentí que me representaban ciento por ciento. Como si ellos hubieran abierto una ventana un día de tormenta de verano y entró ese aire fresco que estaba esperando. A mí me gustaba mucho el rock nacional anterior aunque no era de ir a ver bandas como Sui Generis o Almendra por ejemplo. En mi caso y te diría por cuestiones personales, me encantaba vestirme de negro y dejar salir esa rabia que por momentos sentía. Por eso, cuando descubrí que había gente igual que yo no podía creer que encajara en algún lado. Fue como encontrar mi tribu. Después, me alejé de toda esa movida por una cuestión de salud. Dejé la fotografía también y me puse a estudiar seriamente el bajo lo cual me llevó a ser cesionista de jazz por 30 años. Luego, retomé las fotos pero ya lejos del rock porque no me lo bancaba más.
APU: ¿Qué significó Diego Arnedo para tu acercamiento y posterior formación como bajista?
C.P.: Diego Arnedo es mi mentor porque tiene un Groove que nadie posee en este país. Además, es contrabajsta y viene de una familia de grandes músicos. Su abuelo por ejemplo, es un compositor de folclore muy destacado. Diego venia del grupo MAM y cuando lo vi en Sumo me pareció increíble como balanceaba y elevaba la banda. Nunca hubieran sonado así sin él. Por eso es que me dije: “Quiero hacer eso”. Arnedo era el típico bajista parado allí atrás, inmutable e introvertido. Y eso también me gustaba. Esa imagen del tipo que parece invisible, pero está muy presente con su instrumento. De allí que pienso que ser bajista es una patología crónica.
APU: El persistente contexto de la pandemia todavía dificulta el normal desarrollo de las actividades públicas. De todos modos ¿estás pensando en algún tipo de presentación del material?
C.P.: Desde la editorial tienen pensado hacer varios eventos y por un largo tiempo. Presentaciones junto a otros fotógrafos incluso. De todos modos, es algo que yo delego totalmente. Es más, hasta están planificando para 2022 hacer un gran festejo acerca de los 40 años en que se tomaron esas fotos.
APU: Actividades que de seguro incluirán muestras por distintos lugares...
C.P.: Mirá, por fuera me ofrecieron hacer alguna muestra, pero lo pienso más para después que pasen todas las actividades “oficiales” del libro. Y aunque es mucho el dinero que habría que invertir para lograrlo, al ser amiga de Gustavo Fernández dueño de ese hermoso lugar para la cultura que es CIRCE Fábrica de Arte, allí si podría ser en algún momento pero siempre con la editorial a mi lado.
APU: La última y obedeciendo a ese espíritu inquieto que te caracteriza ¿Tenés en mente algún nuevo proyecto?
C.P.: Lo próximo que quiero encarar es un proyecto junto con una amiga filósofa y epistemóloga que trabaja en el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina), quien fue mi compañera de colegio y que sería una investigación sobre la discriminación de las mujeres en la música.