Borges, precursor de Sade

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    Borges 2.0
    Ilustración: Leo Olivera
ENSAYOS

Borges, precursor de Sade

09 Noviembre 2025
“Una dispersa dinastía de solitarios ha cambiado la faz del mundo”

El título, obviamente, es borgeano: Kafka y sus… Y este ensayo también lo es, o ansía serlo. ¿Qué extraña causa puede intervenir para que dos personalidades tan totalmente antagónicas y diferentes como Borges y Sade se terminen relacionando de algún modo esencial y secreto —y que no sea una inteligente copia de “El impostor inverosímil Tom Castro”? ¿Alcanza la pasión por la literatura para que estos seres incompatibles se hermanen?

Uno, sexualmente perverso y polimorfo; el otro, tan casto que se hipotetiza que nunca tuvo relación sexual, o que las experiencias sexuales que tuvo se cuentan con los dedos de una mano —este dato chusma, en verdad, me resulta indiferente, y el que ahonda en él me da vergüenza ajena, porque la sexualidad básicamente fue un dispositivo de control y reglamentación: felices los que no cayeron en esa trampa moderna.

Uno pasional y excesivo, el otro geométrico y racional, ambos convirtieron sus apellidos en marcas de productos internacionales que por lo menos en Argentina todo el mundo conoce: hay más borgeanos que lectores de Borges; hay gente que califica a otra de sádica sin haber nunca leído una página del gran filósofo porno francés. Así estamos.

Sade previó e inauguró lo que Michel Foucault llamó la época moderna, esos años que van desde la Revolución y concluyen en los campos de exterminio nazis y sus secuelas. Borges, por su parte, previó e inauguró lo que una secta de alienados llamó de muchas maneras y que para simplificar nosotros llamaremos postmodernismo.

Lo asombroso es que lo hizo veinte años antes de que esta idea brotara en la mente de alguno de los integrantes de la generación dorada francesa, y sin salir de Argentina, diría sin salir de Buenos Aires (“Buenos Aires es una ciudad y es un país”). Sade, por su parte, estuvo preso casi la mitad de su vida, aunque solo una vez fue condenado en un juicio. Esa generación de grandes pensadores franceses también utilizó como estandarte la obra del “divino” marqués, al cual Borges no nombra ni una vez en toda su vida.

Borges inventó un género literario: el ensayo fantástico, la ficción filosófica. Sade no llegó a inventar un género, pero hizo del género más bastardeado y repudiado, la pornografía, una obra filosófica.

Ambos murieron famosos, pero por motivos totalmente diferentes. La fama, Borges, según cuenta Borges, se la debió a Roger Caillois, que tradujo y publicó sus relatos a mediados de la década de 1950. La fama de Sade se debe a sus desventuras sexuales fracasadas, y después a su obra clandestina, que durante más de un siglo solo leyó un pequeño grupo de conjurados.

No solo Borges previó los rasgos centrales de la postmodernidad (crisis del referente, crisis de la figura de autor, crisis de la idea de originalidad, crisis de las listas clasificatorias, hibridación y confusión de géneros e invención de la técnica del “anacronismo deliberado y las atribuciones erróneas”: “Un libro que no encierra su contralibro es considerado incompleto”). Lo quiso hacer y lo hizo en una lengua que no es el mero español, pues él escribió en argentino —o en una de las formas en la que el idioma argentino puede escribirse. A esa sociedad que era su futuro y ahora es nuestro pasado la llamó Tlön.

Sade también inventó una lengua y escribió intertextualmente, plagiando citas y apropiándose descaradamente de los textos que le servían tanto para validar su pensamiento como para burlarse del pensamiento de los otros. Su escritura es un francés propio, hecho de una mixtura de clases sociales y momentos políticos, escritos en el margen —o en el más allá del margen (un lugar en el que a Borges también le gustaba ubicarse: Borges decía que los países europeos eran provincianos porque confiaban mucho en su pasado).

Borges inventó un género literario: el ensayo fantástico, la ficción filosófica. Sade no llegó a inventar un género, pero hizo del género más bastardeado y repudiado, la pornografía, una obra filosófica. Lo que inventó Sade fue una patología psíquica, el sadismo. Borges, a su vez, inventó la figura del lector: la originalidad no está en la escritura, está o debería estar en la lectura. Sade era un gran lector.

Pd: Otro título que había pensado para esta nota fue: Borges, filósofo del fraude. Pero si le hubiera puesto ese título hubiera tenido que escribir otra nota. Va el epígrafe: “ya en las memorias un pasado ficticio ocupa el sitio de otro, del que nada sabemos con certidumbre —ni siquiera que es falso”.